Los días venideros llegaron con la ilusión de que todos se hubieran olvidado de la estúpida foto. Ilusiones vanas.
Caminaba de puntillas alrededor de mi madre, rezando porque no se le ocurra preguntarme que tal me va en la escuela, porque siempre se me ha dado fatal mentirle a mi mamá en la cara y contarle la situación actual no era una opción. Se volvería loca, solo la estresaría mucho más de lo debido para una mujer de su edad.
No es que fuera vieja, pero...
—Hola a todos...
—Sé quien fue el de las fotos.
Apenas tuve tiempo de saludar cuando Tae me abordó, angustiado.
—Yongmin.
Tampoco era tan difícil de adivinar.
—Lo siento, intenté decírselo a nuestros padres, pero se pusieron a discutir y volvieron a ignorarme. Le dijeron un par de cosas, pero no lo hará parar. No creo que nada lo haga parar.
—Amigo... amigo, tranquilízate por favor. —le pedí, poniendo las manos en sus hombros. —No tienes nada de qué disculparte.
—Pero me siento tan mal, tan culpable... es mi hermano. —sonaba tan triste y derrotado que no pude evitar abrazarlo.
—Exactamente. No tú. Tu hermano. No es tu culpa, no eres él y nadie los compara. Sé que tus padres lo hacen a veces, pero nosotros somos tus amigos y nadie te juzgará o responsabilizará por algo que no puedes controlar como las acciones de tu familia.
Me miró con ojos llorosos y aliviado.
—Pedazo de descerebrado, ¿Pensaste que nos perderías por eso?
Jossie lo abrazó por detrás, apoyando la mejilla en su espalda.
El siguiente en acercarse y rodearnos con sus enormes y fuertes brazos, sin decir una palabra y sin dudarlo, fue Petro. El grandulón de buen corazón. La siguiente fue Allegra, con una enorme sonrisa como siempre, pero con los ojos rojos y lagrimas queriendo escapar, conmovida.
—Te queremos, Tae, eso no cambiará.
Los siguientes fueron Claude y Steven, mientras Leon, Marcus y Evan daban su amor con palmaditas y palabras de aliento. Por otro lado, Thomas se levantó de su asiento y se acercó a nosotros. Con una mirada le expresé que, si se atrevía a ser un cretino en este momento de vulnerabilidad de mi mejor amigo, no volvería a saber de mí.
—Tae. —su voz era ronca, rasposa, como se escucha la garganta gastada de alguien después de llorar y llorar sin descanso, a pesar de que no tenía los ojos rojos. Era probable que hubiera estado llorando en la soledad de su habitación por la noche. —Gracias. Gracias por advertirnos. No te conozco mucho, pero a Finn sí, y agradezco que tenga a alguien como tu a su lado. —apartó su mirada de Tae para mirarlos a todos. — La vida puede ser una mierda, pero con ustedes al lado lo es menos.
—Oh, no puedo creer que nuestro capi me hizo llorar con esas bonitas palabras. —anunció teatralmente Steven, limpiándose una lagrima falsa de sus ojos, pero tenía una pequeña sonrisa sincera.
A pesar de sus payasadas, estaba tan conmovido como nuestra dulce Allegra.
Thomas se acercó y le dio un cariñoso puñetazo en el hombro.
Tae, mi mejor amigo, mi hermano, era un sol, una excelentísima persona. No sé qué pasó con su hermano como para que se comportara como un hijo de put...
—Quiero algo de ti, Hanlon.
Tuvo el descaro de encarar a su víctima. En ese momento, estaba a su lado, últimamente yo no me despegaba de Thomas, porque acompañarlo era lo único que podía hacer.
—¿Qué mierda quieres? —prácticamente le gruñó.
Tomó mi mano. Solo en ese momento, me di cuenta de que estaba temblando de la rabia.
—Muy fácil, mariquita. La capitanía de los caballeros.
Eso me hizo casi escupir una risa.
—¿De que te ríes, marica numero dos?
—Ellos jamás te van a aceptar como su capitán, Yongmin. No son descerebrados.
Apretó los puños con cólera, pero Thomas dio un paso adelante, mi caballero de brillante armadura quiso protegerme. Puse los ojos en blanco. Lo único que deseaba era asesinar a Yongmin con mis propias manos.
—No soy el único que decide eso y no eres tonto, lo sabes. Los chicos del equipo, el entrenador...
—Yo me ocuparé de eso, Hanlon. —dijo irritado. —Lo único que tienes que hacer, rubiecito, es renunciar a la capitanía. No es tan difícil.
—No lo hará. —aseguré.
—No lo haré.
—Lo harás. —ordenó. —porque si no, algunas de estas fotos pueden llegar a las elegantes oficinas de George Hanlon. O podría ir a la prensa directamente. Después de todo, tengo muchas copias de esas comprometedoras fotos de ti y tu noviecito.
Fue mi turno de tomar la mano de Thomas, tenso como resorte y listo para saltar y atacar a Yongmin.
—Tienes hasta el siguiente entrenamiento. Dos días. Te permitiré seguir en mi equipo solo porque eres un activo valioso, pero no podrás usar los vestuarios por razones obvias. Nos vemos, putos.
Toda la tensión abandonó su cuerpo en cuanto Yongmin y su estúpida sonrisita de superioridad se retiraron, como si estuviera completamente vacío, derrotado. Me obligué a reprimir mi enojo para consolar a mi novio.
—Esto es un desastre... mi padre, la competencia, Yongmin y sus amenazas de mierda...
Que todo esto esté ocurriendo tan cerca de las fechas de los partidos finales de la competencia entre escuelas solo agregaba dramatismo a la ya compleja situación. Por un momento no supe que decir. Todo lo que tenía para decir sería incorrecto, así que solo pasé los dedos por su cabello, acariciando con amor su cabeza.
Si, más de una vez quise una relación libre como cualquier otra, de público conocimiento, gritar a los cuatro vientos que Thomas Hanlon era "mío". Pero sacar a una persona del armario así, sin su consentimiento, es de las cosas más bajas que uno puede llegar a hacer.
—Lo siento. No quería que esto pasara. —admití genuinamente.
Tuve esa sensación terrible de impotencia, de saber que no hay nada que puedas hacer, aunque alguien que amas este sufriendo. La sufrí cuando Tae se quejaba de su familia disfuncional, o cuando Joss me hablaba acerca de inseguridades respecto a su cuerpo, sentí la misma impotencia que cuando mamá se ponía melancólica respecto a mi padre biológico o su decepción cuando su relación con Richard no funcionó como lo esperaba.
—No es más tu culpa que la mía. Te metí en esto y nos hundimos los dos, lo lamento...
—No te disculpes. Créeme, Thomas, en esto y en ti me metí yo solito.
Escucharlo reír me llenó de júbilo.
—Nadie me hace reír como tú. Ni siquiera Steven. Pero no se lo digas, o se ofenderá.
—Tu secreto esta a salvo conmigo. —prometí.
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Jugar, ganar y enamorarse |✔
Ficção AdolescenteFinn Gley es un joven abiertamente gay que se vio obligado a realizar una actividad extracurricular, y para su desafortunada conveniencia había un puesto vacante en el equipo de fútbol americano: Mantenimiento. Así que si, debía comportarse como el...