Capítulo 8

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- ¡Papi, tengo miedo! ¿No puedes llamar a Mariana para que esté conmigo?

César miró a Elisa que estaba sentada en su sillita infantil cargando entre las pequeñas manos una toalla de color rojo que siempre utilizaba cuando estaba asustada. Después de lo qué pasó con Mariana, se estaban evitando el máximo, por las declaraciones hechas uno al otro y por problemas que se asomaron en el casino después del caos. Ella había pedido unos días de vacaciones, así que fue mejor para César.

- ¿Que va cambiar Mariana en eso, hija? Ya te dije que no va pasar nada, sólo te van a quitar el yeso, cariño. -Intentó sonar de una manera tranquila pero vio cuando la niña volteó la mirada para la ventana apoyando la cabeza ahí.

- Por favor, papi... Quiero a Mariana, es mi mejor amiga, llámala por favor.

El hombre soltó el aire al ver los ojos azules mirándolo otra vez con tristeza. Elisa no era la niña que mentía para conseguir algo, por eso tomó el celular llamando a Mariana que contestó después de tres llamadas. Su voz estaba cómo triste, pero cambió un poco cuando supo que estaba siendo intimada en el hospital. Cuando colgó, César ganó un beso en la mejilla por parte de su hija, cada vez más Mariana ocupaba el lugar de madre en su vida y eso lo dejaba asustado por pensar que no fue capaz de darle una madre decente después de la muerte de Júlia. Eso lo hacía pensar que estaba pecando con su hija.

Estaba con Elisa en la sala dónde harían el procedimiento. Mariana llegó en tiempo veloz cómo si hubiera corrido un maratón, pero aún así hermosa con un vestido comprido, botas y el pelo suelto. Saludó a César con un beso en la mejilla, dándole las gracias por haberla llamado y devolvió la sonrisa que la pequeña le regalaba desde la camilla que estaba sentada.

- Pensé que ya no me quería. -La niña dijo con los brazos alrededor del cuello de la mujer.

- Eso nunca, mi vida. -Besó la mejilla muchas veces y luego la sien. -Es que he tenido muchos asuntos que atender.

- ¿Me va doler? ¿Y si hay agujas? -Agarró el brazo de Mariana mientras miraba a César que también se acercó.

- No hay agujas, solamente van a quitarte el yeso, hija.

Por un tiempo se quedó admirando la interacción entre Mariana y Elisa, así lado a lado parecían madre e hija. El pelo de mismo color, los rizos, hasta la boca, también su hija tenía modos que le recordaba a la mujer y por un momento le pasó algo por la cabeza que hizo su cuerpo erizarse.

¿Podría ser Mariana la madre de Elisa?

No, estaba loco. Le había dicho que su bebé se había muerto, mientras Elisa había sido dejada en la puerta de su casa en una noche de tormenta llorando y envuelta en una manta blanca, así la encontró Júlia que renació en ellos las ganas de ser padres después de muchos intentos fracasados.

Las historias no se encontraban.

Se quedaron una hora más en el hospital porqué César aprovechó el momento para hacer un chequeo a Elisa, no porqué sentía algo, pero precaución y citó la pediatra de la niña,  una semana volvería para saber los resultados. La hora de sacar sangre el hombre se quedó pasmado porqué su hija no lloró, ni hizo berrinche gracias a Mariana que la distrajo prometiéndole pasarle el labial que ella tenía para estar iguales.

- Mira, papi, ya puedo caminar libre. -Saltó sobre César sacándolo de sus pensamientos. -Ya me quitaron y no dolió nada.

- Te lo dije, ¿verdad? -La besó dejándola en el suelo. - Y por portarte bien, vas a ganar un helado.

- ¿Enserio? -Abrió los ojos sorprendida y volteó para tomar la mano de Mariana. Salían juntos por el pasillo cómo una familia. -¿Viene con nosotros, Mari?

La Inspectora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora