Capítulo 13

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Ahora que recobré el sentido de la vista estoy más tranquilo. Puedo vigilar a Abril todo el tiempo, asegurándome de que la alimenten y no la maltraten mientras está en ese estado.

La pequeña Lisandra tampoco cambia mucho. Le he estado dando un poco de mis propias raciones de comida, de modo que ahora tenía un poco más de color y se veía más saludable. Le he preguntado sobre mi hermano pequeño, pero tampoco ella parece saber; eso me mortifica demasiado. Nadie sabe de él, nadie lo ha visto. . .

- ¡Levántense, engendros! Hemos llegado.

Gritó un guardia de voz estridente. Bufé con molestia y me quedé sentado, incapaz de ponerme en pie. La falta de comida me ha debilitado gradualmente hasta acabar con mis fuerzas, y esto se notaba seguramente en mi aspecto.

- ¡Levántate, ahora!

Me gritó uno de los guardias que pasaba a toda prisa por mi celda. Lo miré con furia y desprecio, tal y como se lo merecía.

- ¡No puedo moverme! Debieron de haber pensado en eso antes de dejarme así- Dije, señalándome con la cabeza.- Así que a menos que me suelten un poco las ataduras no seré capaz de ponerme en pie.

Repliqué, usando un ligero tono de ironía que irritó al guardia. Pero, contra lo que yo creía, éste se acercó con cuidado y soltó sólo las cadenas extra, dejándome con pesados grilletes que me brindaban algo de movilidad.

Me obligaron a salir de mi celda casi a rastras, metiéndome en una fila de personas. Observé todo a mi alrededor como si fuera la primera vez; ¿Cómo que habíamos llegado? ¿A dónde? ¿Estuvimos viajando todo este tiempo?

La fila comenzó a avanzar con paso lento pero pesado; todos aquí estaban claramente exhaustos y muy molestos, pues nadie hablaba, ni siquiera los más pequeños.
Al llegar frente a la celda de Abril me paré en seco; los guardias estaban peleando para ver quién la llevaría. Nadie se atrevía a acercarse a ella por los rumores, así que algunos estaban sopesando la probabilidad de llevarla arrastrando.

- ¡No pueden hacer eso! Es una persona, no un saco de arroz. Yo la llevaré.

Exclamé, saliéndome de la fila y caminando con rapidez hacia Abril. Muchos policías protestaron, pero nadie se me acercó para detenerme; al parecer ahora que podía moverme les aterrorizaba la idea de lo que podía hacer.
Cuando la tuve delante se me encogió el corazón; seguía dormida, pero la respiración era demasiado tranquila, casi inexistente. Con todo el cuidado que fui capaz la cargué como a una princesa y regresé a la fila, mirando su rostro de una manera embelesada.
Pesaba mucho menos de lo que me esperé. Esto me preocupó bastante, pero debía mantener la cabeza fría; necesitaba estar alerta por ella, protegerla como debí de haber hecho desde un principio.

La fila era demasiado corta, más o menos unas quince personas de edades variadas; un factor que parecía coincidir entre todas ellas era la juventud. Todos parecían tener menos de cincuenta años y, sólo uno que otro, aparentaba mayor edad. Busqué con la mirada a mi hermano, pero para mi desesperación no se encontraba por ningún lado.

Nos condujeron hacia unas rejas con alambres que fácilmente podrían medir siete metros. Dentro de ésta área cercada habían diferentes casas grandes, cada una de color diferente; la primera de izquierda a derecha era roja, la segunda amarilla, la tercera verde, la cuarta azul y la última blanca. Ninguna de ellas tenía un aspecto acogedor.

- ¡Ahora, los acomodaremos en sus nuevos hogares! ¡Quien oponga algún tipo de resistencia recibirán un castigo!

Gritó un policía de aspecto feroz que sostenía un fuente en la mano derecha. Todos los presentes guardaron silencio, pero no ocultaron su notable irritación y, en algunos pocos casos, miedo.

- Los engendros que tengan Fuerza, del lado derecho. Los de Velocidad, lado izquierdo.

Y así hicieron algunas personas. Tres se pararon del lado derecho y otras tres del izquierdo. De entre las de la derecha estaba Lisandra, quien se aferraba a la mano de una mujer menuda que compartía muchos de los rasgos de la pequeña. Nuestras miradas se cruzaron y ella se mordió el labio, claramente para aguantar las lágrimas. Le hice señas a como pude para tranquilizarla.

- Ahora, ustedes; a la estancia roja.- les ordenó el policía a los de Fuerza.- y ustedes, a la amarilla.-

Todos avanzaron con paso lento a donde se les indicaba. Cada uno de sus movimientos eran reacios y desafiantes, pero todos sabíamos lo que pasaría si desobedecíamos; no tendrían piedad.

- Los engendros Metamorfos, a la verde. Los de Visión, a la azul.

Gritó de nuevo. Seis personas se retiraron de la fila, dejándonos sólo a tres. Pude apreciar como Tadeo me dedicaba una sonrisa para infundirme ánimos, pero sus ojos reflejaban el miedo e incertidumbre que yo mismo había intentado ignorar.
Después de esto supe a dónde nos tocaba. Los tres que quedábamos caminamos hacia ella con paso lento. Un policía me dedicó una mirada de desdén y un poco de duda, como si quisiera preguntarme acerca de la chica que llevaba en brazos.

- Ella es amiga mía, tiene Intelecto.

Aclaré. El policía me propinó un golpe en el rostro con la cola de la escopeta, dejándome adolorido y de rodillas en el suelo. Hice todo lo posible para evitar que Abril se lastimara por mi caída, lográndolo con creces.

- No hables a menos de que te lo pidan, escoria.

Masculló el policía. Me puse en pie rápidamente y seguí mi camino, escuchando las risas de los guardias a mis espaldas. Revisé con la mirada a Abril para asegurarme de que estaba bien y una vez comprobado su estado entré a la casa que, según aquellos hombres, sería mi nuevo hogar.

Genetics: Genéticamente AlteradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora