Capítulo 10

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Mariana y César estaban aún en la habitación de Elisa. Él estaba de pie mirando por la ventana, ella sentada en el sillón al lado de la niña que aún dormía por el efecto de las pastillas que le habían dado.

- Fue una noche de tormenta cuando llegué en casa tarde después de un viaje. -Empezó a decir. -Estaba nervioso porqué algo no había terminado bien en los negocios, tú sabes... Fue cuando entré a mi habitación y encontré a Júlia con una bebé en brazos, estaba llorando, sonriendo, tenía una mezcla de sentimientos porqué sus intentos para quedar embarazada fueron en vano hasta que me explicó que habían tocado el timbre y dejado la niña en la puerta dentro de una cesta.

- ¡Dios mío!- Mariana puso la mano sobre la boca.

- Por días me propuse a buscar alguna pista que llegase hasta la verdadera origen de aquella criatura, no era posible que dejara a un ser tan indefenso así tirado cómo una basura. -Cerró los ojos con dolor. -Y sobretodo en medio a una lluvia fría, creo que la intención de quien hizo eso era deshacerse de una vez si es que me entiende. -Ella asintió con la cabeza aunque César no la miraba. -Dejarla morir.

- ¿No pudiste con el paradero de sus papás? -Preguntó tras segundos en silencio.

- Nada, ningún vecino vio nada, los empleados de la mansión tampoco... -Encogió los hombros. -Júlia estaba tan feliz, yo sentía que faltaba algo para dar sentido a mi vida de mierda y poco a poco Elisa fue ganando mi corazón. -Sonrió con tristeza. -Creo que desde el momento en que estiró los bracitos para que yo le cargara aunque fuera una bebé de pocos días, cuando la tuvo entre mis brazos supe que era mía aunque no tenía mi sangre.

- No es necesario que tenga la misma sangre, lo importante es la conexión y eso tienes mucho más con tu hija que cualquier padre biológico que la haya abandonado a su própria suerte. -Se levantó caminando despacio hasta estar más cerca de César que tenía la frente pegada al vidrio. -Elisa es tuya, más que de cualquiera porqué tú y Julia les diste la vida por segunda vez cuando optaron por adoptarla, cuidarla y sobretodo darle el cariño que necesitaba.

- Lo sé . -La voz salió ronca por el momento y por el contacto de las manos de Mariana sobre su hombro otra vez. -Aunque he vivido todos estos años con miedo de que por alguna razón la verdad saliera a la luz y que mi hija necesitase su familia biológica cómo ahora... ¿Que voy hacer Mariana? -Volteó la mirada derrotada.

- Ven aquí...

Sus cálidos brazos rodearon el cuerpo fuerte pero al mismo tiempo frágil del gran César Lazcano, que este momento era digno de pena de cualquier de sus enemigos. Se permitió llorar con la cabeza apoyada en el espacio entre el hombro y el cuello de Mariana, no le importaba a ninguno que mojase su caro atuendo con las lágrimas gruesas y calientes, eso era lo de menos. La rubia también se dejó llevar por las emociones, ¿quien no? De dónde estaba podría mirar a Elisa tan indefensa sobre la cama, necesitando más que nunca a sus padres verdaderos para salvarle la vida, pero como harían si lo primero que hicieron cuando vino al mundo fue intentar contra su derecho de vivir?

- Papito... -La pequeña murmuraba despertando un poco débil y sin pensar César se alejó de Mariana para tomarla entre sus brazos sin importarle si la intensidad del gesto la estaba lastimando o no.

- Mi vida hermosa, ¿cómo te sientes? -Acarició el pelo dejando la cabeza de la niña sobre su pecho. -Ya papá está aquí.

- Quiero irme a la casa, por favor papá, no me gusta este lugar. -Lloró pero no de berrinche, la realidad es que estaba harté de este sitio y no era para menos. -Pídele a Natalia que lleve los enfermeros a la casa, quiero mi habitación y mis juguetes.

- Aguanta un poco más, cariño . -Besó la frente. -Te lo juro que pronto vas a estar en casa, el médico ya va empezar a cuidarte cómo se debe para que luego estés recuperada totalmente.

La Inspectora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora