Prólogo

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- ¿Quien resistiría a una mujer tan hermosa cómo tú?

La voz de su jefe sonó tranquila pero firme y dio gracias al cielo por estar sentada en el sillón justo en este momento o estaría desmayada en el suelo. Por supuesto que ya estaba acostumbrada a estos tipos de encargos en su vida de inspectora pero esperaba dejar de hacerlo cuando casi perdió a su vida.

- Es lo que más he escuchado todos estos años, Alex y te juro que si lo dices una vez más te meto esta pistola en la cabeza. -Contestó tranquila mirando los papeles que estaban en sus manos, un informe completo sobre su próximo objetivo.

- Vamos, querida, te prometo que es lo último.

- ¿Te parece poco la última vez en que casi me quedo sin pierna? -La mirada oliva brillante de furia bajó sobre el rostro del joven. -Te pedí, te supliqué para que me dejaras encargada de ser la jefa de investigación ¿y ahora me nombras a eso?

- Tú sabes que eres la mejor en hacerlo y estamos buscando a este tipo hace tiempo pero no hay nada de malo en sus putos negocios. -Se sentó a su lado ya cansado de insistir pero no desistiría.

- Ah y yo metiéndome ahí voy a lograr descubrir algo. -Ironizó. -Este hombre es más inteligente que todos nosotros de esta comisaría juntos, ¿no te das cuenta? Claro que no va dejar nada ahí en su casino, por Dios. Y además, César Lazcano nunca se fijaría en mí, no ves estas fotos, siempre acompañado por mujeres jóvenes.

- Mariana, es nuestra última oportunidad de atraparlo, este tipo ya se está burlando de nosotros, hay muchas cosas en su contra y sabes muy pero muy bien cómo son complicadas.

Negó con la cabeza cerrando los ojos, a veces se preguntaba se valía la pena escoger una y otra vez esta profesión. Antes de ser inspectora había trabajado cómo abogada, su sueño era ser una jueza pero los planes del destino a veces no coincidía con lo nuestro y eso había pasado con Mariana Toledo. Dejó la comisaría con la promesa de que pensaría sobre el tema y su respuesta sería a la mañana seguiente, ya era casi ocho de la noche cuando conducía por una calle iluminada. Un edificio le llamó la atención, se notaba una gran movimentación ahí y desde que regresó a México no había hecho nada fuera de su trabajo para divertirse, optó por aparcar el coche ahí y bajar a tomar algo. Quizás una copa la ayudaría a pensar mejor en lo que Alex le había propuesto.

El sítio era increíble, se notaba que solamente personas de mucho dinero frecuentaban el espacio. Habían muchas chicas jóvenes, guapas y sonrientes sirviendo los clientes, el sonido de las máquinas no era de todo malo pero las miradas hambrientas de los hombres que estaban ahí ya no le intimidaba cómo antes, lo contrario, le daba risa la manera como se convertían en niños cuando veían a una mujer sobretodo si estaba sola. Puso su cartera sobre la barra del bar y no necesitó mucho para saber que tomaría, luego el mesero dejó un vaso de whisky con dos piedras de hielo que bajó por su garganta caliente haciendo que sus mejillas sonrojasen pero la sensación no era de todo mal.

- ¡Ya te dije que no, Sergio!

Caminaba en medio al salón acompañado de su mano derecha, estaba estresado y había estado durante todo el día solucionando pendencias del casino lo que ya lo dejaba harto. Pero eso no era motivo para no mirar las mujeres que pasaban por él con una sonrisa coqueta, los vestidos apretados dejando un diseño maravilloso de sus trasteros y dispuestas a todo por una noche en su compañía.

- Por favor, César. -El hombre de bigote insistió acercándose al bar. -Solamente por pocos minutos.

- Arregla tú está mierda en que nos ha metido que para eso te pago muy bien. -Se detuvo mirando fijamente su compañero de manera amenazante.

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