Capítulo 4

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Dijo, su voz tan suave como un murmullo. Me recorrió un escalofrío por toda la espalda y al ver su sonrisa sentí que mi corazón dejaba de latir. Corrí con todas mis fuerzas para llegar a la puerta, pero esta se cerró de golpe, como si alguien la hubiera azotado. Pegué mi espalda contra ella y miré al chico que me había hablado; caminaba lentamente hacia mí y su flequillo cubría gran parte de su rostro. Puse mis manos en puño, lista para golpearlo; el chico rápidamente me tomó de las muñecas con fuerza y las atrajo a su pecho, pegándome a él frente a frente.

- Muéstrame lo que puedes hacer.

Susurró, mirándome con intensidad. Su respiración parecía agitada, como si estuviera emocionado, sin embargo sus ojos lo enmascaraban todo. Lentamente negué con la cabeza.

- No.

Dije. Lo repetí, esta vez más alto y fuerte. ¿Por qué quería saber qué podía hacer? ¿Por qué no me ha delatado? Las preguntas se arremolinaban en mi mente, y el miedo no me dejaba pensar. Sus ojos ámbar se clavaron en los míos y sentí un nuevo escalofrío recorrer mi espina.

- Hazlo. Te mostraré lo que yo hago.

Susurró. Sentí la curiosidad picarme con fuerza, pero sabía que no debía mostrarle nada. Pronto entré en un debate conmigo misma, pues la curiosidad era más fuerte que la razón, pero pasó algo que interrumpió mi debate interno: el chico me soltó y se alejó tan solo tres pasos, se giró para mirarme una vez más y suspiró.

- Bien, te mostraré lo que yo puedo hacer, pero después será tu turno.

Dijo, cerrando los ojos. Sentía que esta era mi oportunidad de escapar, pero la curiosidad, que es mi peor defecto, me dejó plantada para ver lo que hacía. Levantó los brazos al aire, elevando ligeramente la barbilla con ellos; su respiración se volvió agitada y sus ojos se movían con rapidez bajo sus párpados. Cuando estaba a punto de salir corriendo, pasó algo que me heló la sangre a pesar de haberlo hecho miles de veces en el entrenamiento.

Una de las sillas comenzó a elevarse, temblando ligeramente al hacerlo. Se veía que casi no tenía el control en la levitación, pero logró elevar muchas de las sillas por lo menos a un metro sobre el suelo. Cuando las dejó caer con suavidad al suelo, él cayó de rodillas también, claramente agotado; sin pensarlo dos veces corrí hacia el chico.

- Oye, ¿Estás bien? Siéntate en una de las sillas.

Dije, medio cargándolo medio dirigiéndolo a una silla. Cuando el chico estuvo sentado, se pasó las manos por el cabello, peinándolo hacia atrás. Se veía más confiable sin todo el flequillo cubriendo sus ojos o parte de su rostro, así que ese echo me infundió un poco de valor.

- Bueno, ya me has demostrado que eres igual que yo. Yo también puedo hacer eso, pero me pediste que te muestre todo lo que puedo hacer, ¿No? Así que aquí lo tienes.

Dije, casi gruñendo. Me ponía nerviosa demostrar mis dones frente a alguien que no fuera el profesor, pero él ya se ha ganado mi confianza, de un modo u otro. Me alejé cuatro pasos del chico e hice lo primero que aprendí a controlar durante los entrenamientos exhaustivos con el profesor: cambio de apariencia o como yo le llamaba, Metamorfosis.

Cambié el color de mi cabello a rubio y de rubio a pelirrojo. El color de mis ojos a azul y de azul a verde; hice todos los cambios que recordaba y que podía hacer sin dificultad, o por lo menos con un porcentaje reducido de ella. Cuando terminé, regresé a mi forma normal al tiempo que el chico cerraba la boca, que hace unos minutos estaba por los suelos.

- Entonces puedes cambiar de apariencia ¿Eh?, Como aquel chico que atraparon hoy.

Dijo. Cuando mencionó al niño apretó las manos en puños con fuerza. Cuando sus nudillos se volvieron blancos de la fuerza caminé hacia él y lo tomé por las muñecas para evitar que siguiera haciéndose daño. Tuve que usar Fuerza para hacerlo, pero logré controlarlo lo suficiente.

Genetics: Genéticamente AlteradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora