La brisa caliente y con olor a sal que provenía del mar, azotaba mi cabello, despeinándome sin que pudiese evitarlo. Abrí mis ojos lentamente, para contemplar la inmensidad del océano frente a mí.
Amaba ir a la playa, siempre había sido así, a pesar de que era una pésima nadadora.
— ¿Otra vez estás absorta mirando hacia allá?— preguntó la suave voz de mi madre a mi espalda.
Giré la cabeza y asentí en su dirección. Ella se sentó a mi lado en la arena, con las piernas pegadas al pecho, imitando mi postura.
— Me encanta venir a este lugar— admití, volviendo la vista a las olas, que golpeaban furiosamente contra la orilla.
Ya estaba anocheciendo, por lo que la marea era mucho más alta que de costumbre, por ello, el mar estaba mucho más agresivo que el resto del día. Me gustaba hacer eso: sentarme a observarlo cuando estaba en todo su esplendor. Era algo extraño que una niña de diez años se interesara por algo tan enigmático como el océano, pero así era.
— ¿Sabías que aquí fue donde tu padre y yo nos conocimos?— preguntó entonces, con el pelo revuelto como el mío.
La miré con curiosidad.
— ¿En serio?— asintió.
— Una tarde vine con mis amigas después de la escuela, y él estaba ahí—señaló una vieja caseta de playa más allá de nosotras—, con unos amigos, bebiendo cerveza y charlando de cualquier estupidez— sonrió, nostálgica, y llevó sus ojos hacia adelante—. Fue algo así como un flechazo a primera vista. Estaba tan guapo e irresistible, que todas mis amigas se volvieron locas al instante- narró.
Por un momento, me pareció muy raro que hablara de mi padre con tanta soltura, sobre todo después del final que había tenido la historia con él, pero no mencioné nada de eso. Estaba feliz de que hablara de mi papá; un completo extraño que nos había abandonado, pero al que yo quería conocer con todas las fuerzas de mi corazón.
— ¿Tú no te volviste loca?— pregunté, riéndome un poco.
Mamá sonrió.
— Claro que sí— contestó enseguida, abriendo mucho los ojos, formando un gesto muy gracioso que me hizo soltar una carcajada—. Sólo que no demostré nada al principio; supongo que el hecho de que no me lancé sobre él en modo desesperado, hizo que se fijara en mí— se encogió de hombros.
Me quedé esperando a que dijera algo más, pero no lo hizo, entonces caí en la cuenta de que no había ido a sentarse a mi lado sólo para contarme eso.
Conocía bien a mi madre, y eso incluía que sabía perfectamente cuando quería algo.
— ¿Y me estás contando eso porque...?— dejé la frase en el aire.
Ella me miró, sonriéndome directamente.
— ¿Cómo es que me conoces tan bien?— inquirió.
Me encogí de hombros.
— Te tengo psicoanalizada, mamá— expresé con cierto aire de superioridad.
— Niña, tienes doce— farfulló, algo shockeada.
— ¿Me vas a decir o no?— apremié.
— Sólo quiero que sepas que te quiero, hija— dijo después de largar un suspiro—. Que no importa lo que pase, o a dónde me vaya; siempre vas a tener una parte mía en ti.
Arrugué el entrecejo, confundida por sus palabras.
— ¿Qué quieres...-?
No me dejó terminar de formular la pregunta, sólo me jaló por el brazo hacia ella, y me estrechó en un fuerte abrazo. Así nos quedamos un buen rato: abrazadas y mirando al mar.
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Lo que nos cuentan las estrellas
Novela JuvenilINCLUIDAS LAS DOS PARTES DE ESTA HISTORIA Jade Reeve siempre ha evitado las fiestas, y los problemas en general. Todo hasta que una noche comete la peor locura de su vida, gracias a la influencia del alcohol. Ahora tiene que lidiar con las consecue...