Capítulo 20.

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— Esto es horrible — declaró con el gesto más adusto y lleno de asco del universo. Stiles ya no cabía en su propia risa, parecía a punto de ahogarse doblado sobre sí mismo, los ojos le lagrimeaban y el estómago le dolía ya contraído.

No había parado de reír desde el segundo capítulo, el primero había sido todo seriedad, mientras trataban de ponerse al corriente con la introducción, elaborando su propia sipnosis mental. Desde el segundo, las cosas se habían vuelto más divertidas, Derek no sabía quién le irritaba más, si Blancanieves o la reina malvada. Emma no le desagradaba, y no había parado de compararlo con Caperucita, quién a pesar de su terrible sentido del estilo y falsa actitud fastidiosa, era fácil de reconocer.

— Y vienes bien vestido para la ocasión — le había comentado señalando la sudadera roja que él mismo le había regalado — solo te faltan el par de shorts que cortan la circulación y son idénticos.

La vergüenza de la última vez había sido relegada a la historia, siguiendo los consejos de su nueva mesa redonda, había decidido ignorar lo que había pasado y actuar con naturalidad, Derek lo entendió al instante y le siguió la corriente sin hacer preguntas, aún cuando parecía curioso al respecto. Se dedicaron a practicar combate cuerpo a cuerpo y a prácticas curativas durante toda la tarde, no se detuvieron hasta que Stiles fue capaz de hacerle un amplio corte en el brazo que luego curó con presteza.

Triunfante el castaño había tomado sus cosas para ponerse algo menos sudado, cuando el lobo sin más le había casi ordenado ir a ducharse en su habitación, el humano nuevamente sintió que una oleada de vergüenza se avecinaba, pero se controló como pudo y hizo caso. Negaría haber bailoteado en el baño y si olió las toallas o no para confirmar el tipo de suavizante que el lobo usaba al lavarlas era un asunto que quedaría entre él y el baño de Derek.

Ahora, después de un par de capítulos se deleitaba ante aquella versión de Caperucita. No pudo evitar estallar en ruidosas carcajadas en cuánto la abuelita le reveló muy campechanamente a Blancanieves que Caperuza resultó ser el lobo feroz en combo.

— Vaya, vaya, lobito el caperucito. Ya decía yo que tu insana obsesión con ese cuento no era normal — picó levantando las cejas rítmicamente a pesar de que el lobo lo miraba como si fuera a aniquilarlo en cualquier momento. Entonces torció la mueca irritada en su rostro a una sonrisa entre malvada y traviesa mientras se echaba ligeramente sobre él

— ¿Desde cuando la comida juega con el comensal? — inquirió el lobo acunando su rostro con la mano. Su rostro era tan expresivo a ratos, tan impresionantemente dramático. De súbito sintió deseos de besar la graciosa arruga en el espacio entre sus cejas fruncidas por la mueca de confusión.

— ¿Ahora soy tú comida? — murmuró buscando algo con que distraerse para no seguir pensando en lo dulce que se sentiría la calidez de su rostro bajo sus labios. Quería sonreír y por la mirada que le dirigía Derek, eso debía ser muy evidente.

— ¿Qué no lo has sido siempre Caperucita? —  añadió con gesto sugerente, mirando sus labios sin disimulo alguno antes de acariciarlos levemente con el pulgar.

— Los roles son confusos ahora — declaró agitando sus pestañas inconscientemente.

— Déjame recordarte quién es quién — solicitó mucho más sensual y amablemente de lo que jamás le había escuchado ya con una sonrisa depredadora brillándole hasta en los ojos mientras lo recostaba sobre el sillón tras haber pausado el episodio. Asintió medio ido apegando sus labios a los del lobo con una pequeña sonrisita que iba acorde a la perfección con su papel de presa, uno que a decir verdad disfrutaba orgullosamente. VaPero entonces un flashazo sobre su conversación de sexo seguro con su padre lo hizo esquivar el beso y reír ante el gruñido de exasperación que el pelinegro le soltó.

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