Doce

216 33 1
                                    

Doce

Nadia dejo ir un bufido mientras se acomodaba en la cama mientras se pasaba la mano por el rostro, miro a su alrededor y puso sus ojos en blanco, todavía sentir como su estómago seguía revuelto además de que la noche había sido eterna y un dolor de cabeza se instalaba detrás de su cabeza, se estiro sobre la cama y se dispuso a levantar.

Cuando estuvo de pie camino hacia el baño, donde al mirarse en el espejo se fijo que sus mejillas estaban sonrojadas, haciendo juego con sus nariz y con grandes ojeras, apoyo sus manos contra el lavado y dejó ir una respiración sintiendo que sea lo que sea, que en ese instante estuviera la estaba dejando sin energías.

Solo podía recordar que la noticia de que Julian por fin sería su hijo le había provocado una gran emoción en su cuerpo, que le ocasionó un desmayó. ¿Como no emocionarse por esa noticia? Se cuestiono, y a pesar de que Anderson la había regañado por no querer ir al hospital, la emoción de ella también le inundo porque ambos ansiaban todo aquello, y era impresionante que en pocos días hayan tenido la dicha que le brindaran al niño.

Cuando salio del baño después de haberse lavado los dientes, el rostro y haber hecho sus necesidades, camino a pasos lentos hacia las escaleras para bajarlas y así ir a la cocina tenia hambre a pesar de que no retenía mucho la comida; estando en lo alto de las escaleras se tuvo que apoyar en la baranda para que el mareo que le dio cuando vio aquella pendiente no la hiciera irse de bruces.

-Preciosa me hubieras llamado -escuchó ella a pesar de que sus hijos emitían un pitido.

-No me acordé -murmuró ella abriendo sus ojos y tratando de enfocarlo bien -Ayudame a bajar, por favor -pidió.

Anderson término de subir los escalones que le hacían falta para ayudarla bajar, le tenia preocupado su palidez, por lo que tras pasarle un brazo por la cintura comenzaron a bajar las escaleras, cuando llegaron al primer piso y fueron a la cocina él le ayudo a sentarse sobre las sillas altas.

-Te haré un té de manzanilla con canela -exclamó el dejando un beso en la mejilla de ella -Ayudará a que mantengas un poco calmado tu estómago,todavía me pregunto que te hizo daño para estar así de descompuesta.

-Las fresas -murmuró ella, hasta su voz se escuchaba rara -Estoy segura que debieron de ser las fresas -volvió a decir -Tengo que llamar a mi familia y a Nixon.

-Puedes llamarlo ahorita -expreso Anderson vertiendo la bolsita donde estaba la manzanilla y canela.

-Sí, no me acuerdo donde puse el teléfono -dijo -No sé, porque estoy así, pero no me gusta andar así. Me siento inútil.

-Todos nos enfermamos -comentó el a cambio -Lo único que debes de hacer, es obedecer al médico.

-Eso ya es pedirme mucho Anderson -masculló -Aunque trataré de hacer lo posible para que cuando vayamos a traer a mi niño este bien. Aunque pensándolo bien, puede que sea estrés lo que me este ocasionando esto, llamaré a mi psicólogo para preguntarle que podría ser lo que tengo.

-Creo que me parece perfecto -respondió él -Toma bebe pequeños sorbos, iré a buscarte el teléfono para que llames a tu familia y amigo.

-Te lo agradecería -murmuró.

A los minutos el regresaba con el teléfono, dos libretas, la caja de lápices y la computadora, ambos se pondrían a trabajar en sus cosas, aunque a ella estuviera enferma por así decirlo no debía dejar de trabajar en su colección, que pertenecía a casi tres libretas de distintos vestidos, pantalones, faldas y camisas. Aunque tenia una libreta aparte donde estaban todo lo relacionado al hombre que se encontraba concinando y trabajando con su computadora al lado.

UN AMOR DE NAVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora