Dos

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Dos

Por fin estaba en París, se encontraba mirando a través del balcón de su departamento la magnífica torre Eiffel, la sonrisa que poseía en su rostro era tan grande que hasta la podían comparar con la del gato en Alicia y el país de las maravillas, tenia solo cinco horas de haber llegado y había descansado solo cuatro horas.

Pero se sentía lista, ansiosa y sobre toda a la expectativa de poder recorrer las calles de la ciudad, según su itenario debía de ir los parques más conocidos de la ciudad, mientras llevaba su mochila con las libretas y su computadora, las ganas de llorar cada vez mas le querían ganar, pero no quería hacerlo.

Se paso la mano por el cabello y soltó una risa nerviosa, su meta, su anhelo se había cumplido y con creces, porque hoy en día quien diría que ella estaría ahí ansiosa por recorrer las calles de la ciudad, por perderse ante lo grande de esta, de querer poner en sus cuadernos lo que se puede percibir.

Ya no seria algo que ansiaba, sino que una realidad la suya propia. Decidió irse a vestir para iniciar con la travesía y tras elegir un conjunto de falda, camisa y chaqueta con unas sandalias de tacos bajos. Se observó en el espejo donde su reflejo brillaba por sí solo, la ropa que se había puesto era de su pertenecía y quería también causar impacto uno en donde las mujeres que tenían su talla, se preguntaran ¿Donde ha sacado esa ropa ella? De que quisieran tener unos cuantos dentros de sus armarios.

Tal vez aspiraba a mucho, pero ella quería causar una novedad. Solo deseaba que Josue estuviera ahí con ella, se mordió los labios sonriéndose así mism en el espejo y suspiro. Se aplico un brillo en sus labios y busco sus lentes para descansar la mirada, para poder comenzar su recorrido.

Debía de ir a desayunar antes de que comenzara a realizar ese magnífico recorrido, por lo que agarrando su cartera y bolso, junto a sus llaves salio de ahí yendo hacia la cafetería que quedaba enfrente del complejo de departamentos, cuando cruzo la calle y entro el olor a café llego a sus fosas nasales, este olor le hizo cerrar sus ojos y aspirarlo.

-Buenos días -escucho que decían en francés, en ese momento ella abrió sus ojos y observo a la persona que le había hablado.

-Buenos días -saludó ella.

-Puede sentarse en las mesas que dan hacia la calle y el complejo departamental -expreso la mujer con cariño -Usted puede visualizar de este lado, pero no los que están afuera a usted -le informó.

-¿En serio? -preguntó con las cejas alzadas -Le vendrían bien tener unas así en Estados Unidos.

-Usted es americana -exclamó la mujer con una sonrisa mucho más grande de la que ya tenía.

-Así es -expreso ella.

-Venga puede sentarse aquí -comento llevándola a una de las mesas esquineras -Aquí tiene el menú para que pueda elegir lo que desea -informó -Enseguida estaré con usted.

Todavía aturdida Nadia asintió y dejó sobre la mesa los bolsos que llevaba consigo, decidió hecharle una mirada al menú y tras decidir que comería, busco entre su bolso pequeño, el móvil donde decidió buscar el número de Josue para decirle que estaba bien, y que esperaba con alegría su llegada.

Cuando llevo su móvil a su oido y observó hacía fuera viendo a las personas que pasaban con pasos apresurados, otros a pasos lentos disfrutando del paisaje y del momento pudo visualizarlo a él quien se suponía que debía de estar en Venezuela, se recordó. Pero sus ojos no mentían era el ya que cuando el sacó su móvil contestó.

-¿Ya estas en tu destino amor? -le preguntó con un fingido entusiasmo.

Nadia sintió como su pecho comenzaba a cerrarse y que la respiración le faltaba.

UN AMOR DE NAVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora