Capítulo 17

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Miré al chico que había golpeado tratando de disimular mi miedo. ¿Había cambiado sin querer de color de cabello?

- ¿Por qué lo dices?

Pregunté, aparentando calma y confusión. El chico me examinó de pies a cabeza y después negó con la cabeza, como espantando un pensamiento imposible.

- Creí que eras castaña, pero debo admitir que desde cierto ángulo te ves pelirroja. . . Perdona mi arrebato.

Dijo. Sonreí como disculpándolo, pero la verdad estaba aliviada y muy confundida. ¿Me había vuelto pelirroja de la vergüenza? Miré de reojo a Gerald, quien me miraba expresando preocupación en los ojos y alivio en el rostro. Le sonreí, y sentí mis mejillas enrojecer.

- A todo esto, ¿Por qué tan alarmado?

Preguntó finalmente Gerald, cambiando el tema. El ojinegro nos miró a ambos y suspiró. A continuación, miró dos o tres veces hacia la puerta y nos dedicó una dura y larga mirada.

- Escuché que los guardias venían. Tengo a un amigo en una de las casas vecinas que lleva aquí más de una semana y me ha dicho lo que teníamos que hacer; cuando entran los guardias esperan vernos con el uniforme puesto. Debieron de haberlo visto, está muy herido el pobre, pero a pesar de estar en esas condiciones, era capaz de moverse y se veía fuerte para su edad, lo que me lleva a pensar que no quieren exterminarnos, más bien necesitan algo de nosotros. . .

Y el ojinegro se sumió en sus pensamientos, murmurando de vez en cuando una que otra palabra inteligible. Miré a Gerald y no hizo falta que dijera nada; ambos sabíamos que necesitaban algo de nosotros, no era necesario pensarlo demasiado.

- ¿Qué crees que quieran?

Me preguntó a través de la mente. Negué con la cabeza y usé Bloqueo para pensar sin más interrupciones; algo necesitaban de nosotros, y no era difícil adivinar lo que era, ¿Para qué les serviríamos sino para usar nuestros poderes? y, a como veo la seguridad y las cosas, debe de ser algo peligroso, como un arma o algo por el estilo.

Desactivé bloqueo y me concentré en la puerta, pues había escuchado múltiples pasos provenir de afuera. Gerald y el chico parecieron haberlos oído también, pues ambos se tensaron y guardaron silencio.

La puerta se abrió y, parado y rígido bajo el umbral, estaba aquel general de mirada fría. Instintivamente di un paso hacia atrás y extendí los brazos alrededor de Gerald y el chico, como queriéndolos proteger; el hombre se limitó a soltar una risa burlesca que me heló la sangre.

- Tranquila, señorita, yo no vengo a hacerles daño.

¡Ni quien le crea! No me moví, ni siquiera mostré señales de querer hacerlo. Le reté con la mirada, endureciendo la mía lo más que pude.

- Usted es un maldito asesino. . . no dejaré que se les acerque.

Le dije mentalmente, entrecerrando los ojos. El hombre volvió a reír, pero esta vez con más ganas; dio una orden en un idioma que reconocí al instante como Japonés y acto seguido los guardias se abalanzaron sobre nosotros.

Sentí la gran necesidad de usar Velocidad y huir para después atacarlos por la espalda, pero recordé las palabras del profesor; no debía ponerme en evidencia. Dos guardias inmovilizaron a Gerald y al ojinegro y otros dos se encargaron de mí; a pesar de que ofrecí resistencia (pero no mostrando fuerza anormal) los dos guardias lograron esposar mis manos por detrás de la espalda y ponerme me rodillas.

El hombre de mirada fría se aproximó con paso lento hasta estar a dos pasos de mí; se agachó para estar a mi altura, quedando ambos rostros a unos centímetros del otro. Lo miré con todo el odio que pude ser capaz de reunir, y a pesar de que luché para soltarme y machacar al cabrón a golpes, no quise usar demasiada Fuerza, por lo tanto me quedé en donde mismo.

- Yo no soy el único asesino aquí, ¿O sí? La niña, a la que mataste a sangre fría, era mi hija; por ello, deberás pagar un castigo.

Dijo, mientras me miraba a los ojos y sonreía de la manera más sádica que jamás había visto. Antes siquiera de que pudiera continuar con su discurso, le escupí al rostro con desprecio.

- ¡Y el hombre al que asesinaste era mi padre! Quería que sintieras el dolor de perder. . .

Pero no pude continuar. El hombre me propinó tal golpe en el pómulo que volteé el rostro y ahogué un gimoteo de dolor. Escupí sangre y saliva en el suelo, saboreando el metálico sabor de mi sangre.

- ¡Maldito!

Gritó Gerald, tratando a su vez de soltarse. El hombre, sin dejar de mirarme a los ojos, le gritó que guardara silencio si no quería que me llevara otro golpe; pareció que usó magia, porque Gerald instantáneamente dejo de luchar y gritar.

-En efecto; tal parecía que ese hombre era tu padre, pero te diré algo.- se acercó a mi oído con una sonrisa perversa y susurró.- No me importa en lo más mínimo.

Se alejó y, con la cola de la pistola que llevaba uno de los guardias, me golpeó con fuerza el estómago. El golpe fue tan fuerte que me sacó el aire de los pulmones de golpe. Tosí y me retorcí, intentando recuperar oxígeno.

- Por tu insolencia y falta de respeto hacia tu superior, serán tres días en el poste sin comer. Señores, el castigo será público, así que llamen a todos los demás GA y organícenlos en en centro. Quiero que todos los nuevos sepan su lugar, no necesito más faltas de respeto.

Al escuchar el castigo no pude evitar reír, ganándome otra cachetada. No podía creerlo, ¿era en serio? Y yo que pensé que serían más crueles; si me dan agua, puedo soportar tres días sin comer. A pesar de todo, esto confirma mis sospechas; no intentan matarnos, o al menos no ahora.
Los guardias me levantaron del suelo y me fueron arrastrando hacia afuera.

- ¡Oigan! Yo soy perfectamente capaz de caminar, muchas gracias.

Me quejé, pero me ignoraron por completo. Agucé el oído para ver si el General-idiota decía algo más.

- Ustedes dos, escolten a estos jovencitos al centro también y asegúrense de que ambos estén entre las primeras filas. Ah, también asegúrense de que el joven de cabello negro coma más proteína, lo han dejado en los huesos.

Dijo, tomándome desprevenida. ¿Y qué le importaba a él el estado de Gerald? Cada vez estaba más claro que teníamos una utilidad, y que ese maldito hombre de ojos fríos le importaba lo capaces que seríamos para desempeñarla.

Genetics: Genéticamente AlteradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora