Notas

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   Otro día más volvía de un agotador día de clases iniciando la
semana. Al entrar me encontré con Casimiro que se alistaba para ir a trabajar, con una camisa azul aguada y unos pantalones negros gigantes para sus delgadas piernas. Parecía todo un hípster arruinado por los años.
    —¿Saldrás?
    —Hoy si trabajaré. Meh... es hora de volver a esta aburrida rutina otra vez —se echaba un desodorante casero en todo el cuerpo.
    —Bueno, espero que te vaya bien. No olvides que quedamos en que hoy
hablaríamos con nuestro hermano, así que si puedes venir un poco temprano sería mejor.
   —Quedaste, yo en ningún momento dije que lo haría. Encárgate tú.
   —Ahora te desentiendes... ¿Acaso no te importa lo que le esté ocurriendo?
   Se hizo el apresurado y trató de ignorarme. Luego de una pausa contestó sin mirarme:
    —¿No te pusiste a pensar que tal vez sólo quiere llamar la atención? A lo mejor nos estamos preocupando demasiado por una
estupidez…—se detuvo— Y… ¿por qué debo yo ser tan bueno con
él? Es como un fantasma, y, además, me odia…
   —¿De dónde sacas eso, eh?—repliqué de brazos cruzados.
   Largó una extensa risa picara, nada raro.
   —Él lo demuestra—soltó luego con un poco de  melancolía—entonces si es
distante conmigo, seré igual—Trató de evadir sus sentimientos.
   —No sabes lo equivocado que estás...
   —Hablamos luego, ya no me distraigas más.
   Lo tomé del hombro y le pedí que siguiéramos hablando, pero
se despidió rápido y me aseguró que pronto reestableceríamos la
plática. Apenas se fue, a escasos segundos, tocó la puerta de
nuevo.
   —Toma—me dio un recibo—han dejado esto, guárdalo antes
de que el viento se lo robe—salió apresurado de nuevo.
   Una nota plastificada, de esas que llegan en cada casa registrando los recibos de luz, teléfono y esas cosas. En Pümber eso casi ni se veía, para saber qué boletas debíamos pagar, teníamos
que salir del pueblo e ir hacia un sitio central que se encontraba muy alejado. Tales trámites le pertenecían a Casimiro ya que se acercaba cuando tenía el taxi a su disposición, aunque últimamente Reiser se veía muy interesado en hacerlo o sólo era otra excusa para permanecer alejado. Quizá el gobierno se
estaba dando cuenta al fin de que nos merecíamos más apoyo y comenzaba a realizar sus cambios, tales como el censo y aquellas boletas. Por un momento me nacieron esperanzas y pensé que el pueblo iría evolucionando. Al terminar de romper el plástico, la leí, solo contenía una frase increíblemente corta y curiosa: ‘’Estás
advertido’’. ¿Advertido quién? ¿de qué? Bueno, lo único que se me ocurrió en ese momento fue pensar que se trataba de una equivocación, ya que el papel en ningún lado incluía ni emisor, ni receptor. No existía ningún punto, letra o número además de esa frase. Así que no le di importancia, de igual modo, la guardé en el bolsillo del pantalón, para luego enseñarles a mis hermanos y me
dieran una opinión al respecto.
   Como a las seis de la tarde, me dirigí a la cocina para preparar masas y pan para la merienda. Busqué los ingredientes en la nevera, tenía todo menos primordial; la harina. Fui a buscar dinero en la caja de ahorros, ubicada al lado del teléfono.
Mientras separaba las monedas, salió Reiser de su cuarto. Había adquirido la costumbre de ser un búho en casa y vivir cuando nosotros nos hallábamos a pleno sueño. Todo el día descansaba, (o
quizá hacía otras cosas, pero no lo veíamos porque no salía de su habitación a menos que tuviera que salir a la calle) a la hora del almuerzo, si no venía a comer, Casimiro le gritaba desde la puerta hasta que saliera o diera señales de vida. Además, solía guardarle en el refrigerador lo que le correspondía debido a que su horario de
la cena era alrededor de las cuatro de la madrugada.
   Se detuvo frente al viejo sillón, se sentó y permaneció quieto
un rato. Vestía una camisa blanca, casi transparente, unos viejos pantalones vaqueros, y un elegante sombrero negro que le atribuía
un gran estilo. Él sí que sabía verse bien utilizando prendas baratas y arcaicas. Solo porque se dio cuenta que yo estaba ahí, me dijo: ‘’voy a salir’’. Se quedó unos segundos más en silencio, mirándome.
Me sentí incómodo, parecía que ocultaba algo y esperaba que me fuera de una vez. Me quedé, simulando ordenar una alacena, hasta que se marchó. En el momento que se levantó con un movimiento tosco, logré ver que bajo su camisa blanca ocultaba algo, que, por su forma, deduje rápidamente que se trataban de hojas de papel. Lo primero que se me ocurrió fue inspeccionar su cuarto y buscar la
nota de la que me había platicado Casimiro y ver qué tanto intrigaba a nuestras espaldas. Por desgracia, la puerta tenía llave.
Seguidamente, salí a ver si no se hallaba lejos para seguir sus
pasos a escondidas, pero no, se encontraba lejos de mi alcance.
   ¿En qué momento su habitación se había  convertido en un sitio incógnito? ¿qué ocultaban sus invisibles pasos?

1- PÜMBERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora