Capítulo 18

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Los dos incompetentes me arrastraron hasta el centro del terreno; alrededor de éste estaban cinco cabañas, incluyendo por la que acabamos de salir; no necesité demasiado tiempo para adivinar qué mutación genética pertenecía a cada color. En medio de todas estas había un edificio que se caracterizaba por su color grisáceo y aspecto imponente.
Después giré mi atención a nuestro destino, un gran poste de metal en el centro del círculo. Al llegar, pasaron mis brazos por él, dejando mis manos esposadas al poste por la espalda. Gruñí al pensar lo sencillo que sería romperlas de un sólo jalón, pero no debía hacerme notar más de lo necesario.
Después de unos minutos llegó el General-de-pacotilla, luciendo la sonrisa más cruel y satisfecha que le había visto hacer hasta entonces. Le devolví la sonrisa, recibiendo de él un gesto de menosprecio con la cabeza. Sonreí para mis adentros.
La gente comenzó a salir del edificio gris en cinco ordenadas filas. Tras un rápido conteo vi que eran siete en cada fila, todos y cada uno luciendo una expresión cansada. Los observé por un corto tiempo, intentando ver alguna señal de maltrato; todos estaban en excelentes condiciones físicas, pero la mayoría contaba con cicatrices en el rostro, lo que me llevó a pensar que tendrían más por todo el cuerpo.
Una fila en especial llamó mi atención; sus integrantes vestían exactamente el mismo traje que yo, pero de color verde intenso. Miré a las personas una por una, hasta que mis ojos cayeron en una en especial; al verlo, sentí mi corazón dar un vuelco brusco y mis ojos llenarse de lágrimas.

Era nada más y nada menos que Óliver.

Quería llamarlo, pero si el General-papanatas me descubría seguramente lo usaría en mi contra, convirtiéndolo en una debilidad. Me imaginé la felicidad de Gerald cuando vea a su hermano menor, además de que está en buenas condiciones; bueno, o por lo menos más o menos. Tenía varios cardenales en el rostro, y una que otra cicatriz en las mejillas, pero por todo lo demás estaba bien.

Cuando todos estuvieron formados en sus respectivos lugares alrededor del poste, todas las miradas fueron a caer sobre mí. En su mayoría eran miradas de lástima, como si verme así les causara alguna desesperanza. Al instante pude ver a los nuevos de cada grupo, parados al frente y con miradas de miedo y desconcierto dignas de una fotografía. El el grupo de blanco vi a Gerald, quien estaba inmóvil y me miraba con preocupación. Le sonreí y apunté con la cabeza hacia el grupo de verde, indicándole que viera detenidamente.
Sus ojos inmediatamente cayeron en Óliver. Pude ver cómo sus piernas temblaban con violencia, de sus ojos salían lágrimas en torrente y sus labios temblaban, como si quisieran formular una palabra. Óliver también lo vio, y comenzó a llorar a lágrima viva en silencio, mirando a su hermano mayor con una sonrisa de lástima en el rostro.

- Los he convocado aquí para darles la bienvenida a los nuevos Genetics, que ahora se encuentran al frente de cada grupo. Como todos los demás saben, están aquí para servir a una causa mayor, a una acción mundial que mejorará el rendimiento de la humanidad como nunca antes.
>> Pero, sin más preámbulos, iré al grano. Esta jovencita que ven aquí- me señaló con una amplia sonrisa -me ha faltado el respeto gravemente. Estoy seguro de que, por lo menos los nuevos, conocen la historia de esta chiquilla; sí, ella es la GA que intentó atacarme, acabó con la vida de dos oficiales y con la de mi hija. No por ello culparé a todos ustedes, ya que tengo muy en claro que no todos son monstruos como ella, pero espero que este castigo les sirva de ejemplo<<

Y explicó que me quedaría allí durante tres días y cuatro noches sin comer. Advirtió que, cualquiera que intentara darme de comer, sería castigado igual que yo. No me sentí humillada en ningún momento, pero lo que molestaba a sobremanera era que, si alguno de ellos sentía lástima por mí he intentaba ayudarme quedarían igual que yo.

Cuando el General les ordenó a todos a volver a sus habitaciones, todos y cada uno dieron media vuelta y se dirigieron a sus respectivos hogares. El General se propuso a seguir caminando hacia el edificio del centro, pero justo cuando dio el primer paso le metí una zancadilla, haciéndolo caer de narices. Escuché un terrible chasquido, que sin dudas era la nariz del general al romperse contra el suelo.

Muchas personas cubrieron sus bocas con expresiones horrorizadas y muchos otros me miraban con cierta esperanza y alguna que otra sonrisa cómplice. Pero, si he de ser sincera, todos los ojos estaban puestos en mí y la mayoría me miraban con preocupación y lástima.

El general se levantó del suelo, mostrando su ropa toda manchada de sangre y tierra; su nariz estaba torcida de una manera dolorosa, además de que estaba lagrimeando. Era la segunda vez que lograba causar una reacción nada petulante en aquel despreciable personaje.
Sus ojos cayeron sobre mí en un sólo instante, fulminándome con toda la ira y deseos de venganza que puede ser capaz de reunir un ser humano.

- ¿Conque así jugaremos, eh? Muy bien, juguemos.

Dijo. Sonrió de una manera escalofriante, causándome verdadero pavor. Ya había comprobado que si se atrevía a dañar a los GA bajo su custodia no lo hacía demasiado, ya que es evidente que nos necesita; pero le dejé en ridículo enfrente de todo mundo, y eso debe cambiar un poco las cosas.
Tragando el temor con fuerza me atreví a mirarlo a los ojos y sonreír.

- Adelante, que comience la partida.

Se escucharon varias risas entre los presentes, en su mayoría de GA. El General me dio una última mirada asesina y, con voz estridente, ordenó duplicar mi sentencia. Sentí por un momento algo de desasosiego, pues creí que el castigo sería algo realmente despiadado; y como agua fría cayó por mi espalda una duda. Por supuesto que no me dañará demasiado por que evidentemente soy GA, pero. . .

¿Realmente sabrá que valgo más que sólo uno, especificando, cinco?

Genetics: Genéticamente AlteradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora