26.

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Desde los acontecimientos del bar, decidimos ser más cuidadosos respecto a donde nos follábamos.

Bueno, lo decidimos en la teoría, en la práctica... es difícil romper viejos hábitos y mantener la distancia entre nuestras manos, cuerpos y bocas. Casi como una tortura. Aunque eso me dio tiempo para concentrarme en algo a lo que no le estaba prestando mucha atención: Mis clases.

Mis clasificaciones fueron en descenso desde Thomas, porque nunca había estado así de enamorado ni nunca había sido tan correspondido, y menos con alguien de mi clase. Sin embargo, como mi madre dice, eso no es excusa. En la única clase en el que mantuve mi desempeño al máximo fue química, y aun así, tuve que esforzarme el doble de lo que normalmente hacía antes de tener estos encuentros furtivos con el capitán de los Caballeros.

—Los culos de hombre son tu talón de Aquiles. Necesitas esforzarte más. —se quejó Joss como si fuera mi madre, en pleno almuerzo, haciendo que Tae y yo nos atragantemos con la comida de la cafetería.

Estaba por protestar, decir algo en mi defensa y proteger el honor de Hanlon. No es solo un culo, por más que haya sido el mejor que admiré alguna vez, pero estaba demasiado ocupado intentando respirar después de casi ahogarme.

—En su defensa, los culos son la debilidad de todos. —dijo Claude con una sonrisa burlona.

Mejor no me ayudes más, Claude.

—Joss, no necesito más reproches, me es suficiente con mi madre muchas gracias. —puse los ojos en blanco. —Y Claude, jamás te contrataría como abogado defensor.

Él sonrió divertido, encogiéndose de hombros como diciendo "ups, me declaro culpable."

Sonó el timbre, marcando el inicio de las clases. Fui con toda la intención de concentrarme en el profesor de barriga cervecera y no en el sedoso cabello rubio de Thomas, a quien veía desde atrás. Su nuca se veía muy apetecible desde esta perspectiva, parecía el lugar perfecto para colocar un chupón. Reprimí el impulso de levantarme y morder su cuello como fiera cazando su presa, pero el deseo de sentir el sabor salado de su piel contra mis labios fue difícil de resistir.

El dolor fue lo que me devolvió al presente, lejos de fantasías sensuales, Josephine, conociéndome tan bien como lo hacía, había notado que mi cabeza estaba en otra parte y me dio un puntapié en el tobillo, para regresarme a la fuerza a la realidad. Tae, quien lo notó, tuvo que cubrirse la boca con la mano para no mostrar su diversión, pero él no sabe disimular.

Desde entonces me centré en la aburrida explicación de qué carajos es la filosofía y porqué incluso si parece que no sirve, si lo hace.

Eso hasta que un papel arrugado aterrizó directamente en mi frente. Parpadeé unos segundos, falto de reacción hasta que la curiosidad invadió mi cabeza. A pesar de saber que debería ignorar el papel y su contenido, no podía dejar de preguntarme qué decía. Abrí el papel, con la duda de si se trataría de un insulto o alguna broma de Yongmin, pero era una letra diferente a la de ese simio. Una letra mucho más bonita y entendible. La letra Hanlon.

"Alístate para salir a las 19:30. Voy a pasar a buscarte -T.H"

Tuve que morderme el labio inferior para no sonreír tontamente, pero aparentemente disimulo tan bien como lo hace Tae por lo que otra vez sentí un puntapié en el tobillo.

Mierda, Joss, tienes el pie pesado. Si que duele.

Le di una mirada de "¡Bien, bien, lo siento!" y continué esforzándome por concentrarme en la inexistente importancia de la filosofía.

Salir de esa eterna clase fue una bendición, y ni hablar de terminar el día.

—No voy a cenar aquí, ma. —le dije, ya en casa, probándome atuendos para salir esta noche.

—Usa esa remera que se te pega al cuerpo. —aconsejó, sonriendo divertida mientras me veía ponerme y sacarme ropa, cambiando de prenda a los segundos porque ninguna me convencía lo suficiente. —¿Vas a una cita?

Preguntó, aun sabiendo la respuesta.

—Lo sabes. —la acusé, probándome esa remera apretada.

—Ay, el amor joven. —suspiró con una sonrisa amorosa y una mirada nostálgica. —recuerdo tu edad como la mejor etapa de mi vida. Bueno, más que nada a los veinte, pero no estas muy lejos de esa edad. Que lindo. Los hombres, muchachos llenos de juventud y hormonas —comentó con picardía— me buscaban siempre alrededor de las siete para salir a "dar un paseo" o "cenar", aunque nunca hacíamos esas cosas, si es me entiendes...

—Mamá... —me quejé empezando a sonrojarme mientras ella se reía, completamente avergonzado por las divagaciones sobre su vida amorosa pasada. —Es algo que no necesitaba saber.

—Espero que el chico con el que vayas a salir esta noche sea Thomas, porque él me gusta para ti. —confesó.

Ella se encontraba mirándome desde el marco de la puerta, analizando con atención mi reacción a semejante declaración y, algo en mi rostro debe haberme delatado, porque su sonrisa se hizo más extensa.

—Ya veo.

Escuchamos entonces bocinazos desde afuera.

—Parece que te buscan. Pásalo bien, hijo. Y mándame un mensaje cada tanto para que no me preocupe.

—Bien ma, te quiero, adiós. —besé su mejilla, tomé mi teléfono celular, mi abrigo y mi billetera y salí de mi casa, con las mejillas aun calientes.

—Buenas noches.

Lo saludé, entrando al auto y tratando de calmar mis nervios: Es Thomas. Había hecho mucho más que solo salir con él. No debería sentirme ansioso porque todo salga excelente esta noche cuando de cualquier manera los besos (y las demás cosas) eran una garantía hacia el final de la noche.

—¿Listo? —preguntó con una sonrisa que parecía un tanto tensa, a pesar de que intentaba demostrar confianza.

Sonreí frente a esto tan familiar. Era natural para él, fingir que tenía el control de la situación incluso si no era así y por dentro estaba derritiéndose del nerviosismo y ganas de huir de la situación. Había pasado en el picnic, nuestra primera cita juntos, y pasaba cada vez que iniciaba un nuevo partido que jugar.

—Depende, ¿Qué tienes pensado para mí?

—Eso es un secreto.

—Me gustan los secretos, solo cuando los comparten conmigo.

—Y lo haré. Solo tienes que ser paciente. Tomará unos veinte minutos llegar a destino.

—Thomas. —lo llamé, dándole una mirada seria y exigiendo su total atención. —Soy extremadamente paciente. Tengo que serlo si voy a aguantarte.

—Descarado. —bufó animado y me empujó suavemente. —Mejor cierra el pico. O tendré que callarte a besos. —estuve a punto de decir que me parecía una idea excepcional cuando continuó hablando— Y, aunque sea un curso de acción tentador, en este momento tenemos otros planes. No puedo arruinar la sorpresa ultra secreta que te tengo preparada, ¿verdad?

—Adelante, —le ordené— llévanos allí antes de que caiga en la tentación y te bese sin sentido.

Sentí una enorme oleada de afecto hacia este tonto a mi lado y me pregunté vagamente si así se sentía el amor, sabiendo la respuesta. 

Jugar, ganar y enamorarse |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora