Capítulo 16:

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Jed continuó mirándome con intensidad, mientras que yo le daba vueltas a las palabras que había dicho.

— Jade— volvió a llamarme—. ¿Tú me quieres?

¿En serio me preguntaba eso? ¡Por supuesto que lo quería, muchísimo de hecho! Vale, esa no era la mejor manera de decírselo, y mucho menos en mi caso, cuando lo que sentía era unilateral y no mutuo, pero bueno, así es como funcionan los sentimientos; tendemos a querer a las personas que no deberíamos, aunque tampoco es algo que podamos controlar a voluntad.

Alcé la barbilla, dejando nuestros rostros aún más cerca, sin quererlo.

— ¿Tú qué crees?— inquirí.

El castaño me miró con demasiada confusión en la cara.

— En estos momentos no sé qué creer— dijo honestamente.

Sus ojos destilaban sinceridad, como muy pocas veces sucedía. Normalmente había algo extraño y misterioso en Jed, pero, al menos esa vez, no había rastro de nada de eso.

— Claro que te quiero, Jed— dije tras soltar una exhalación de cansancio—. Creo que te he querido toda la vida; es simplemente un sentimiento del que no me puedo desprender por mucho que lo intente— admití.

— ¿Por qué querrías desprenderte de eso?— preguntó frunciendo el ceño.

Largué un suspiro.

— Porque es algo que no tiene sentido— contesté bajo su atenta mirada. Estaba interesado en la conversación, que novedad—. No te mereces mis sentimientos, Jed— dije, mirándolo directamente a los ojos—. Haces cosas que me lastiman, y lo sabes, aún así, sigo ahí contigo, luchando contra ti mismo, por el simple hecho de que no me puedo mantener alejada de ti ni por un maldito segundo— clavé mi dedo en su pecho.

Ni siquiera sabía que sentía todo aquello, pero cuando las palabras salieron de mi boca, me di cuenta de que así era.

Quería a Jed, demasiado, como no pensé querer a alguien, sin embargo, él a mí no, y eso era exactamente la parte que dolía. Le estaba diciendo "Te quiero" a alguien que le daba igual si me tenía o no.

— Las cosas no son así— murmuró.

Me alejé unos pasos, negando con la cabeza, frustrada.

— Estoy cansada de escuchar esa jodida frase, Jed— resoplé—. Las cosas nunca son como yo misma veo que son, pero no haces ni el más mínimo por decirme cómo es todo— reclamé—. Mira, olvídalo, estoy exhausta, me voy a casa— dije, dándome la vuelta para regresar a mi hogar.

Perfecto, mi plan de ir a visitar a mi abuelo y a mi madre al cementerio se había ido por la borda.

Que bello todo.

Una mano se aferró a mi brazo, haciéndome girar sobre mi propio eje.

— ¡Deja de estarme agarrando!— grité, haciendo un gesto brusco para zafarme de su agarre.

— ¡Sólo lo he hecho una vez!— replicó, soltándome.

— Ya, pues no deberías hacerlo— me crucé de brazos, molesta.

Dios, ¿quién me habrá mandado a mí a salir de mi casa con Jed suelto por el mundo?

Bueno, en algún momento tenías que salir.

Eso no es de mucha ayuda.

Una contesta sin sarcasmo, y es rechazada. ¿En qué mundo vivimos?

Ignoré deliberadamente a la voz de mi conciencia. Debía centrarme para no perder los nervios con Jed y empujarlo delante del primer coche que pasara por ahí.

Lo que nos cuentan las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora