Capítulo 5: Advertencia

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Los ojos oscuros del director Callahan se clavaron con fuerza en él cuando entró a la oficina.

Bleiz y Kent ya estaban sentados en las sillas de visita frente al escritorio. El primero volteó a verlo con una mirada asesina, mientras que el segundo ni siquiera se dignó a moverse, pero Kian supo que su presencia no le era indiferente al delegado alumno porque continuaba tensándose, incapaz de ocultar su incomodidad y rechazo por compartir el mismo espacio.

—Gastrell, te estábamos esperando. Siéntate —le indicó el director, apuntando con un bolígrafo la silla vacía junto a Kent.

El silencio volvió a extenderse con pesadez hasta que se dejó caer sobre la silla.

—Bien, ahora, me van a decir exactamente lo que pasó. ¿Kent?

Kian reprimió con todas sus fuerzas las ganas de rodar los ojos. Por supuesto que iban a darle la primera palabra a Kent Burgess. Toda esa escena le hacía sentir un dejavú de la última vez que estuvo ahí con él tras el forcejeo que tuvieron el año pasado.

Si comparaba la violencia entre el altercado con Bleiz y el que tuvo con Kent el año pasado, el de Bleiz había sido mucho peor, sin embargo, no olvidaba la forma en la que Kent había exagerado las cosas hacía un año, haciéndolo ver como el único responsable de la golpiza. Y aunque era verdad que Kian había soltado el primer puñetazo, Kent había continuado, ensañándose en los golpes. Cuando fueron llamados a la oficina del director, su argumento había omitido por completo la parte en la que abordó a Kian para acusarlo e insultarlo por «meterse en su relación con Freya», lo cual fue la gota que derramó el vaso y lo hizo explotar, a pesar de que antes también le había escupido cosas como que era una «escoria de mierda» y que alejara sus «asquerosas y estúpidas manos» de ella.

Hasta cierto punto, Kian entendía que el puesto de Kent corría riesgos si admitía haberlo provocado primero con una boca llena de suciedad que para nada correspondía al prototipo de alumno modelo en el cual intentaba encajar con ciega obstinación. Pero lo que nunca pudo concebir fue que, cuando contó esa parte de la historia que Kent omitió, el director decidió no creerle. Así que terminó con una sentencia de expulsión, engañado por su exnovia y Kent, e invalidado por el director para quien solo importaban los golpes y no el trasfondo.

Lo único que tuvo solución fue lo primero, en cuanto el entrenador Gellar intervino para conseguirle una prórroga, y con ello, la oportunidad de continuar en la escuela, bajo juramento de que no volvería a causar problemas de ningún tipo.

Viéndolo desde otro ángulo, tal vez le convenía la expulsión porque así tendría mucho más tiempo y podría conseguir un trabajo de tiempo completo que le permitiera ganar más dinero.

Sí. Quizá las cosas sucedían por algo y partirle la cara a Bleiz por Olivia era un favor de la vida para ayudarlo en su plan de independizarse por fin de sus problemas personales.

Kent se aclaró la garganta, enderezándose el cuello de la camisa con dignidad.

—Verá, lo que sucede es que Kian y Bleiz estaban en un intercambio de golpes, en el campo de entrenamiento.

Callahan miró a Bleiz, pero sus ojos se quedaron más tiempo sentenciando a Kian, por supuesto. No obstante, este se limitó a apoyar los codos en las braceras de la silla y recargar la mejilla contra el puño, dispuesto a escuchar los disparates que saldrían de ahí.

—¿Quién inició la pelea? —preguntó Callahan, desde luego volviendo a dirigirse a Kent— ¿Fue Kian o Bleiz?

—Kian —respondió Bleiz, antes de que Kent pudiera abrir la boca.

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