Epílogo:

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Un año después

Honestamente, esperaba que la vida de casados cambiara nuestra relación, pero fue todo lo contrario, Jared y yo estábamos mejor que nunca, y la verdad es que eso me calmó de sobremanera. No sé por qué, pero por mi mente se cruzó un par de veces la idea de que a lo mejor mi esposo se podría arrepentir cuando el tiempo avanzara.

Yo sí el motivo de eso.

¿Ah sí?

Que estás loca.

Claro, porque eso ayuda muchísimo.

Como sea, antes de que nos diéramos cuenta, la semana de luna de miel -que, por cierto, consistió en un recorrido por las ciudades más hermosas de Italia. Cortesía de mi adinerado y rehabilitado suegro- se terminó, y regresamos a casa. Ambos retomamos el curso de nuestras vidas. Jared se graduó -al fin- y comenzó a trabajar en el hospital de la ciudad, gracias a la increíble recomendación de sus profesores, los cuales quedaron encantados con su desempeño en las prácticas. Lo mismo pasó con Jace.

Yo por mi parte, estaba por terminar mi tercer y último año de la carrera, y un jugoso contrato con una editorial me esperaba, así que no podía esperar a por fin tener el título en mis manos.

La verdad es que me sorprendió mucho el giro que dieron nuestras vidas en tan sólo un año; hubo momentos en los que se sintió algo irreal, pero estaba feliz por cómo nos iba.

Tomé la barra de pintalabios de color rosa claro en el preciso instante en el que la voz de Jed resonó por todo el departamento.

- ¡Chucky, apresúrate o no llegaremos!

Solté un resoplido.

- ¡Estoy terminando de maquillarme!- grité de vuelta, y continué deslizando el labial por mi labio inferior.

Pensé que eso calmaría los nervios de mi querido esposo -nótese el sarcasmo-, pero a los pocos segundos la puerta del dormitorio se abrió.

- Eres insoportable- farfullé sin mirarlo.

- Pero, ¿yo qué te he dicho?- inquirió, riendo.

Le puse la tapa al pintalabios y lo coloqué en su sitio, encima del tocador.

- Andas revoloteando como mosca- contesté, poniéndome de pie. El castaño soltó una carcajada desde su sitio: recargado sobre un hombro contra el marco de la puerta-. Bueno, ya estoy- comenté, mirando hacia abajo para asegurarme de que todo estuviera en su sitio.

Él se me quedó viendo fijamente por unos segundos.

- Tú no necesitas maquillaje, Jade- dijo entonces-. Siempre te ves hermosa.

Una sonrisa tímida surcó mis labios, y giré el rostro para que no viera mis mejillas enrojecerse ante el cumplido.

Están casados, han visto los lugares más oscuros de la anatomía del otro, y todavía te sonrojas con un simple elogio...

Sí, así es. Ahora vete y déjame.

- Tú tampoco estás del todo horrible- dije enarcando una ceja.

- ¿Habrá un día en el que te diga que te ves bien, y que me respondas lo mismo?

- No.

Como hay ciertas cosas que nunca cambian, yo seguía disfrutando de lo lindo molestando a Jared. Era algo así como... mi actividad favorita.

Después de que él pusiera los ojos en blanco, agarré mi bolso y ambos salimos con destino a la casa de mi hermano.

Era el cumpleaños número uno de los gemelos, y todos estábamos invitados a la fiesta que Carla y Jace les harían en su casa. Las chicas y yo los ayudamos, ya que mi hermano se pasaba el día en el hospital, y entre todas conseguimos planear algo bastante lindo. No era como que mis sobrinos se fueran a enterar de cualquier cosa que pasara, teniendo en cuenta que solamente llevaban doce meses en este mundo, pero cuando se tiene una mamá histérica como Carla, esas cosas suelen suceder.

Lo que nos cuentan las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora