Juro que estuve inspeccionando todo el cuarto en busca de
alguna pista que me condujera más a esa chica desconocida.
Incluso revisé varias veces los mismos sitios como si por obra de arte algo aparecería para satisfacer mis necesidades de búsqueda. No había nada más para ver, ni un cuadro raro, ni una nota a medias. Pensé que lo mejor sería seguir mis investigaciones en
otros ámbitos (con eso me refería a lejos de casa) y lo primero que se me ocurrió fue regresar al trabajo (el cual, ciertamente tenía olvidado, y era muy probable que ya estaba despedido) en busca de respuestas.
A la tarde-noche, me uniformé (admitiré que mi ropa tenía un
par de telarañas gobernada por un diminuto arácnido, lo que me tomó unos minutos en quitarlos con cuidado, ya que no me di el tiempo de limpiarlos como correspondía, así que para disimular lo
que fuese, le eché perfume por encima) y salí de casa. Fui a pie, ir en taxi era un lujo para un pobre diablo como yo que procuraba ahorrar en la medida de lo posible. Llegué veinte minutos tarde, lo que implicó que el jefe me mirara desorbitado y me diera su peor discurso de odio. Yo le conté por todo lo que estuve viviendo y se vio un poco conmovido. En ningún momento me
anunció nada referido a despido, lo que hizo sentirme lleno de
satisfacción. Me quedé trabajando unas horas, y a mitad de noche, le pregunté a uno de mis compañeros (uno de los más antiguos y
legítimos del empleo) si podía hacerle unas consultas que me picaban la mente. No me negó, sólo que quería que habláramos rápido antes de que el jefe nos pillara parloteando.
Nos encontrábamos al frente de la puerta del baño, cada uno
tenía en cada mano una bandeja de plata vacía.
—¿Conoció a Reiser? —comencé a preguntar.
Él miraba de lado a lado asegurándose de que nadie nos viera
vagueando.
—Sí, era un chico muy callado, humilde y respetuoso.
—¿Qué sabes de él?
—Se dice que está perdido después de que un tipo lo golpeara
brutalmente, al parecer logró huir porque la policía siguió al maleante y dejó de lado al chico. Eso lo sé porque lo leí en un
periódico hace no mucho.
¿Perdido? Es como si viviéramos en el pasado.
—No está perdido, señor, Reiser murió.
—¿Murió? —dijo asombradísimo.
El jefe pasó cerca de nosotros observando el panorama, así
que decidimos trabajar un rato más y retomar la conversación más
tarde.
Comida ida, comida de vuelta. Gente con mal temperamento y
otros con buena educación, obesos que repetían hasta tres veces o pedían que le cambiara la comida porque tenía un pelo o una mosca. Cuando uno se encuentra en apuros aprende a lidiar con todo tipo de
personalidades y a ajustar la paciencia para no perder la cordura.
A la hora en la que todos se dispusieron a bailar, después de
la medianoche, mis pobres tímpanos se querían escapar de mi cuerpo porque esa música horrible retumbaba a todo volumen. Si bien, este bar-discoteca se hallaba dentro del pueblo del olvido,
rozaba las primeras casas del otro poblado cercano llamado Icfact, así que su aproximación permitió camuflarse dentro de éste, y
nuestros pobres ciudadanos ser ‘’felices’’ durante un rato (Siempre
y cuando la policía no les pidiera sus identificaciones o los
reconociera sin necesidad de una). La gente se ponía en la pista a mostrar sus mejores pasos, y visto que eran unos cuantos quienes no danzaban y querían seguir comiendo, nos dimos un espacio ahí
y retomamos la charla en el mismo lugar.
—¿Cómo que murió? Es imposible—continuó haciendo
memoria de lo hablado.
—¿Por qué sería imposible? —fui a la cocina, (a unos pocos pasos de distancia) él me seguía, y me serví vino blanco en una
copa de cristal—¿quieres?
—Oiga, ¡no puede beber la bebida de los comensales!
—¿Acaso crees que se dará cuenta que se vacía un vaso de las
trescientas botellas que hay ahí?
—No, pero… — le volví a invitar, aceptó solo un trago y luego
siguió—¿Por qué dice que está muerto? —tomó un sorbo largo.
—Porque yo lo vi morir. Nunca debe olvidarse lo retrasado que están los periódicos en nuestra zona.
—Espere, espere—me devolvió la copa— si usted lo conoce ¿para qué me pregunta?
Tomé el resto del vino y me volví a servir, el hombre me
miraba como si estuviese haciendo algo espantoso.
—Porque hay cosas que necesito saber de él.
—Explíqueme…
—¿Será que tuvo alguna novia que haya trabajado aquí
mismo? —pregunté serio.
Se puso a pensar, y antes de alegar se acomodó los anteojos.
—Aquí trabajaba una chica llamada Clovey, la única de esta empresa. Los he visto varias veces mimosos, pero queriéndolo
ocultar ¿sabes? Es como si se tratara de una relación secreta.
—Y… ¿por qué ya no trabaja aquí? —me serví el tercer vaso.
—Murió.
—¿Enserio? ¿Cómo murió?
—La asesinaron, es lo único que sé.
—¿Cuándo?
—En la segunda semana de septiembre. Hicimos un luto de un par de días y luego nos reincorporamos.
—¿Segunda semana de septiembre dice? Entonces… ella ha
de ser la chica que Noslov mató…
—Disculpe, ¿Noslov? ¿conoce al asesino de Clovey?
—Desafortunadamente sí.
—¿Puede explicarme mejor por favor?
Miré alrededor que nadie me estuviera viendo y destapé una
botella de wisky y la bebí sin asco. Mi acompañante se estaba poniendo nervioso por miedo a que lo despidieran a él también por
complicidad. Al cabo de un rato la borrachera se convirtió en parte de mi y fui el centro de la pista, me hice unos tres amigos, y seguí bebiendo sin
importarme nada. Mientras me hallaba bailando con una chica guapa de mi edad, sentí que me tocaban la espalda, me di vuelta y era mi jefe con una cara de demonio exorcistado. El alcohol me provocaba escandalosas risas como si en realidad no estuviese borracho, sino drogado con una alta dosis de cannabis. Me tomó del cuello de la camisa, les hizo un gesto a dos guardaespaldas que
custodiaban la puerta y se lanzaron como toros hacia mí y me
echaron a la calle. Yo ni me daba cuenta siquiera de que me habían despedido. Fue aquella la primera vez que tomé alcohol, era la rabia y la impotencia lo que me empujaron a ello, haciendo lo que
en su tiempo hizo Casimiro, pero por cuestiones distintas.
Inconsciente de lo que ocurría, salí corriendo gritando bobadas por la calle. Recuerdo que cerca de la madrugada, ya no aguantaba más del sueño, me eché a dormir junto a un vagabundo en un
banco de una plaza que no pertenecía a mi pueblo o nunca la había visto antes. Sé que me puse a hablarle al pobre acerca de Sócrates,
de poesía y de tristeza, un gran lío. No me entendía, yo tampoco
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1- PÜMBER
Mystery / ThrillerÉl estaba ahí, inundado en sus pensamientos Sin ninguna expresión. Sus pupilas celestes concentradas en un enigma que sólo él sabía.