Capítulo 23:

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Los días pasaron, y luego se convirtieron en semanas, hasta que, de un momento a otro, ya estábamos cerca de los exámenes de final de semestre. El viernes nos informaron en la escuela, que los días después del quince de diciembre, estarían dedicados a las pruebas, así, como era de esperarse, se desató cierto revuelo entre mis compañeros de clases.

No éramos sólo Ari, Carla y yo; mi hermano mayor y mi novio también comenzarían a hacer exámenes para entrar en las vacaciones de Navidad. Ninguno tenía tiempo para muchas cosas, en los primeros días ni siquiera veía mucho a Jed, solamente teníamos tiempo para hablar por teléfono cuando terminábamos de estudiar, pero no para mucho más.

De un momento a otro, mi casa se convirtió en una vivienda compartida. Ari y Carla se quedaban hasta tarde conmigo, mientras que Jed y Jace se reunían ahí para estudiar también. Después de que pasáramos la primera noche todos juntos, decidimos que lo mejor era que mis amigas y mi novio se quedaran en casa hasta que la época de parciales —y estrés en general— se terminara. Al fin y al cabo, a Jace y a mí nos vendría bien un poco de compañía, y en mi opinión, no había nadie mejor que mi novio y mis mejores amigas.

Carla, Ari y Jed trasladaron algo de sus pertenencias a nuestros armarios, y de repente, mi casa estaba el día entero inundada de conversaciones en diferentes habitaciones, hasta que llegaba la hora de hacer nuestros grupos para pasarnos ratos interminables sumidos en las materias que se evaluarían a la semana siguiente.

— Dios, no puedo más— resopló Carla, dejándose caer sobre su espalda.

Estábamos sentadas en el suelo de la sala de estar, mientras que los chicos estaban arriba. Miré el espacio que quedaba entre nosotras, que habíamos formado una especie de círculo, dentro del que había montones de papeles regados, libros, y libretas de diferentes materias, y toda clase de materiales más.

Ari se recostó contra el sofá y cerró los ojos, también exhausta.

— Yo tampoco— suspiró ella—. Creo que deberíamos dejarlo por hoy.

Solté de un tirón el papel que tenía en las manos. Si ellas estaban cansadas, ¿qué podía decir yo? Habíamos estado tres largas horas repasando todo tipo de contenidos de mi asignatura menos favorita: Matemáticas; y ya sentía que no podía ver ni un número más o saldría corriendo.

— Voy a llamar para que nos traigan comida— informé, levantándome del suelo—. ¿Pueden recoger esto en lo que le pregunto a los chicos qué quieren comer?— les pregunté, señalando el desastre que habíamos hecho inconscientemente.

La castaña me miró con el ceño fruncido.

— ¿Y por qué les vas a preguntar a ellos lo que quieren?— inquirió.

Ari a su lado, la miró con serenidad.

— Ayer elegimos nosotras, así que hoy es su turno, ¿recuerdas?— Carla asintió una vez.

También habíamos establecido ciertas normas para hacer más fácil nuestra convivencia —que no era complicada en ningún aspecto, pues entre todos teníamos la mejor relación—, por ejemplo, nos tocaba escoger lo que comeríamos, alternando los turnos. Un día les tocaba a los chicos, y al siguiente, a nosotras. Y así sucesivamente. Otra cosa que habíamos acordado era tratar de mantener la limpieza y hacer el menos desorden posible, así la casa no parecería una pocilga.

Dejé a mis amigas recogiendo todo, mientras que yo fui escaleras arriba, rumbo a la habitación de mi hermano para buscar a los dos idiotas. Sí, ese se había convertido en su apodo oficial.

Di varios toques en la puerta antes de abrirla con suavidad y asomar la cabeza antes de entrar.

Si antes pensaba que nosotras habíamos hecho un desastre en la primera planta, en ese momento me quedaba corta. La habitación de Jace sí que estaba revolucionada completamente.

Lo que nos cuentan las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora