Desde temprano llovía, las gotas al principio caían con
suavidad y lentitud. De a poco fue aumentando la velocidad y cantidad, y las aguas rebalsaron poco a poco (Por suerte, éramos de los pocos que no sufríamos las consecuencias de las inundaciones). Toda la vida amé la lluvia y el olor a tierra mojada, me gustaba porque me inspiraba a tomar café hasta que la lluvia terminara. Podía admitir que tenía una pequeña adicción a la cafeína, sobretodo en invierno. Lo malo, es que no podía salir de
casa porque tenía que esperar a que el temporal cesara y se
desagotaran las calles, porque eran totalmente intransitables y eso
demoraba cierto tiempo.
A las doce del mediodía, regresé de la escuela, (ubicada a unas diez cuadras de casa), con los pantalones mojados hasta la rodilla. Lo bueno fue que, exceptuando mi ropa empapada y maloliente, me había ido bastante bien en todas mis asignaturas, en plena época de exámenes. Últimamente, tenía la cabeza en otro lado y me olvidaba seguido de cosas importantes que me correspondía hacer. Mis notas iban de bien a excelente y me llenaba de orgullo saber que todo permanecía en orden.
Me preparé una tacita de café bien cargado con una mínima cantidad de azúcar, y oía de paso, poesías recitadas en la radio. Al endulzar mi quinta pocilla, oí que tocaron la puerta dos veces, Casimiro no podía ser ya que había salido hacía un par de minutos, y Reiser estaba en su cuarto. Cuando abrí, me asombré de cierto modo, al ver que era alguien que jamás imaginé que se presentara por mi casa; Jacob Yringua, un compañero de clase. El motivo de mi sorpresa fue debido a que nunca antes había hablado con él, aparte de que no solíamos recibir ningún tipo de visitas.
Jacob se caracterizaba por ser un chico sumamente tímido, aislado, que se sentaba al final, en la esquina del salón. Como desde la ubicación de los profesores no se lo divisaba muy bien, él aprovechaba para dormir o recostarse, ignorando al resto de la clase. Sólo levantaba la cabeza para copiar de la pizarra y para
levantar la mano en la comprobación de asistencia, y ni hablar si tenía ganas de ir al baño, sólo se movía una vez acabada la
última clase. Los docentes le habrían llamado la atención un par de veces, aunque después lo tomaron como una conducta normal de
un chico retraído, y dejaron de importarle. Nunca se lo había visto intercambiar palabras ni risas con alguien que pudiera
considerársele amigo suyo desde que lo conocía.
Lo hice pasar y le pregunté el motivo de su llegada. En vez de responderme lo
concreto, solo me dijo que sabía que vivía allí porque me vio entrar por casualidad en alguna ocasión, a la salida de clases, ya que su hogar se hallaba en los alrededores de Pümber, por lo que en general transitaba a pie debido a la escaza distancia. Trajo consigo un paraguas azul el cual colocó en el respaldo de la silla y nos sentamos alrededor de la mesa marmolada. Dejó su mochila en otra silla y sacó de adentro unos cuadernos y bolígrafos de colores.
─ Es por lo de los trabajo─ murmuró luego, como haciendo
memoria─tal vez no supiste, p-pero esta semana no he podido ir a la escuela debido a que mi padre estuvo enfermo y tenía que estar con él sí o sí ─se acarició la enorme cicatriz rosácea que ocupaba gran parte de su rostro, una gruesa línea que abarcaba a partir de la mejilla derecha, atravesando el entrecejo y concluyendo en el
centro de la frente, rozando el ojo. (Fue la primera vez que le aprecié aquella marca, y ahora que lo observaba bien, podía asegurar que era un joven atractivo, de apariencia noble y con unos ojos azulados casi fluorescentes)─ quería saber si me podías prestar los últimos apuntes, por favor.
Se notaba que le costaba hablar, pues los nervios lo delataban con un particular tartamudeo.
Me levanté y me dirigí a mi cuarto en busca de mi mochila. En eso, me encontré con Reiser en el pasillo, con un sombrero en la mano y con un elegante saco gris que le pertenecía a nuestro padre.
─Saldré─me dijo sin que se lo preguntara─ ¿estás con alguien?
─¿A dónde vas? Sí... es un compañero de clases.
─Algunos asuntos─se puso el sombrero─ ¿Me veo bien?
Afirmé con la cabeza.
No era tan necesario que me lo preguntara, él ya tenía estilo desde pequeño, y cualquier tipo de vestimenta le quedaba a la perfección.
─ ¿Un compañero dices? ─ recapituló al darse cuenta ─ ¿Desde cuándo empezó a venir tanta "visita"?
Hice un gesto de meh, me sorprendía pero a la vez no, y hablar con alguien distinto no iba a hacerme mal, después de todo necesitaba algún que otro amigo para charlar.
Agarré la mochila que estaba arriba de mi cama, me esperó y ambos fuimos al mismo tiempo por la sala, uno más apresurado que el otro. Una vez ahí, Reiser se situó al lado de Jacob y dije:
─Jacob, él es mi hermano Reiser, Reiser, él es mi compañero Jacob.
─Buenas tardes─saludó con amabilidad, quitándose y volviéndose a poner el sombrero.
En vez de responderle el saludo como correspondía, se quedó pasmado observándole los ojos como un tonto. Fue un momento tenso porque nadie decía nada, y se captaban gestos de incomodidad
de parte de mi hermano, quien se veía muy confundido ante su hipnotizante
mirada. Al cabo de unos segundos, al ver que el chico no tenía
intenciones de corresponderle siguió su rumbo. Pero antes de que se fuera, el muchacho logró responderle con una voz tenue y tímida, diciendo un simple y casi inaudible:''Buenas''.
Esperé a que mi hermano se marchara para preguntarle porqué lo había mirado de tal manera. Al venir de un extraño, Reiser podría sentirse ofendido.
─ Es que me recordó a alguien... ─se excusó mientras copiaba las actividades, luego de recobrar su noción de la realidad.
─¿Ah sí? ¿a quién?
─No sé, pero su rostro... es como si lo conociera de algún lado.
─¿Lo conoces o crees conocerlo?
─Creo conocerlo─Reflexionó, metido en su burbuja─Tal vez fue una confusión, lo siento.
Continuó escribiendo sin emitir murmullo alguno, yo seguía deleitándome con café. Trazaba tan rápido que su letra se tornaba horrible e incomprensible, tanto que parecían los apuntes de un niño
de siete años. En cierto libro había leído que la forma de escribir de uno define como es la personalidad de cada quién, y cualquiera que viera su hoja pensaría lo mismo que yo: ''Éste chico ha de tener muchos problemas''. Teniendo en cuenta como lo trataban en la escuela, podía afirmar que la baja autoestima era uno de ellos.
Luego de varios minutos se le ocurrió preguntarme algo que por algún motivo me desagradó:
─Oye... ¿Soy yo o él es el único que tiene ojos celestes? Creo que el otro chico ─refiriéndose a Casimiro─ tiene los ojos verdosos igual que tú.
Estuve a punto de decirle que si se dio cuenta para qué me
hacía esa pregunta tan estúpida, pero no quise sonar grosero y mucho menos ahora que lo comenzaba a conocer.
─Sí, mi tatarabuelo también tuvo ese mismo color, eso me contaron mis padres. Pero... ¿Acaso conoces a Miro?
─Ahora que lo pienso... tengo un poco de parecido con tu hermano mayor, tal vez por eso me sonaba de algo─sonrió genuino─ (...) ¿Miro? Ah... Casimiro, es el taxista ¿no?
─Bueno, sí. Entonces lo conoces por su trabajo.
─Sí, alguna vez usé su servicio. Hablaba criticando mucho este pueblo, y también a su hermano... no sé porqué me contó todo eso, supongo que fue por estrés o algo así...
─Sí, puede ser, a los taxistas les gusta la cháchara. En fin ¿quieres café ─tratando de cambiar de tema.
─No, gracias. No me gusta el café─
¿¡A qué tipo de persona no le
podía gustar aquella deliciosa infusión!?
Seguí esperando, sentando a su lado sin tener un tema pasajero para hablar.
Me interesaba saber más sobre su persona, solo que no sabía cómo empezar sin sonar muy imprudente, como Casimiro.
Pasé el tiempo leyendo un periódico viejo y como me estaba aburriendo y veía que los minutos pasaban, le pregunté:
─¿En qué hoja vas?
─Apenas por la cuarta, me falta bastante, no creo que me alcance el tiempo, ¿será que puedo llevarte las hojas mañana?
Se lo veía muy apurado.
─Está bien, no te olvides, pero antes de irte déjame preguntarte algo.
Agarró su paraguas y fue guardando mis hojas en su mochila.
─S-Sí, dime.
─Tal vez es algo personal pero...¿Por qué no te llevas bien con nadie del salón?
Agachó la mirada y juntó sus manos en el pecho.
─¿Por qué ellos no se llevan bien conmigo? ─habló con un nudo en la garganta─todo es culpa de esto ─se señaló la cicatriz con pesar─ por esta línea horrorosa que arruinó mi vida.
No supe qué decir.
─Pero Jacob... nunca te han dicho nada al respecto... eres tú mismo el que se oculta ante los demás, ¿no crees?
─Ojalá fuera t-tan simple... Cuando me dejo ver con normalidad acostumbran a mirarme con asco... Al fin y al cabo eso soy...
─No deberías echarte tan abajo. No soy nadie para decirte qué hacer pero... deberías poner a las personas en su lugar. Oye, esa cicatriz tiene historia. Sea cual fuera el motivo que la tienes no deberías avergonzarte de ella, al contrario, deberías usarla como símbolo para superarte.
─¿Sup...erarme?
─Ah... se que no es algo tan sencillo pero empieza mostrandote de a poco. Eres un humano, no un fantasma. Jacob, hiciste muy bien en buscarme, aunque tengo que admitir que me sorprendió tu visita... ¿por qué recurriste a mi y no a otra persona?
─Siempre tuve dentro algo que me impulsaba a acercarme...sólo que... soy un poco...
─¿Tímido? No importa, hiciste un gran paso hoy. Me pareces una buena persona, podríamos ser buenos amigos.
Lo palmee en el hombro animándolo y nos estrechamos las manos.
En mucho tiempo no había sentido tanta conexión con alguien, más que nada me sentía bien conmigo mismo por saber que alguien como él se había acercado a mí, sintiendo que yo mostraba buenas vibras. Ahora lo conocía un poco más, y mis presentimientos que no lo pasaba bien habían sido ciertos. Me quedé mirándolo desde la puerta hasta que su último paso
subsistiera a la vista en la lejanía del horizonte. Pasados unos cuantos minutos, la lluvia cesó y el sol renació de nuevo. Fui hacia la vereda, las
aguas aún altas, fluían en corrientes donde se veía a más de un
barquito de papel siendo llevados en la lejanía. El cielo se tiñó de siete colores formando un maravilloso arcoíris.
Mientras tanto, hasta que se degradara del todo, reflexionaba en mi burbuja de
pensamientos, que cada persona era un mundo (o una galaxia), y que a simple vista uno podía ser capaz de crear miles de opiniones falsas hacia alguien, sin tener un mínimo de conocimiento hacia éste. A veces, el hecho de no expresar una emoción no
necesariamente significa que uno se sienta bien consigo mismo. A Jacob no se lo veía triste, es más, parecía disfrutar de su soledad, o era lo que yo pensaba ya que pasaba demasiado desapercibido. Era claro que no quería demostrar que se sentía débil porque, sin dudas, les favorecería a quienes intentaban verlo mal, aunque el verdadero tormento se encubriría en su interior.
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1- PÜMBER
Mystery / ThrillerÉl estaba ahí, inundado en sus pensamientos Sin ninguna expresión. Sus pupilas celestes concentradas en un enigma que sólo él sabía.