Once

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Once

Ese día habían decidido ir a ver a Julian y hablar con la directora del orfanato, por lo que Nadia se encontraba terminado de dar unos retoques a sus últimos dibujos y dejaba ir un suspiro, se sentía tan ansiosa de que comenzarán con aquello, además debía de hablar con Nixon por lo que dejando a un lado los lápices y libreta se dejo caer en la cama.

Anderson había salido hace dos horas para ir a una reunión con quien trabajaría a principio de año, se acomodo entre las almohadas suspirando, debía de estar bañada y vestida para cuando él regresara, por lo que bostezando agarro su móvil poniendo una alarma para dentro de dos horas, descansaría esas dos horas y después se daría una ducha rápida.

Volvió a bostezar mientras se acurrucaba sobre las almohadas, cerró sus ojos dejando que una bruma densa cubriera sus párpados y la cubrió por completo. Anderson acababa de llegar cuando se extraño escuchar un silencio absoluto en la casa, se fijo en la hora que marcaba su reloj de mano y eran las dos de la tarde, entrecerrando sus ojos camino a pasos suaves hacia la segunda planta.

Cuando llegó a su habitación encontró a Nadia durmiendo dándole la espalda y abrazada a su almohada, una sonrisa se formó en sus labios mientras se apoyaba contra el marco de la puerta y la miraba. En ese instante el teléfono de ella comenzó a sonar y elevó una ceja divertido, mirando como ella buscaba a tientas este mismo y apagaba la alarma.

-No me quiero levantar -murmuró soñolienta.

-Si no lo haces, no veremos a Julian que hoy estará la trabajadora social y el abogado -expresó sonriendo, ella elevó la cabeza con sus ojos entrecerrados y dejo caer nuevamente la cabeza en las almohadas.

-Ando revuelto el estómago -murmuró -Creó que mi hizo daño comer esas fresas, pero si quiero ver a mi niño.

-Ya has comido ante fresas Nadia -le recordó él -Vamos a ir al hospital para asegurarnos que no puedas tener alguna infección -exclamó con el ceño fruncido.

-No quiero ir al hospital -replicó ella suspirando -Ya me iré a bañar -dijo -Podrías buscar mi ropa, por favor -pidió bostezando.

El asintió y esperó a que ella se levantara para entrar al baño, donde espero a oír que el agua de la ducha corría para así el buscar la ropa que se pondría; tras sacar un pantalón color crema y una camisa negra de mangas largas de botones, junto a un abrigo blanco felpudo que la cubriría del frío que hacia en ese día. También añadió la ropa interior en negra de encaje, a los minutos que el había dejado la ropa sobre la cama y que terminaba de colocar las libretas sobre el tocador junto a los lápices que había usado.

-Quiero comer un poco de helado -exclamó soltándose la toalla y poniéndose la ropa de interior -Será posible que podamos comprar helado en el camino -pidió.

-Está haciendo frío afuera Nadia y quieres helado -expreso frunciendo a un más el ceño.

-Soy de las que come helado los trecientos sesenta y cinco días del año, no importa el clima -exclamó ella risueña poniéndose el pantalón -Pero hablando enserio, quisiera un poco de helado, si es de frambuesa mucho mejor -murmuró.

-Ya pasaremos cuando vayamos o vengamos del orfanato -aceptó el sacudiendo su cabeza -Tus gusto son raros.

-Hum... -dijo como respuesta.

Diez minutos después se acomodaban en el auto de el y salían hacia el orfanato, donde llegaron a pocos minutos habían parado en una cafetería donde compraron dulces y chocolate caliente para los demás, ella cargaba los dulces mientras que Anderson tenía entre sus manos las cajas de dulces; un grito agudo llamó la atención de ambos.

UN AMOR DE NAVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora