Capítulo 13: Treinta centímetros

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El grifo del lavabo estaba abierto hasta el tope, y Kian levantó la vista hacia el espejo, pestañeando para apartar de sus pestañas las gotas de agua que se habían quedado atrapadas. Toda su cara escurría desde el nacimiento del pelo hasta el cuello, donde los pequeños ríos de agua se le metieron bajo la camisa, mojándola ligeramente.

Después de salir de la sala de estar, atravesó el vestíbulo, apretando el paso, y se encaramó escaleras arriba para entrar en su habitación y encerrarse en el baño. Estando ahí, abrió el agua fría del lavabo e hizo un cuenco con las manos para mojarse la cara, una y otra vez.

Terminó haciendo un desastre alrededor, acabando con las manos y las mejillas heladas, pero al menos encontró un poco de sosiego.

¿Qué acababa de pasar?

Sus ojos se entornaron al ver que aún le quedaba un manchón de labial que partía desde una comisura del labio. Con la mano húmeda se lo talló para retirarlo. La boca le había quedado hinchada por el frío y la forma tan brusca con que se limpió.

Se observó un instante más en el espejo. Lucía como si de verdad hubiera hecho otra cosa.

Dejando ir un suspiro, se pasó la mano por la frente para retirarse los mechones mojados y salió del baño, jalando una toalla de la silla rumbo a la cama, donde se dejó caer para sentarse.

Se sentía muy confundido. Olivia lo confundía.

Si no la conociera de absolutamente nada, diría que, por un momento, ella se había preparado para la anticipación de ser besada, y lo deseaba... Pero, aún con lo poco que conocía de ella, sabía que la realidad se acercaba más a que tal vez era el propio deseo de él haciéndolo imaginar cosas y situaciones que no estaban sucediendo.

Y aunque le fastidiara en sobremanera, tuvo que recordarse que ella le había rogado por Kent. Si ella tenía o no una relación con el delegado, era evidente que al menos se sentía comprometida y leal hacia él. Si había algo sobre lo cual Kian tenía una fuerte impresión, era que Olivia era del tipo leal, y jamás haría algo para traicionar a otro, especialmente si se trataba del chico de su interés.

Kian estaba muy lejos de figurar en eso.

Soltó el agarre de la toalla sobre el regazo, contemplando su palma abierta; la mano con la que la había tocado. Su dedo índice quedó ligeramente entintado por el pigmento del labial.

Tenía claro que no estaba en su derecho de intervenir en la vida de Olivia, así que seguiría como hasta el momento: apartado de ella. Sin embargo, ya no sabía qué hacer consigo mismo, porque, aunque por fuera pudiera mantener su promesa de estar lejos, por dentro lo que deseaba era acercarse más.

Dejó caer la espada sobre el colchón, rebotando ligeramente.

Odiaba no tener precedentes para eso. Nunca se había sentido así.

Vulnerable.

Vulnerable

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