Seis

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Seis

Cuando Nadia llego al complejo de departamentos con otra ropa distinta a la que se había marchado y de la mano con unos de los hombres que a pesar de ser reconocidos entre todos los de la ciudad, la prensa no hablaba de él, muchos no entendían el porque de ello.

Ella miro al chico que le había atendido el día que se había marchado sin haberle entregado las llaves del piso en que estaba Josue, le guiño unos de sus ojos a Anderson y se acerco a la recepción con una sonrisa apenada.

-Te debo una disculpa -exclamó Nadia entregándole las llaves a Martín que sonreía.

-Para nada señorita -comentó el encogiéndose de hombros -Cosas muchos mas raras han pasado por aquí y las he atendido yo, que por haberse olvidado de las llaves es una comparación demasiado suave.

-Pero no por eso deja de ser, que sea una irresponsable -apuntó ella sonriendo -Anderson ven, por favor -le pidió al mencionado quien se acerco a ella -El es Anderson y le puedes proporcionar una copia de llave cada vez que venga aqui -expreso -Además una duda ¿Qué ocurrió con Josue?

Martín llevo su mano hacia la cabeza y sonrió incómodo.

-Hizo un revuelto aquí mismo y pidió a gritos que se le diera una copia de llave en esta ocasión de su departamento -expreso con un rubor en sus mejillas.

-Por lo que se la dieron -dedujo ella soltando un bufido.

-Sí señorita -aceptó el joven -Aunque no le espero, paso dejando las llaves dos horas mas tardes de que usted se marchara y el hiciera lo mismo.

La sonrisa en los labios de Nadia se esfumo y fruncio el ceño haciendo que sus manos se formaran en puños.

-Llama a los de seguridad y has que suban a mi piso -ordenó ella caminando hacia los ascensores -Maldito hijo de perra -mascullo sintiendo su sangre correr como lava entre sus venas.

Anderson que la seguía de cerca la abrazo cuando entraron al ascensor y ella marco el penúltimo piso, la sintió temblar entre sus brazos además de lágrimas caían sobres sus brazos, los segundos se hicieron eternos y cuando llegaron a su destino Nadia aparto con suavidad los brazos de Anderson y camino hacia la puerta que estaba entornada y respiro hondo cerrando sus ojos antes de abrir toda la puerta.

El olor a quemado llegaron a sus fosas nasales y el paso que dio atrás Nadia le hizo tomarla de los hombros para que no cayera, ambos observabaron como el vestíbulo estaba destrozado, que los vidrios de platos y por lo que deducía de que eran copas estaban esparcidas por todo el lugar.

-Me quemo todo -sollozó -Ese imbécil me quemo todo mis bocetos y ropa -exclamó llorando con dolor -Maldito sea una y mil veces.

-¿Por que hizo esto? -cuestionó Anderson asombrado y enojado por lo que veía.

Ya que aquel acto era todo un indició de adolescente desde su punto de vista, apretó consigo a Nadia para que no entrará, pero le fue imposible ya que ella se deshizo de sus brazos y entro no mirando donde solo había ahora cenizas, el la siguió evitando pisar los vidrios rotos y regados por todo el camino.

Mientras que Nadia en su habitación sollozaba al ver que hasta su ropa estaba destrozada, que los dibujos colgados frente al espejo estaban hechos pedazos y que nada estaba a salvo, esta sin ropa, sin sus bocetos y con su computadora totalmente destruida, se encontraba mirando el espejo donde estaba escrito con su propio labial aquellas palabras que a pesar de suele dolieron, le hicieron ver que Josue no era lo que aparentaba.

«Si yo me quedo sin mis contactos, tú te quedarás sin tu estúpida colección. Esto es solo el inicio de una verdadera osadía que tu misma has creado, atente a las consecuencias.»

UN AMOR DE NAVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora