Capítulo 21:

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Me dejé caer en el sofá junto a Jed, quien solamente levantó la vista de su libro por unos segundos en los que me dedicó una pequeña sonrisa.

Estábamos en el salón de mi casa, y él estaba extrañamente centrado en uno de los libros de la universidad. La verdad, no tenía idea del por qué había ido a estudiar a mi casa, pero tampoco era como que me iba a quejar ni nada. Amaba tenerlo en casa todo el tiempo. No lo sé, sentía que el lugar no estaba tan desolado cuando estaba ahí, aunque ni siquiera dijera una palabra.

Me le quedé mirando, con una sonrisa de boca cerrada. Volvió sus ojos en mi dirección cuando sintió el peso de mi mirada.

— ¿Qué pasa?— preguntó con voz suave y el ceño fruncido.

— ¿Sabes que eres el mejor novio del mundo?— dije en vez de responder a su pregunta.

El castaño cerró el libro y lo puso a su lado en el asiento, a su lado. Cruzó los brazos sobre su pecho y me miró con una ceja enarcada.

— Vale, estás actuando más raro que de costumbre— apostilló.

Decidí darle la vuelta a la situación para desviar un poco la atención.

— ¿Me estás diciendo que soy rara?— repetí, poniéndome una mano sobre el pecho, haciéndome la ofendida.

Jed puso los ojos en blanco.

— Deja de intentar cambiar el tema— me cortó—. Dime qué pasa— apremió.

Solté un bufido. ¿Por qué tenía que conocerme tan bien? Era molesto a veces, porque me arruinaba los planes de distraerlo.

— Es que...— retorcí los dedos sobre mi regazo—. Laschicasyyonecesitamosquenosprestestuauto.

Mi novio me miró como si me acabaran de salir dos cabezas.

— Chucky, en español, por favor— pidió, apretando los labios para no reír.

Solté todo el aire de mis pulmones antes de hablar.

— Las chicas y yo, necesitamos que nos prestes tu au...-

— No.

Me paré en seco. Lo miré con semblante neutral, y él se encogió de hombros, volviendo a tomar el libro y abriéndolo para seguir leyendo.

— No me dejaste terminar— reclamé.

— Me estabas pidiendo el auto, ¿verdad?— preguntó sin mirarme.

— Sí, pero...-

— Entonces no— volvió a cortarme.

Giró el rostro y me sonrió como un angelito.

Me recosté al espaldar del asiento con los brazos cruzados sobre el pecho, enfurruñada como una niña pequeña.

— Chucky, te quiero y eso, pero no les voy a prestar mi coche a ti y a las desquiciadas de tus amigas— dijo—. Lo siento.

— Esa es una disculpa muy mediocre— farfullé, evitando mirarlo.

Escuché que soltó un suspiro, y luego el sonido de las hojas del libro, lo que me indicó que había pasado a otra página.

— No importa lo mucho que te enfades. Ya te he dicho que no.

Claro, y yo me iba a conformar con eso.

Sueña, querido Jedi.

(+++)

— Repíteme cómo has conseguido que te deje el auto, por favor— pidió Ari, mientras le entregaba las llaves del vehículo.

Lo que nos cuentan las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora