- Tengo ganas de ti...
César dijo mientras ponía el cuerpo de Mariana sobre la enorme cama. Deslizó los dedos por el rostro sonrojado por el deseo que sentía, gimió cuando ella mordió su dedo cuando acarició la boca.
- Y yo de ti...
Lo besó con pasión, enterrando los dedos en el pelo lacio, bajando el vestido, tocando la piel desnuda, César la miraba con deseo y enseguida acaricia la braga roja de encaje. Mariana abre las piernas regalando un acceso total a él, que se arrodilló entre ella pasando los dedos entre sus labios hinchados y la invade con un dedo.
Una sonrisa triunfal sale de los labios de César, verla a su merced totalmente húmeda y excitada es lo mejor que le puede pasar. Otro dedo la invadió sacando otro jadeo magnífico. El pulgar acariciaba el punto hinchado, estimulando hasta que explotó en un orgasmo único.
La tomó otra vez en brazos hasta el baño lujoso de la casa. Estaban de pie cerca de la tina, ahí Mariana lo ayudó a deshacerse de su ropa, las manos delicadas deslizando por el torso fuerte, los hombros, el abdomen con inocencia y picardía. Se detuvo en cada una de las cicatrices que César llevaba producto de aquella fatídica noche, se inclinó para besar una a una con cuidado y termina en su boca dándole un cálido beso mientras las manos ahora estaban en los pantalones librándole de ellos.
Se arrodilló frente a él tomando su miembro duro, lamió y por fin lo puso de una sola vez en la boca, haciendo César cerrar los ojos jadeando con la voz ronca. Sabía el paraíso. Mariana lo miraba con aquellos ojos verdes que estaban un poco más intensos por el deseo, con la otra mano bajó hasta su centro y empezó a darse placer bajo la mirada hambrienta de César.
Antes de llegar, él la alejó de una vez trayéndola para un beso, entraron en la tina juntos y la posiciona sobre sus piernas, Mariana desliza fácil cerrando los ojos y mordiendo los labios cachonda, César se apodera de sus pechos totalmente entumecidos y expuestos para él, abrazándola para estar totalmente en ella.
- Que caliente eres. -Dijo antes de tomar los labios hinchados de Mariana. -Nunca he deseado a nadie cómo te deseo a ti.
- Ah... -La rubia no lograba decir ninguna palabra, sólo jadeaba moviéndose sobre él. -César, por favor dame más.
Él se mueve un poco para tomar dos copas de vino que estaba al lado del jacuzzi, entrega una a ella, que toma de un solo golpe todo el líquido rojo dejando caer propositalmente un poco entre los senos. César lanzó un gruñido, lamió todo limpiando con ganas, ella besó su cuello y rasguñó la espalda con sus uñas cortas de color rojo, se detuvo en la oreja y mordiscó.
Mariana seguía moviéndose sensualmente, solamente las velas aromáticas iluminaban el ambiente y sus cuerpos parecían mucho más sensuales así. César la tomó por la cintura ayudándola a mantener la intensidad hasta que los dos explotaron juntos en un orgasmo gritando sus nombres cómo locos.
- ¿Cansada? -Preguntó con una sonrisa pícara tomando el pie de Mariana que estaba apoyado sobre su pecho y ella respiraba cansada en el otro extremo de la bañera.
- No te rías de mí. -Hizo un puchero. -Aunque siempre supe que para ser tu esposa es necesario mucha energía...
- ¿Ah si?
- Sí... -Mordió el labio. -Me cansas mucho más que tus hijos.
- Siempre fui un niño muy inquieto y en constante movimiento. -Acarició sus piernas. -Aún no he terminado contigo.
- Me espantaría si ya hubieras hecho. -Se inclinó para besarlo otra vez. -Porqué confieso que tampoco quisiera que se terminara.
Cuando se terminó toda la botella, se bañaron en la ducha acariciándose con amor. La bata de baño no quedó mucho en sus cuerpos, estaba en medio al suelo en pocos segundos mientras caminaban de vuelta a la cama. Mariana se puso de rodillas cómo César ordenó, paseó por la espalda con la punta de los dedos dejando besos en cada rincón, enseguida tocó los pezones provocando. Los jadeos sólo hicieron que él se quedara duro otra vez.
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La Inspectora
Literatura FemininaElla necesita infiltrarse y utilizar todo su poder de seducción para descubrir lo qué hay de tan ilícito en Royal Paradise, el casino del milionário César Lazcano. Parecía algo sencillo para una mujer que ya había hecho cosas así otras veces pero no...