Capítulo 20: A corazón abierto

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Aunque se había pasado la tarde llamándolo, Jennifer no estaba en casa cuando Kian llegó. Aún así, subió a su habitación y echó el seguro por costumbre. Dejó caer la mochila en el suelo y cuando estuvo a lado de la cama se arrojó de espaldas.

El dorso de su mano aterrizó sobre su frente, ayudándose a bloquear la luz de la lámpara del techo. Tenía muchas cosas rondándole la cabeza, pero sobre todo, se preguntaba si Livy habría llegado bien a casa, y también se preguntaba qué diría su yo de hace un mes si supiera acerca de todo el tiempo que el yo del presente estaba pasando junto a la chica de la que juró alejarse.

Estar tanto tiempo con Olivia Gellar había resultado en una revelación abrumadora, porque durante todas esas horas a él se le olvidaron los problemas que día y noche lo perseguían como su sombra en una película de terror. Incluso se había divertido.

Livy era una chica atolondrada, parlanchina y distraída. Ninguna de esas características había llamado antes la atención de Kian, no le parecían atractivas las mujeres así, simplemente le daba igual, pero por alguna razón, esos aspectos en ella resultaban encantadores y parecían tener un incompresible poder sobre él.

Lo sopesó durante un rato, hasta que de nuevo se atrapó pensando en si ella estaría bien.

Un chispazo de memoria lo hizo llevarse una mano al bolsillo del pantalón, donde había guardado el papel con el número de Livy. Para entonces ya estaba arrugado, pero intentó alisarlo entre el índice y el pulgar al tiempo que sacaba su teléfono para agregar el número.

Cuando estuvo hecho, buscó en WhatsApp el contacto recién guardado, pero se detuvo antes de abrir una nueva ventana de chat. ¿Qué iba a decirle?

Una parte de él todavía se resistía a involucrarse con ella, y sentía que cualquier cosa que le escribiera lo ponía en riesgo de... de...

¡Ni puta idea tenía de qué!

Su dedo tocó el contacto y en la pantalla se extendió la ventana vacía del chat. Al hacer eso, se hizo visible la pequeña foto de perfil en una de las esquinas superiores. No tenía por qué escribirle, pero nada le impedía curiosear en su foto, después de todo, ella no iba a enterarse. No aparecía en línea, y tampoco tenía el número de Kian, de modo que podía estar ahí sin que lo notara y sentirse tan estúpido como lo estaba siendo en ese momento, desde las sombras del chat no iniciado.

Al tocar la foto, esta se convirtió en un cuadrado que abarcó el centro de la pantalla. No supo decir si la foto era reciente o no, ella no miraba a la cámara, sino que se encontraba sentada en la banqueta de algún lugar, sosteniendo sobre su regazo a un gato anaranjado que alzaba por las axilas. Livy tenía el rostro y la mirada inclinada hacia el gato, mientras que el gato alzaba su naricilla rosa para tocar la de ella.

Kian se quedó contemplando aquella foto durante largos segundos, completamente abstraído, inmerso en el pequeño momento congelado en ese cuadradito. La luz del sol le daba sobre uno de sus hombros, iluminándola de una forma que hacía que los cabellos a su alrededor parecieran brillar con una incandescente luz propia, angelical. Los mechones más iluminados eran los que el viento le despeinaba, mientras que sobre el otro hombro se asomaban las hojas y las flores de una hortensia. Era como si todos los elementos de la naturaleza quisieran tocarla, rodeándola como si ella fuera un rayo más de sol, una flor, o una brisa de viento.

Se le tuvo que caer el teléfono sobre el pecho para salir de su transe.

No obstante, ahora sentía más vivas las ganas de saber sobre ella, y eso lo hizo recordar las fotos que había tomado ese día en la Abadía. Sí que tenía un pretexto para usar ese chat.

TinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora