25.

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Una victoria más. Una más y pasaban a las semifinales del campeonato. Thomas estaba tan extasiado que ni siquiera el hecho de que su padre no había mostrado su feo y arrugado rostro en las gradas pudo quitarle la emoción.

La felicidad era contagiosa y se respiraba en el aire. No todos los estudiantes eran fanáticos del fútbol americano, pero si estaban contentos por los resultados favorables que los Caballeros estaban obteniendo en cada partido. Los profesores se veían orgullosos, pero estaba seguro de que ninguno estaba tan orgulloso como yo de mis chicos. Incluso los estudiantes menos entusiasmados por los deportes estaban vagamente satisfechos, como por ejemplo la mismísima Jossie, a quien juro haber visto sonreír por un milésimo de segundo cada vez que mencionaban al equipo de nuestra escuela como ganador de la competencia.

La idea de festejar, por supuesto, fue dada por Steven un día que estábamos todos reunidos en la mesa de la cafetería, perdedores y jugadores populares conviviendo en armonía a la hora del almuerzo. Rápidamente, su idea fue secundada por un emocionado Claude, que con tal de pasar más tiempo con Leon aceptaría cualquier cosa. También Fred dijo que era una buena idea, y la siempre feliz Allegra asintió repetidamente con la cabeza, lo que llevó a Petro a estar de acuerdo automáticamente con lo que su enamorada quería. A partir de ahí, solo fue cuestión de tiempo y ciertos comentarios para que el resto este de acuerdo con salir a festejarlo. El grupo era lo suficientemente grande y lo pasaríamos bien. Intenté convencer a mis dos mejores amigos, Tae aceptó aunque inseguro y Joss fue un poco más difícil de convencer pero terminó diciendo que lo haría a regañadientes.

—Podemos ir a un bar que conozco.

—¿Qué tipo de bar? —entrecerré los ojos a Claude, que sonrió de la manera menos inocente que hubiera visto alguna vez. —No digo que tu idea de ir a un bar gay no sea buena, pero recuerda, no queremos incomodar o presionar...

Miré a propósito a Leon, consiguiendo que Claude se resignara con un puchero infantil.

—Yo sé a donde podemos ir. —dijo el segundo más peligroso de la mesa, o el primero, es difícil de decir.— Prometo que no habrá mujeres desnudas esta vez.

Jossie puso los ojos en blanco, molesta, Steven se disculpó con la mirada por sus pervertidas declaraciones.

Acordamos encontrarnos entonces ese fin de semana en el bar que Steven propuso, decidiendo, muy imprudentemente debo decir, confiar en él para la elección de lugar.

El local nos sorprendió para bien. Los precios eran accesibles, el lugar estaba limpio y la música estaba lo suficientemente baja como para permitirnos conversar tranquilamente entre nosotros si así lo deseábamos.

—¿Ven? Deberían confiar un poco más en mi.

—Es justamente lo que no deberíamos hacer, Steven. —dijo Hanlon entrecerrando los ojos, pero secretamente divertido. Podía escucharlo en el tono de su voz.

—Vamos... —él hace un puchero. —denle crédito a su amigo Stevie.

Pusimos los ojos en blanco, la mayoría de nosotros por lo menos.

—De hecho, merezco un beso como agradecimiento... —se volteó a ver a Jossie descaradamente, con una de las sonrisas más tontas y sugerentes que haya visto alguna vez.

—A mi no me mires, bastardo. —dijo ella, cruzándose de brazos.

—Yo te besaré con mucho gusto. —se apresuró a decir Claude antes de que Steven pudiera quejarse de nuevo.

Mierda, este chico no pierde el tiempo.

Pensé que todo quedaría en una broma inocente cuando Claude se inclinó y besó ruidosamente los labios de Steven, aunque sin lengua por lo que alcancé a ver.

Jugar, ganar y enamorarse |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora