Capítulo 10:

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Esa vez no me separé cuando sentí los labios de Jed moverse, feroces, sobre los míos. Como siempre, no entendía lo que pasaba, pero, por mucho que mi cerebro me gritara que me apartara, incluso que le diera una buena bofetada, no lo hice.

El ritmo de ese beso me sorprendió —aunque de por sí ya estaba sorprendida por estar teniendo un segundo beso con Jed en un mismo día, pero ese no es el punto—, no era lento ni con duda, como el de la tarde; sino que había ansias, me estaba besando como... con ganas. Sus labios se movían con destreza sobre los míos, y yo, sorprendentemente, le pude seguir el ritmo a la perfección. No había tenido más de tres novios, y jamás había besado a ninguno de esa manera tan feroz, pero al parecer, yo también sentía esa urgencia por probar los labios de Jared una vez más.

Nos separamos cuando los dos nos quedamos sin aire, y ninguno de los dos dijo nada. El silencio que se instaló entre ambos no fue para nada incómodo, todo lo contrario, lo que temía era que esa burbuja que se había creado a nuestro alrededor se rompiera, y la realidad volviese a golpearme.

— No sé lo que está pasando— dijo él entonces, con voz suave—. Pero, cada cosa que hago, me recuerda a ti. Jamás me había pasado esto con nadie, pero, me gustas, Jade, me gustas muchísimo.

Mi boca se abrió por la sorpresa. ¿Acaso había escuchado bien, o estaba soñando? Eso era más lógico que el hecho de tener a Jed frente a mí diciendo que yo le gustaba.

— Siento mucho, muchísimo, la manera en la que me he comportado todos estos días— extendió la mano y me puso un mechón rebelde detrás de la oreja—. No quiero ponerme a inventar excusas, es muy sencillo lo que pasaba: estaba descubriendo lo que siento, y no sabía cómo lidiar con ello— posó sus azules y profundos ojos sobre los míos—. Lo siento, Jade.

Sonreí tímidamente, todo eso, que me tocara y me hablara con esa dulzura, era demasiado nuevo para mí, pero se sentía bien.

— No te voy a decir que está bien, porque sabes que no lo está— comencé a decir después de largar un suspiro—. Ya te dije que las cosas no se resuelven con una disculpa, porque las palabras duelen, Jed, y mucho.

Haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, hice un suave movimiento para apartar la cara de su mano. El castaño me miró, rendido.

— Yo siento muchas cosas por ti, pero eso nunca me ha cegado, ni me ha evitado ver cuando te comportas de una mala manera, y en este caso, te has pasado mucho conmigo— retrocedí unos pocos pasos para quedar aún más lejos de su cuerpo—. Lo siento, pero si de verdad estás arrepentido, no basta con palabras para arreglar el daño.

Él frunció el ceño, sin saber muy bien a lo que me refería.

— Pero, esta no es solamente una disculpa, Jade— saltó—. Esta vez estoy arrepentido en serio, porque me di cuenta de lo que te he estado haciendo.

¿En serio le estaba diciendo que no? ¿A él? ¿Me había vuelto loca acaso?

Pues no, al contrario, estaba siendo más racional de lo que recuerdo haber sido en toda mi vida. Yo quería a Jed, no se lo había dicho jamás, pero lo quería, mucho; a pesar de sus acciones. Y llámenme tonta, pero los sentimientos no se pueden detener, así como yo no pude hacer nada hasta que fue demasiado tarde. Si lo estaba rechazando en ese momento, era porque, una de las cosas que había aprendido era que cada uno debe saber lo que vale; tú sabrás lo que mereces y la cantidad de veces que permites que te lastimen, y yo no era de las que aguantaban mucho el daño.

— Y yo lo sé— aseguré—. Aún así, las cosas funcionan de una manera.

No pude evitarlo, y yo misma acorté la distancia que había impuesto entre nosotros. Fui yo quien le puso una mano en la mejilla en ese momento.

Lo que nos cuentan las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora