37.

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La tensión en el aire era palpable. Yo mismo, no interesado en absoluto en los deportes, me encontraba mordiéndome las uñas frente al nerviosismo del último partido. Lo que definiría la victoria o derrota de la escuela, pero sobre todo de Thomas y sus fieles Caballeros.

En las gradas estaba a quien menos deseaba ver, George Hanlon. Imponente y estoico como siempre, detrás de su rostro impasible ocultando lo afectado que estaba por el partido, deseoso de que su progenitor consiguiera el premio mayor. Ojos fijos en nadie más que Thomas hasta que otro hombre, el padre de Leon, según me cuentan más tarde, se acercó para hacerle conversación.

Me acerqué a Thomas con la excusa de llevarle un agua.

—¿Estás bien? Tuve que venir corriendo al notar a mi Cap sediento. —le ofrecí una botella que tomó con agradecimiento. Se la bebió casi toda de una vez. —Más despacio, flash, te va a hacer mal.

—Gracias, pero estoy bien.

No sé a quién quieres engañar, Hanlon.

A cambio le di una de mis mejores sonrisas.

—Todo saldrá bien.

Casi de inmediato me arrepentí de haber hecho aquella promesa, porque observé como Yongmin se dirigía con seguridad a las gradas. Sentí a Thomas tensar su cuerpo junto al mío y di un paso adelante, dispuesto a detener a Yongmin y liarme a puñetazos si era necesario, pero Thomas tomó mi brazo y me detuvo. Lo miré con incredulidad.

—¿No harás nada?

—No. Estoy harto de pelear, y luchar contra lo que es más fuerte que yo. Si mi padre tiene que enterarse, lo hará, aunque no sea el momento ni por los medios que yo hubiese preferido. —había cansancio en sus ojos resignados.

—¿Estás seguro?

—Si.

Observé con ansiedad a Yongmin intercambiando unas pocas palabras con el señor Hanlon antes de marcharse, pero, sorpresivamente, el hombre no parecía enojado, ni afectado de ninguna manera por el encuentro. 

Recordé que era un político de renombre, acostumbrado a fingir que nada podía sacarlo de sus casillas y todo estaba siempre bajo control. George Hanlon ciertamente parecía un fanático del control.

Sin embargo, no podía quedarme con la duda durante todo el maldito partido, así que emprendí mi búsqueda de Yongmin, quien aparentemente quería hacer cualquier cosa menos ver el partido final en el cual ni siquiera tendría participación.

Me lo encontr yéndose al lado contrario a las gradas, alejándose a pasos agigantados.

—¡Espera!

Le grité, y él se volteó, fastidiado, a pesar de que podría haberme ignorado como ha llevado haciéndolo desde que nos conocemos.

—¿Qué mierda quieres? ¿No te basta con que no los haya delatado a ti y a tu noviecito con su papi a pesar de que me hayan sacado del equipo?

Me quedé en silencio. No sentía pena por él, ni ninguna simpatía, pero me resultó curiosa su manera de actuar. Quería saber porque no dijo nada.

Pero a caballo regalado no se le miran los dientes, diría mi mamá.

—Gracias.

—No lo hice por ti. O por él. Simplemente... no me convenía ponerme del lado malo de un político. Demasiado riesgoso.

Su explicación tenía sentido, y aún así no me convencía. Era bastante probable que se hubiera abstenido de contar todo por algún cariño hacia Tae, y esperaba que ese fuera el caso, ya que indicaría alguna esperanza de que en algún momento dejara de ser un abusón.

Jugar, ganar y enamorarse |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora