¿Censo?

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   Al cabo de un par de horas vimos llegar a nuestro hermano, mientras dialogaba en la vereda con Casimiro. Traía una sonrisa de oreja a oreja, y ya al aproximarse trataba de disimularla. Verlo contento era algo muy poco habitual, pues ese chico misterioso y demasiado serio no se dejaba conmover con facilidad. Esperé a que dijera algo; que se encontró dinero, una oferta de empleo o algo por el estilo, pero en todo el día no tocó el tema. No quise ir al punto porque no me animaba, sentía que tenía que dejar que él mismo nos expresara qué es lo que le había
producido tanta alegría. Ya pasado un rato, cuando estábamos en la sala principal, aburridos como de costumbre, ya demasiado invadido por la intriga, inicié la conversación preguntando por si acaso:
    ─Y las hojas, ¿qué hiciste con ellas?
   ─¿Hojas? ¿La... las hojas? ¡Ah! Esas... Se las di a un niño que encontré en el camino. Me las pidió con una carita tan convincente que no pude negarme. Ha de ser un buen dibujante.
   ─¿Un niño? Qué raro, desde que se, a ti no es que te agraden mucho...
   ─¿Qué dices? Sólo creo que podrían llegar a ser un tanto "molestos" y no sé si podría ser padre, más que nada porque me estresaría, pero me dan mucha ternura. Y ya, me dio pena. ¿Acaso las necesitabas para algo?
   De pronto se escucharon unos fuertes aplausos provenientes
de Casimiro, quien habría estado ''parando las orejas'' hace rato,
exagerando todo como siempre.
   ─¡Felicidades, tienes sentimientos! ─ se burló.
   ─¿Fuiste a pagar los impuestos─interrumpí
   ─No. Creo que hoy es el cumpleaños N° 400 de Pümber, todos los locales están cerrados hasta mañana.
   ─¿Hum? ¿400? ¿De dónde sacaste eso, Reis? Además aquí eso no cambiaría mucho y jamás escuché algo parecido...
   ─Eres tonto, Tadeo. ¿No te das cuenta que éste está mintiendo? Míralo, está nervioso ─Haciendo una pausa y luego mirando al mayor con análisis─ ¿Entonces? ¿en qué andas metido?
Tu cara de idiota demuestra que en algo grande. Sabes... hasta me hace pensar que estás consumiendo ciertas... "Sustancias". ─me codeó ─ ¿es tan difícil decirle eso, idiota?
   No tenía ningún pelo en la lengua, y eso era una ventaja y
desventaja al mismo tiempo, viniendo de su persona.
   ─Fui a despejarme, nada más, además no tengo que dar explicaciones de todo lo que haga.─alzó la
voz y tomó a Casimiro de la camisa─¡Y tú Ponte pensar en lo que dices antes de hablar, tendré cara de todo lo que digas, pero al menos no soy un asqueroso alcohólico como tú, jamás me metería esas mierdas!
   Después de que lo soltara, Casimiro no emitió palabra dejándose ver lo irritado que estaba.
Enseguida, me comentó que debía ir a trabajar y me pidió que cocinara algo sencillo porque debía comenzar más temprano. Consultó la hora por el teléfono (lo que requería un costo adicional) para tener una noción mínima del tiempo en el que vivía. Así que lo envié a comprar un par de cosas, mientras iba encargándome de lo otro con la ayuda del mayor. Mientras Reiser abría la nevera para alcanzarme los ingredientes para elaborar el menú del día, de casualidad
alcancé a distinguir que tenía una peculiar cicatriz en su puño y en los nudillos de los dedos raspaduras, que, al parecer, eran algo reciente. Esperé a que colocara los alimentos sobre la mesa según yo le iba dictando de acuerdo a lo que necesitaba. Cuando puso el último calabacín le pregunté al acercarme.
  ─¿Qué te pasó? ─le dije al sostenerle la mano para apreciar
mejor la herida. Aún desprendía unas pocas gotas de sangre.
   ─Nada, solo... cuando venía a casa, en un camino pedregoso
me resbalé y me lastimé con una roca.
   Parecía que se lo acababa de inventar.
Traté de parecer convencido y le acerqué la caja de primeros auxilios para que se desinfectara. Casimiro, que venía entrando, dejó las cosas rápido sobre la mesa, y se metió en la conversación de nuevo. Fue directo hacia donde estábamos y le observó la mano de manera provocativa, mientras Reiser se vendaba.
   ─¡Uy! ¿con qué fiera te peleaste?
   ─Contigo si me sigues molestando.
   ─¡Basta, basta! ─se abalanzaron directo para golpearse, pero me paré en el medio para evitarlo─ Por favor, ya no son unos niños, comportense como adultos. No es justo tener que estar separando a dos grandulones por
concentrarse en discutir estupideces, ¡estoy harto de todo esto!
   ─Él me está provocando─ chilló Casimiro reincorporándose al
asiento, al parecer disminuida su notable agresividad.
   Di mis típicos discursos de siempre, regañándolos como a
unos niños pequeños, y ellos tan obedientes oyendo con cierta
culpa. Enseguida, después de una extensa charla para tratar de convencerlos para que dejaran de actuar así, se metieron directo cada uno a su cuarto a descargar su ira; Reiser matizando cuadros astrales con referencias originales (lo que se convirtió en su hobbie durante los últimos años), y Casimiro con la música de la radio a alto volumen.
   Más tarde, cerca de las ocho, llegó un hombre alto, elegante, con anteojos de sol, de aspecto corpulento al que le calculé unos treinta años. Lo atendí yo, dijo que estaba censando la cantidad de habitantes del pueblo y sus condiciones de vida, enviado por el gobierno con motivos de mejorar en lo necesario. ¿Censo en Pümber? Lo más insólito que jamás escuché. Aquel hombre no me permitió que fuera yo quien respondiera los cuestionarios, éste se quedó firme esperando a que el mayor fuera quien lo hiciera. Incluso le pregunté si podía ser Casimiro, pero  insistía en que debía ser Reiser sí o sí. El pobre dormía con profundidad y me daba pena despertarlo tan sólo para que respondiera un par de preguntas tontas. No hubo otra opción, el hombre se negaba a irse sin completar su formulario. Casimiro, al ver que no quería despertarlo, fue él quien con gusto lo zarandeó y gritó hasta que despertara aturdido.
   ─¡Idiota, estaba soñando! ¿qué demonios quieres? ─bostezó.
   ─Yo no quería despertarte, pero ya ves... afuera hay un
hombre que está haciendo preguntas a los habitantes del pueblo, quiere que seas tú quien que vaya a realizar las encuestasrespondí
  ─Ah...Pensé que se trataba de algo más importante─ corrió las sábanas y se sentó a la orilla de la cama mirando al suelo con los ojos diminutos y los cabellos castaños revueltos─ ¿acaso éste no podía hacerlas por mí? ─rechistó mientras se refregaba los ojos
  ─Al parecer no. Es mejor que lo atiendas, tiene mala pinta y
parece rudo, no quiero que tengamos problemas con nadie.
   Terminó de enderezarse, se levantó, y sin ir antes a lavarse la cara para no verse tan fatigoso, se dirigió directo hacia la puerta, nosotros lo seguimos, curiosos.
   Reiser abrió la puerta y apenas vio al censista, se paralizó y su piel se blanqueó más de lo habitual, mientras sus párpados estaban
abiertos como si los sujetara un par de enormes pinzas. Incluso el color de sus ojos parecía haber perdido varios tonos de contraste, transformándose de celeste a grisáceo. Vi a los segundos, como
tragó saliva, y por la impresión retrocedió unos pasos. Realmente se lo notaba muy incómodo.
   ─Buenas... ¿Señor Espender?─ se quitó las gafas solares,
elegantemente sin dejar de mirarlo a los ojos.
   ─No... Disculpe, no quiero realizar ninguna encuesta, gracias.
   Dijo aquello y acto seguido le cerró la puerta en la cara de un enérgico portazo.
   ─¿¡Por qué diablos tratas así a la gente!? ─saltó Casimiro enfadado.
  ⠀Reiser lo ignoró como si nada, seguidamente se agachó y miró por el rabillo de la puerta. Incontinenti, con notables muestras de nervios, sin saber qué hacer, se decidió por arrastrar una silla despacio y sentarse en ella, junto a la mesa,
con los codos hacia arriba. Se pasaba las manos por cara, con desmedida ansiedad, sin decir nada. Después, Casimiro procedió a mirar también, y luego le seguí yo; el hombre seguía ahí, en una postura firme y de brazos cruzados.
   ─Atiéndelo como corresponde─ le susurró el otro.
   Pasaron unos diez minutos, y recién resolvió ir a
hablar con él, pero hasta eso, el censista ya se había marchado. Al ver que ya no
estaba, callado, dejó las puertas abiertas de par en par, y se fue
caminando despacio hacia su cuarto, pero Casimiro, notando que se encerraría sin darnos explicaciones, lo tomó del brazo y lo detuvo.
   ─¿¡Me puedes decir qué demonios te pasa!?
  ─¡Suéltame, idiota! ─ se mantuvo rígido agarrándolo, evitando que se soltara al sacudirse exasperado.
   ─Reiser... ¿podemos hablar?─ propuse con calma.
   ─Tadeo, no te preocupes, no es nada ─seguía batallando
para que lo dejara─ Sólo me recordó a una persona de mi pasado... nada más.
   Le ordené a Casimiro que lo liberara de una vez e  hizo caso omiso retirándose a su cuarto.
  ─¿Quién? No recuerdo que me hayas hablado sobre eso, necesito que me cuentes...
   ─No, Tadeo, no es nada, olvídalo.
   Culminó con aquella frase tan corta y distante y se fue. Sabía que me mentía y me dolía saber que ocultaba algo y no era capaz de decirnoslo.

1- PÜMBERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora