14. Amigos

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CAPITULO 14

Que mala suerte la mía al ver que mi próximo objetivo sería la mujer que amo. En ese momento no sentí rabia, ni dolor, no sentía nada; el mundo había dejado de existir.

Me quedé un buen rato mirando la nota, tratando de encontrar la lógica, pero era imposible.

¿Quién querría deshacerse de ella? No le hace mal a nadie, no tiene enemigos, y sus padres son una escoria de la sociedad que no tienen ni un duro para poder pagar algo así.

Luego de un tiempo de meditación llegué a la conclusión de que necesitaría ayuda de dos amigos de mi más absoluta confianza.

Una hora después…

—Diablo — me saluda uno de ellos entrando a mi casa

—Alejandro, necesito tu ayuda

—¿Qué sucede?

—Espera, falta alguien más

—Pues ya puedes hablar— dice mi otro amigo que recién llegaba

—¡Nando! — digo mientras nos damos un fuerte apretón de manos

—¿Qué tenemos que hacer? — dicen Alejandro y Nando a la vez

En la madrugada nos dirigimos al centro donde se encontraba Lina y Alejandro se quedó en el auto mientras que Nando y yo entramos. Debo admitir que entrar fue extremadamente fácil; no había una persona por todo aquello, la seguridad era casi nula.

Al llegar a su habitación la pude ver durmiendo tan tranquila, su rostro se veía calmado y libre de angustias, observarla por unos segundos me trajo la confianza y seguridad que necesitaba.

— Entremos antes de que llegue alguien — dice Nando

— Aún no amigo mío, aún no.

Segundos después unos hombres se nos acercan por detrás de manera muy rápida poniéndonos unos paños con algún tipo de sustancia que nos dejó inconscientes, alejándome de la mujer que amo.

Dos horas después…

Un cubo de agua helada me hace despertar de mi sueño forzado; nos encontrábamos nada más y nada menos que en la guarida del cabecilla de esta “empresa”. De rodillas ante él y diez secuaces, que lo protegían, comenzó a hablarnos.

—Bueno, bueno, el famoso “Diablo”, jajá, desde aquí no te vez tan imponente.

—¿Entonces por qué no me sueltas y vemos que tan imponente soy? — respondo.

—Jajaja, me gusta tu actitud Diablo lástima que no sabes elegir a quien debes tener a tu lado, y peor aún, ni siquiera eres capaz de inyectarle un somnífero a una chica que ya estaba dormida — camina hacia mí— desafiarme trae consecuencias y por eso debes morir ante mí para que en tu próxima vida… ¡NO SEAS UN COBARDE! — me grita mientras que algunas gotas de saliva caen en mi cara.

—¡Tienes razón, jefe! — le digo mientras se aleja — pero antes de morir le pido tres cosas por favor.

—Mmm ¿Algo así como un último deseo?

—Exacto.

—Está bien — alza sus brazos— te concederé tres deseos jajaja ¿Qué quieres?

—Primero, ¿Qué quiso decir con que le debía inyectar a la chica algo para dormir?

—En serio gastas muy mal tus deseos, pero está bien, te diré. Sus padres la apostaron y adivina, la perdieron, debíamos sacarla de ese lugar y llevarla a la casa del muelle para ser entregada a sus nuevos dueños

(Malditas personas, malditos padres, esas escorias no son humanos. Perder así a alguien tan preciada, amable y bondadosa, pero peor aún, a su propia hija. Me repugnan)

—Segundo, ¿Qué quiso decir con que no sé elegir quien esté a mi lado?

—Jajá, buena pregunta Diablo — hace un gesto con la cabeza haciendo que liberen a Alejandro — creo que las palabras sobran

—ME TRAICIONASTE BASTARDO — le grito con furia a Alejandro mientras que él se queda callado mirándome fijamente — y mi última petición es pelear cuerpo a cuerpo con el traidor — digo mirando al cabecilla

—Jajaja, gracias ti mi querido Diablo, la noche se hace cada vez más interesante, acepto tu petición, ¡Libérenlo!

Al liberarme Alejandro y yo comenzamos una batalla cuerpo a cuerpo mientras que el jefe y sus secuaces se deleitaban con el ring de boxeo improvisado, esperando ansiosos saber quién sería el ganador.

Al mismo tiempo aprovechando la falta de enfoque en él, Nando logró con sus dientes soltarse de las sogas que lo apresaban. A medida que nos íbamos golpeando nos abalanzábamos sobre esos que miraban, tomándoles las armas con discreción; estaban tan embobecidos que no lo vieron venir.

Alejandro me lanza contra el último con un arma, y la tomo con agilidad mientras que me lanza, pero esta vez hacia Nando, permitiendo así que le pasara la pistola.

—¡ABAJO! — grita Nando para alertarnos, disparándoles uno a uno a los desarmados, literalmente, dejando vivo al más importante, por lo que me le acerco

—¿Pero cómo? — dice mientras mira a su alrededor los cuerpos de sus compinches. Me le acerco aún más mientras Nando me pasa el arma

—Te daré un consejo para tu próxima vida, nunca subestimes al Diablo — digo mientras pongo una bala en el medio de su cabeza.

Hago una pausa en la historia y les explico lo sucedido.

Mientras leía la nota del paquete dejado en mi puerta, me di cuenta que no tenía sentido, que había algo más, pero no podía dejarlo así como así, porque si no lo hacía yo mandarían a otro en mi lugar, y si algo sé es que el mal se debe sacar de raíz. Organicé cada detalle: Alejandro me debía “traicionar”, la “traición” de Alejandro junto a la vanidad nuestro recién depuesto jefe al que le encantaba pavonearse, me haría llegar ante él permitiéndome dar ese maravilloso y sencillo golpe. Siempre he dicho que la guerra es más estrategia y menos fuerza, y gracias a eso salí victorioso.

Salimos de ahí los tres con los bolsillos llenos, tanto de dinero y bienes como de contactos de clientes; solo había un insignificante inconveniente; nuestra “pequeña” fiesta trajo problemas, pues ese lugar estaba demasiado cerca del centro de la ciudad, y debido a los disparos los vecinos llamaron a la policía.

Los cuerpos y el poco tiempo para limpiar el desastre nos pusieron en peor situación. Al salir nos llevamos por delante a los pocos guardias que quedaban asaltamos un auto, y ¡Bendita sea mi suerte! fui fotografiado antes de entrar el coche, lo cual me puso en la lista de los más buscados del país.

Aunque pasé a ser el nuevo jefe de nuestra “compañía”, un hombre de poder al que muchos temen, viví en las sombras por mucho tiempo con la esperanza que los ojos de Lina me volvieran a ver cómo una vez me miraron.

Antes de desaparecer del radar de todos confirmé el paradero de Lina. Alejandro se acercó a Kevin, el hermano de Lina, y le contó que había visto como la entraban a la fuerza en la casa del muelle. Su pobre hermano salió desprendido a su búsqueda y entre unos cuantos golpes logró sacarla de ahí.

Desde lo lejos, encima de una colina, los veía salir de aquel lugar, y me iba convencido de que la dejaba en buenas manos; era bueno saber que alguien que la amaba la protegería a toda costa.

Supe que Lina tomó clases de baile como terapia y que ahora era su pasión, por eso, mientras la miraba de lejos, me prometí algo antes de irme para no volver…

—No sé cuándo, no sé cómo, no sé dónde, pero algún día, te haré bailar… con tu Diablo

Nota de la autora : tripe actualización :D

Bailando con el Diablo  © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora