Cuatro

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Cuatro

La madrugada del Lunes a Nadia le agarro en una discoteca donde veía a las parejas bailar tan ajenas a los problemas de los demás y a la vez tan felices de pasar esas horas ahí, donde se olvidaban de aquella carga que tenían sobre sus hombros, llevo la copa de vino a sus labios y hizo una mueca después de dar un trago, se acomodo mejor en el asiento que estaba cerca de la barra.

Sus ojos entrecerrados miraban a través de sus pestañas el local se mordió el labio, deseaba bailar y si era posible no llegar a su departamento, dejo ir un suave resoplido y se dio media vuelta para llamar a unos de los camareros que se encontraba detrás de la barra, cuando se acerco uno por ella estaba le llamo.

-Joven -exclamó sintiendo su voz rara, una sonrisa tonta se formo en sus labios y cuando vio al joven acercarse hizo un puchero -Podrías traerme algo mucho mas fuerte que vino -pidió.

-Tenemos vodka, whisky y ron señorita -expresó.

-Vodka doble -dijo risueña -Sí puedes conseguirme cigarrillos mejor.

El hombre asintió y se dio media vuelta, por lo que ella puso su brazo sobre la barra y apoyo el mentón sobre su palma de mano mientras veía a todos los camareros ir y venir, se mordió el labio sonriendo cuando sintió una mirada en su espalda. Esa que su cabello apenas cubría ya que caía sobre sus hombros, dejaba a la mirada el color de su piel y el tatuaje que tenia en esa zona.

Movió su cabeza para mirar o tratar de buscar a la persona que le miraba de esa manera, si de algo había aprendido es que los hombres buscaban a mujeres con que divertirse y ella no entraba en esa categoría, su móvil vibro dentro del bolsito que llevaba y que tenia sobre sus rodillas, llevo su mano desocupada a este y tras mirar quien era la persona que llamaba decidió apagarlo, estaba cansada de que le llenara el buzón de voz con sus constantes llamadas.

-Señorita aquí tiene su bebida y su cigarrillo -escuchó Nadia, haciéndola levantar la mirada y ver al joven que le sonreía con amabilidad.

Una sonrisa que ella le correspondió.

-Gracias -murmuró dándole un trago a su bebida, para después buscar un encendedor en su bolso, tras encontrarlo y encenderlo dio una larga colada cerrando sus ojos.

Estaba tan centrada en el humo que mantenía dentro de sus labios que cuando sintió una caricia con las yemas de unos dedos en su espalda la hizo sobresaltar y soltar el humo, mientras se daba media vuelta para ver quien era la persona que le hizo esa caricia.

-Una mujer tan hermosa no debe de estar sola -exclamó un hombre alto, mucho mas alto que ella.

-Y un hombre no debería de joder así a una mujer -rebatió ella sonriendo.

-Yo no le estoy jodiendo -murmuró aquel hombre, Nadia apretó sus piernas sintiendo de repente como se humedecía -Y sí quisiera joderte no estaría aquí hablando contigo.

-Mira usted que poético -expreso riendo -Pero no estoy interesada en nada, puede irse.

Una vocecita en su cabeza se burlo de ella diciéndole que si estaba interesada, bufo para si misma terminándose de tomar lo que tenia en su copa y dando una colada mas a su cigarrillo.

-No te preocupes mujer -respondió aquel hombre -Venga te invito a bailar -expreso ofreciéndole la mano -Deja aquí tu bolso, ellos lo cuidaran.

-¿Quien le a dicho a usted que yo quiero bailar? -cuestionó ella sonriendo.

-Te he estado observando desde el momento que entraste por la puerta -fue lo que dijo y ella elevó una de sus cejas.

-Conque observándome ¿Eh? -habló ella -Eso se llama acosó señor.

-¿Te sientes acosada? -rebatió el hombre.

Cuando Nadia negó con una sonrisa, él también lo hizo haciéndola sacudir su cabeza mientras apagaba el cigarrillo contra lo poco que quedaba de su bebida pedida, tras dejar también el bolso junto en la barra y dándole una sonrisa al camarero que agarraba el bolso de ella y lo guardaba mientras regresaba su mirada hacia el hombre que esperaba con su mano extendida para le a bailar.

Cuando ella le ofreció su mano sintió como la calidez de él, le recorría todo el cuerpo trago saliva sintiendo de repente como se resacaba su garganta.

-Tiene usted unas manos muy delicadas -exclamó aquel hombre que hasta entonces no sabia su nombre.

-Gracias -murmuró ella -¿Cúal es su nombre? -preguntó.

-Anderson -le susurró al oído tras ponerla de espalda -¿Y el suyo?

-Na-Nadia -tartamudeo ella cerrando sus ojos y moviendo sus caderas al son de la música.

-Un nombre exquisito -murmuró inhalando en su cuello, los vellos del todo su cuerpo se erizaron -¿Qué te trae aquí Nadia?

Nadia cerró sus ojos dejando ir una respiración temblorosa, lo primero que le traía a esa ciudad era la moda, la inspiración que produce aquella ciudad y también estaba el amor, ese que mucho era pedir por lo que no supo responder al instante.

-Inspiración -dijo en un murmullo.

-Será que yo pueda inspirarte -expresó Anderson lamiendo la curva de su cuello y hombro -Podría ser una musa para el creador, en este caso sería tu muso.

-N-no creo que sea necesario -dijo ella casi temblando -Ya estoy lo suficiente inspirada.

La rola gordaa de Anderson la hizo temblar de pies a cabeza, además de que sentía que sus rodillas estaban a nada de ceder al piso, llevó sus manos a las de él, que estaban en su cintura. Se apoyo contra el pecho de él y se mordió los labios.

-¿Tienes novio o esposo? -le preguntó.

-Y si tuviera novia, cambiaría algo -expreso con dificultad en su voz.

-No -fue su respuesta -Pero me gustaría que no tuvieras novia, ni novio.

-Entonces no tengo, acabo de cortar con él -exclamó -Me era infiel desde hace meses, además de que creo que el amor sea para mi.

-El amor es para ti -rebatió Anderson -Solo que el hombre con quien estuviste no supo apreciar la belleza de que una mujer como tú es única, pueden haber miles de mujeres que te juzgaran, que desearan tener todo lo que tu tienes, pero nadie logrará. Puede que hoy la mujer con quien te fue infiel ese hombre no valorará la mujer que tenia, pero hay hombres que si lo hacemos.

-Púes déjeme dudarlo -ironizó ella dándose media vuelta para mirarlo -Miré muy bien Anderson, me han sido infiel con una mujer que es talla perfecta según ella y él. Yo solo era la gorda que le proporcionaba los contactos necesario para que su carrera ascendiera.

-Y por ello te dejarás vencer, de creer en el amor -refutó aquel hombre agarrándole el rostro -La vida es una sube y baja de emociones, te enseña muchas cosas, pero esta en ti sí dejar que tu mala experiencia con aquel hombre te haga creer que no hay hombres que si merecemos la pena.

-Tengo miedo -le susurró -No quiero perder.

-Dejame a mi todo -exclamó con desesperación en su voz -Dejame enseñarte que si merece la pena conocerme, te enseñare el amor, uno que te hará sentir, vivir y experimentar algo que no lo hiciste con ese.

-No sé -murmuró.

-Deja que hoy te lleve hasta el mismo cielo y que cuando despiertes veas que te digo la verdad -murmuró cerca de sus labios.

Nadia asintió cerrando sus ojos y los labios de él cubrieron los suyos, fue una breve presión que la hizo suspirar, cuando los dientes de el mordieron suavemente los suyos la hicieron estremecer y dejarse ir por ese beso, que la hizo ir hasta la luna y ver las estrellas detrás de sus párpados.

-Vamos a mi casa -exclamó en un murmullo Anderson.

-Sí -dijo en su suspiro.

No supo en que momento llegó a la barra donde pidió su bolso y ambos salieron de ahí, el amanecer se podía visualizar cuando salieron. Ese lunes Nadia descanso en brazos de un hombre que la admiraba y que llevaba años deseando tenerla entre sus brazos y que hasta en ese momento pudieron verse, sentirse y vivir aquello.

UN AMOR DE NAVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora