Diecisiete

231 37 3
                                    

Diecisiete

Anderson se encontraba sentado a la orilla de la camilla de donde estaba Nadia conectada a varios cables que medían sus signos vitales; las silenciosas lágrimas caían sobre la mano de ella, que no hace mucho había salido de la sala de recuperación. La cirugía había sido complicada según los doctores, ya que tuvo un paro respiratorio y tuvieron que realizarle reanimación para que regresara.

Según el doctor Kieran habían sacado también el tumor que tenía, además de que tuvieron que limpiar el vientre y su vulva porque tenia residuos de lo que fue su embarazo. Lloraba porque el destino les quito la oportunidad de que fueran padres por segunda vez, ya que Julian a pesar de que no venía de sus interiores, era como si así hubiera sido.

Ahora la dicha de que lo fueran, se las habían arrebatado. Se mordió los labios para no sollozar y dejó caer la cabeza entre sus manos juntas, le estaba doliendo mucho aquella pérdida. Le costaba saber que ella tenía que saber la verdad, de que debía de decirle lo sucedido. Y que ahora solo le tocaba guardar reposo para que la herida que se encontraba sobre su vientre no se abriera.

Quiso ser el quien tuviera que soportar tanto dolor, porque ella era quien llevaba sobre su cuerpo la fisura de lo que pudo ser y no fue; deseo que no supiera nada, que no sospechara nada de lo sucedido, pero era tan evidente de que ella si lo sabía. Todavía no sabían si despertaría por lo que no se preocupó llorar mucho, con aquel dolor que un padre sentía al saber que un hijo que tal vez hasta en ese mismo día se había enterado comenzaba a formarse en el vientre de la mujer que mas amaba en el mundo.

Se encontraba perdido, dolido, herido y sobre todo acojonado porque no tenia el valor suficiente para decírselo.

-No llores amor -susurró Nadia con la voz ronca.

Anderson levanto la cabeza y la vio, tenia sus ojos cerrados pero el apretón suele dio a su mano supo que no había sido una imaginación de el, de su subconsciente.

-Mi amor -murmuró él con aquel nudo en su garganta que lo tenia desde que la vio al pie de las escaleras entre los brazos de Uriel.

-¿Se fue verdad? -le preguntó abriendo un poco sus ojos, lo que Anderson pudo ver lo desarmo.

Le dejo sin aire, sin ganas de vivir; el dolor en aquella mirada.

-¿De que hablas preociosa? -le preguntó el con suavidad.
-De nuestro bebé -le dijo dándole una sonrisa llena de tristeza.

Anderson solo sollozo con fuerza mientras ocultaba su rostro de los ojos de ella, quien cerró sus ojos al entender aquel acto, las lágrimas que corrieron por el rostro de ella y de el fueron dolorosas, llenas de algo que no se podía poner palabras, un dolor agudo, una añorazan que tenían en sus corazones y que ahora se la arrebatan.

-Perdoname -habló ella entre llanto -Me asuste cuando escuche la voz de mi padre, y me caí -expreso -Perdoname amor -pidió.

-No hay nada que pueda perdonarte Nadia -aclaró él levantando su mirada borrosa -No eres responsable de que sucediera esa desgracia.

-Puede que sea así -aceptó ella -Pero siento que soy culpable, porque si me hubiera esperado a que tu llegaras con mi niño, esto no habría pasado.

-Pero paso preciosa -respondió el limpiándole las lágrimas que corrían por el rostro de ella -Tal vez no hubiera sido ayer, pero hubiera sido en cualquier mes o día. Y el dolor habría sido más grande.

-Aún así me duele -respondió ella -Y este dolor me esta carcomiendo, por que pude esperar, debí esperar.

-Y nos ponemos a pensar así, no nos llevara a nada preciosa -le recordó -Es mejor dejar que el dolor se vaya poco a poco.

-Perdoname -suplicó ella nuevamente cerrando sus ojos y dejando que el sueño la venciera con lágrimas en sus ojos.

Anderson no debía de perdonarle nada, porque lo sucedido no era culpa de ella, no era culpa del padre de ella y mucho menos culpa de él. Tal vez no era momento, que el destino así quiso, que deseo llevárselo y tener a un angelito en el cielo.

La tarde de ese día Nadia había despertado y no podía dormir, había mandado a Anderson a casa a descansar un rato, a que se diera un baño y que regresara por la noche, ahora se encontraba viendo hacia una de las ventanas que daban hacia la calle se suponía, pero que ella sólo veía las nubes y la caída de nieve por la ciudad y el hospital.

La puerta de su habitación entró una mujer de bata y ella la observo con una pequeña sonrisa, que la sentía vacía y hasta irónica.

-Buenas tardes señorita D'Alessio -saludó ella -Soy la psicóloga Marlene. Y me gustaría tener una plática contigo.

-Bueno -respondió ella.

-¿Como te sientes con lo sucedido? -le preguntó.

-Agotada, mal y con dolor -le respondió -Siento que de alguna manera es mi culpa haber perdido a mi bebé.

-Pero eres consciente de que no es así ¿Verdad? -le cuestionó.

-En parte sí -murmuró cerrando sus ojos y sintiendo como se le llenaban de lágrimas.

-Bueno siendo así debes de entender que no fue tu culpa -le comenzó a decir -Los distintos abortos espontáneos suceden todos los días. ¿O en este caso fue algo planeado? -cuestionó la doctora.

-No... -respondió ella respirando hondo -Iba caminando a pasos suaves por las escaleras -recordó -Pensaba que estaba sola, ya que el día anterior había tenido una pelea verbal con mi padre específicamente. Y cuando iba por la mitad de estas lo escuche en lo alto de las mismas, haciendo que me sobresaltara.

-Entiendo -dijo ella -¿Que hubiera pasado si hubiera sido Anderson que te diera un susto?

-No sé, pero hubiera tenido la misma reacción -aseguró -Y la culpa existiría de la misma forma. Además no le hecho culpa a mi padre por haberme hablado en ese momento, solo que si no hubiera bajado, que si no me hubiera movido del cuarto nada habría pasado.

-No lo creo Nadia -le comentó la doctora -Tal vez no te hubieras caído de las escaleras, pero pudo haber sido caer de la cama, de que te diera un mareo y te hiciera tropezar contra una mesa, con el lavado dentro del baño, con. La puerta. Con cualquier cosa que hayas tenido a tu alcance.

Nadia apretó sus labios porque tenia razón, pero ella deseaba tenerlo. Que viviera, eran tantas cosas que deseaba con aquel embarazo que ahora lo miraba lejos, demasiado lejos para poder realizarlo, para decir que ella tendría una vida nueva en sur cuerpo.

-Por lo que se en unas horas te darán de alta -murmuró la doctora -Te recomiendo que tanto tú, como tu pareja vayan a una terapia de pareja, ambos están enfrentando un luto que a pesar de que el bebé no nato, estuvieron alegres por la noticia el se enteró cuando llamó a tu doctor para preguntar si dentro de los exámenes que te habían hecho estaba una de embarazo y cuando le dijeron los resultados lo mas recomendable, era que fueras ese mismo día a realizarte nuevos exámenes.

>>Según él, lo mas recomendable era inducir el embarazo -le comentó -Y puedo asegurar que tanto el como tú, no iban a tomar la decisión de inducirlo, por lo que llevarían a cabo dicho embarazo hasta que estuvieran preparados para que naciera, tal vez hoy lo mires como que el destino no quiso dejarlo formar en tu vientre, pero si hubiera nacido muerto, sin vida. Vuestro dolor hubiera sido mucho mas grande que el qué hoy sienten.

>>Como madre y como psicóloga te puedo decir que debes de verlo como un aprendizaje de que la vida puede ser predecible a la hora de hacer las suyas -expreso -No era el momento de que tu fueras madre, de que tuviera un bebé. Dale todo ese amor a tu niño, a ese niño de seis años que adoptaste, brindarle el amor que sientes, enseñale que la vida que por muy dura que sea, siempre se debe salir adelante.

UN AMOR DE NAVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora