Despertó a la mañana siguiente con un enorme dolor de cabeza, el sol que entraba por la ventana era insoportable y tenía la boca seca resultado de las bebidas que había tomado en la noche anterior. Para completar sentía un pequeño dolor en sus partes íntimas, pero nada malo, solamente consecuencia del intenso sexo que también hizo en la noche pasada. Esbozó una sonrisa cuando el recuerdo la invadió, no había marcas en su cuerpo pero sentía como si hubiera sido marcada por mucho tiempo y jamás tuvo un hombre tan caliente en su cama, mucho menos que despertara su lado salvaje en tan poco tiempo, ni ella misma se reconocía. Antes del amanecer dejó el departamento del desconocido, bueno, no totalmente desconocido porqué sabía su nu nombre y por lo poco que notó parecía ser alguién muy abastado pero sólo eso y nada más, la verdad es que no le importaba porqué estaba segura de que no volvería a verlo aunque no sería mala idea volver a pasar un buen rato cómo el de anoche. Por otro lado necesitaba enfocarse en su trabajo, la sonrisa desapareció de pronto cuando revisó su móvil y había algunas mensajes de Alex cobrándole una respuesta de lo que hablaron el día anterior.
- ¡Buenos días, dormillona! -La voz masculina hizo Mariana olvidar sus preocupaciones y llevantó lanzándose en los brazos que estaban listos para recibirlas.
- ¡Mi amor! -Dijo sonriendo. -Que tramposo eres, me avisaste que sólo llegarías en el fin de semana.
- Te quería hacer una sorpresa, guapa. -Besó una y otra vez su mejilla. -¿Cómo estás? A pesar de que te veo muy bien...
- Un poco cansada por la arrumación del departamento y el trabajo pero nada que no pueda aguantar. -Tomó el rostro del joven con las dos manos. -¿Y tú?
- Pues bien. -Contestó tranquilo. -Extrañando mucho a México y a ti.
- No mientas que sé que estabas muy a gusto en Estados Unidos.
- Lejos de ti jamás podría estar completamente a gusto ahí. -Le guiñó un ojo.
- No preparé nada para tu regreso, ¿viste el estado deprimente que está la sala? Aún no he arreglado todo, hay muchas cajas...
- Ya, señorita, no te preocupes porqué estoy aquí justo para echarte una mano. -La interrumpió. -Pero antes vamos salir para desayunar ¿o tienes planes?
- Tengo que ir a la comisaría pero de cualquier manera necesito desayunar. -Tragó en seco acordándose que no había comido nada en la noche anterior, bueno, nada de comida precisamente. -Me visto en diez minutos.
- Voy hacer unas llamadas mientras.
No muy lejos de ahí, César despertaba aturdido y maldiciendo la luz que entraba por la enorme ventana de su departamento tardando un poco para recordar que había alguién en su compañía hace unas horas, estiró el brazo al otro lado pero estaba vacío y frío. Se levantó totalmente desnudo echando un vistazo por el suelo a ver si encontraba ropas estiradas ahí pero sólo encontró las suyas, pasó una mano por el pelo desordenado totalmente frustrado por no encontrar la mujer que lo hizo perder todo el control que tenía o al menos eso pensaba. Murmuró su nombre cuando se detuvo frente al espejo del baño revisando los rasguños que había en sus brazos y espalda, mordió el labio recordando el placer que tuvo cuando le hizo eso, por momentos deseando que otra vez lo hiciera pero eso no era posible porqué estaba cierto de que no volverían a verse. A pesar de que todo lo que quería lo lograba podría muy bien pedir para que la buscasen aunque en el infierno, pero jamás se llevaba dos veces la misma mujer a la cama, por lo pronto lo mejor era seguir adelante. Cuando cerró los ojos bajo el grifo la imagen de Mariana apareció totalmente desnuda sobre su cuerpo subiendo y bajando sin cansacio mientras los ojos verdes lo fitaba cómo si fuera devorarlo.
Maldición.
- No es posible que aún no he encontrado una persona capaz de ser mi asistente personal.
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La Inspectora
Romanzi rosa / ChickLitElla necesita infiltrarse y utilizar todo su poder de seducción para descubrir lo qué hay de tan ilícito en Royal Paradise, el casino del milionário César Lazcano. Parecía algo sencillo para una mujer que ya había hecho cosas así otras veces pero no...