Capítulo 6

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- ¿Te gustaría hablar de lo qué pasó anoche?

La pregunta saltó de la boca de César de forma común y solo después se dio cuenta de la mierda cuándo vio los ojos de Mariana mirando las manos que estaban en su regazo unidas, sudadas y trémulas pero eso él nunca se iba a enterar de este detalle.

Estaba en una cocina del apartamento de su secretaria comiendo pizza de queso y pollo, la mujer con quien había follado de maravilla en la noche anterior y los otros días, la mujer que tenía a él totalmente rendido a sus pies y no era diferente con su hija, incluso hoy que la había cuidado durante todo el día. No tenía idea de lo que estaba haciendo ahí, debería haber llevado a Elisa a la casa y después follar con alguna mujer en su apartamento, pero no, el destino quiso que estuviera hecho una estatua esperando la respuesta de Mariana que tardó en venir.

- No veo porqué tenemos que hablar de eso. -Contestó intentando sonar firme, sin inseguridad, pero César era inteligente, sobretodo con mujeres.

- Entiendo, fue un revolcón. -Se puso serio. -Pero es que dijiste que no íbamos a follar otra vez, siempre dices eso pero al fin tu y yo terminamos en la cama.

- De verdad no sé a dónde quieres llegar con este tema y creo que lo mejor es no seguir. -Desvió la mirada a su copa de vino que estaba por la mitad.

- Si sabes dónde quiero llegar, Mariana.

Ella lo sabía perfectamente pero no era lo correcto y por más que intentase dibujar en su mente algún camino fácil para desviar de este veneno adicto que se convertía César Lazcano en su vida, él seguía mirándola hecho un animal listo para atacar la presa.

- Es mejor que te vayas... -Ella se levantó de pronto tan nerviosa que tropezó y César la tomó en brazos haciéndola caer sentada sobre sus piernas.

- ¿Me estás echando de tu casa? Que mala educación tienes... -Ironizó.

- ¡Suéltame! -Intentó deshacerse del contacto pero sin éxito. -César... por favor.

- No te voy a soltar hasta que me digas que aceptas mi propuesta.

- Ya sabes que mi respuesta es NO.

César cerró los dientes, odiaba ser retado sobretodo por mujeres pero se había olvidado por instantes que Mariana era distinta, era única y era altiva. Dibujó una sonrisa perversa en su labio atractivo rodeado por la barba gruesa que la tentaba a acariciar antes de lanzarse sobre sus labios que tenía el sabor adictivo de alcohol. Él no sabía pero era eso que estaba pensando la rubia cuándo tragó en seco sintiendo la boca pidiendo algo húmedo. En cambio él tenía en su pensamiento la imagen de Mariana en su cama todas las noches, ser lo primero que veía por la mañana y no desear salir de su lado jamás.

César también pensó que debería buscar de inmediato un psiquiatra.

Ella seguía atrapada al cuerpo fuerte, podría sentir su calor cómo si estuviera desnudo sobre su piel. Maldijo su trabajo, maldijo el momento que entró a beber en el casino aquella noche y maldijo a sí misma por estar sintiendo cosas que no debían pasar hacia César. Quería decirle que dolía el alma salir de su cama todas las madrugadas para evitar mirar sus ojos cuando despertase porque obviamente no tenían de que hablar, que ya no quería ser su secretaria y que había entrado ahí simplemente porqué la verdad era una inspectora infiltrada que buscaba un mafioso. O sea él. Y que la bomba explotaría a cualquier minuto porqué con lo que tenía en manos debía entregárselo a su colega...

La Inspectora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora