11. El Diablo

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CAPITULO 11

El Diablo:

Hoy miro hacia el pasado y me doy cuenta de que mi vida es como es debido a una cadena sin fin de malas decisiones, aunque no me arrepiento de ello.

Crecí en un orfanato de una ciudad llamada Valle Verde, mis padres biológicos me abandonaron allí pensando tal vez que así tendría una mejor vida, pero nunca sentí que encajaba. Era ese niño que hacía siempre las cosas mal y a pesar que era cuidado por monjas no tenían pudor a la hora de golpearme como castigo.

Soñaba cada día con escaparme de ese lugar, por más que intenté esperar pacientemente a reunir la mayoría de edad para hacerlo; antes de cumplir los 18 años tomé lo poco que tenía y me fui sin mirar atrás.

Me instalé en una ciudad muy lejos de donde crecí, no era un buen barrio, pero el dinero no me alcanzaba para más. Encontrar trabajo en este nuevo mundo para una persona como yo sin posibilidades y sin estudios no era nada fácil; recibí cientos de portazos en la cara, malas contestas, y probé todo lo que encontré o más bien en lo que me aceptaron. Cada día se me hacía un poco más difícil sobrevivir.

Un año después aproximadamente alguien se me acerca para ofrecerme un "pequeño trabajo" en el que me pagarían por solo una vez lo que podía ganar en mes

— ¿Me pagarán todo eso en verdad?—pregunto

— Claro, es algo muy sencillo y si lo haces bien tendrás muchos más iguales

Acepté sin pensarlo o tan siquiera preguntar de que se trataba. Firmé un papel que parecía un contrato sin siquiera leer lo que decía, y me entregaron otro que tenía un nombre "Castillo" acompañado de un horario y el lugar del encuentro. Nunca olvidaré ese nombre, era cierto lo que dicen, el fantasma de la primera víctima te acompañará por el resto de tu vida. Cuando me disponía a irme me llama

— ¡Espera chico!

— ¿Sí?

— Necesitas el arma

— ¿El arma?

— Claro, toma — me entrega un pañuelo, que cubría una pistola

— ¿Pero... que es esto? —pregunto nervioso

— Debes eliminar a esa persona, sin testigos ¿entendido?

— No, no, no, espera... ¿eliminar?—pregunto con temor— ¡yo no soy un asesino!

— Jajá mmm... bueno, aceptaste el trato, pero te daré a elegir, tienes dos opciones, la primera es que haces lo que te digo o la segunda— saca un arma que llevaba detrás de su pantalón y la apunta entre mis cejas— ¡mueres tú!

— ¡Espera! —nunca había sentido tanto miedo en mi vida, no quería hacerle daño a nadie, pero tampoco quería morir así, cierro mis ojos, aprieto los puños... — ¡está bien, lo haré!

— Lo sé — se gira y comienza a alejarse de mi— recuerda, sin testigos.

Estaba en el lugar indicado, eran ya las 2:00 am tal y como decía en el papel, no había nadie por los alrededores. Un señor mayor de unos 60 y tantos años se acerca a un auto, me le acerco rápido, con miedo, pero preciso

— ¡Señor Castillo!

— ¿Sí?

Fue entonces que disparé. La sangre de aquel pobre hombre salpicó mi camisa dejando grabado ese horrible momento. Al ver su cuerpo sin vida caer ante mi entré en pánico, corrí sin parar, pensando sin cesar en lo que había hecho... tal vez ese hombre, Castillo, tenía familia, una esposa, hijos o incluso nietos, y yo le había arrebatado la vida. Nunca fui una persona ejemplar, pero tampoco creí jamás que fuera capaz de hacer semejante atrocidad.

Después de tanto correr llegué a mi casa, una casa vieja con casi todo roto sin confort ni comodidades. Llené una cubeta con agua, restregué mi cuerpo hasta casi arrancar mi piel, y recuerdo que me quedé allí por un buen rato tan solo llorando y pidiendo perdón.

Poco después alguien llama a la puerta, y al abrirla solo encuentro un pequeño maletín con una nota encima que decía "¡Buen trabajo, aquí está lo acordado y un pequeño bono, si deseas continuar trabajando para nosotros llama al número registrado en el móvil dentro del maletín!"

Corrí hacia dentro para revisar y al abrirlo vi que había más del dinero acordado; era tres veces más de lo que me habían prometido. Por un momento olvidé como lo había hecho y tan solo estuve feliz. Tomé el móvil que estaba dentro, solo tenía un número registrado y lo guardé en la mesa al lado de mi cama.

En la noche no lograba dormir, los recuerdos de aquel momento acompañados de la culpa me atormentaban, así que tomé mi chaqueta y decidí salir a caminar para aclarar mi mente. Caminé por horas, ya era muy tarde y no había nadie por todo aquello, hasta que pasé cerca de un parque. Cuando miré más detenidamente descubrí una chica, bellísima; tenía que acercarme... tenía que conocerla, pues su mirada perdida me cautivó, parecía tan rota como yo... fue en ese justo momento cuando conocí al amor de mi vida

— Soy Lina

— Un placer Lina, soy Brian... y desde hoy tu Diablo

Y fue entonces cuando mi vida tuvo sentido.

Brian "El Diablo" (Enmanuel Galbán)

Nota de la autora : Hola queridos amigos, hasta aquí el capítulo 11 de Bailando con el diablo

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Nota de la autora : Hola queridos amigos, hasta aquí el capítulo 11 de Bailando con el diablo. Quiero agradecer a Enmanuel Galbán por el apoyo brindado para la realización de esta novela. Un beso a todos y FELIZ NAVIDAD.

Bailando con el Diablo  © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora