Apoyo

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   Pasó una semana, ya estábamos en diecinueve de septiembre y el ambiente se transformó en suaves brisas de viento, disminución de épocas de lluvia y la masiva incorporación de aves en los niditos de los abedules. Todo el entorno representaba una natural y apacible belleza, sí, muy bonito, pero Reiser seguía en un profundo sueño y el mundo en el que transitaba no se asemejaba con la
procesión de mi interior. Por más que solía amanecer en el hospital, jamás fui capaz de ingresar a la sala y estar con él al menos cinco minutos, tenía el mismo inamovible  pensamiento. Yo anhelaba tanto que
de la nada saliera y me dijera que todo había sido una broma para comprobar qué tanto lo queríamos o alguna excusa tonta, yo le perdonaría sin dudas, pero las horas eran eternas y siempre me decían lo mismo: ‘’Tendrá que seguir esperando’’.
En el transcurso de los días, le logré contar acerca del agresor
a Casimiro, aunque me costó mucho hacerlo. Él estaba tranquilo mirando por la ventana, y al instante, esa paz se desmoronó. Su
respuesta fue, considerablemente exasperada, los nervios y la culpa hicieron que actuara con violencia, rompiendo varias reliquias de cristal y cerámica, mientras gritaba torturándose: ‘’ ¿POR QUÉ NO ME DI CUENTA? ¿POR QUÉ? ¡LA CULPA ES MÍA!". Desde el día que le conté, sus ánimos disminuyeron notablemente y fue
perdiendo el habla.
   Después de las cuatro de la mañana, yo reposaba en la sala de espera del hospital, y un empleado del establecimiento me
acercó un teléfono, Casimiro estaba llamando porque no podía dormir. El insomnio lo atacó justo desde la tarde en que Reiser cayó
en sus brazos. Más que no poder dormir, lo que más me
preocupaba era que al parecer, ya no se trataba de una tristeza pasajera, sino que para peor, una alarmante depresión lo comenzaba a aniquilar, perdió su auténtico sarcasmo, y ya no trabajaba, por lo que tuve que sobreexplotarme y dejar la escuela de inmediato. Tenía que pagar impuestos y alimentar a un hermano que ya no reía y casi ni hablaba. El peso de todo se me venía encima y no sabía cómo afrontar la situación sólo. Fui de lugar en lugar averiguando, fuese lo que fuese lo aceptaría muy bien. El gran
problema era que no me admitían en ningún empleo por el hecho de ser menor de edad… y el dinero de Reiser comenzaba a
escasear.
   A la semana siguiente mi excompañero de la escuela, Jacob, se enteró de mi situación un día que vino a ver si me encontraba
bien porque ya no asistía a clases (me tocó el corazón saber que se había preocupado por mi). Le conté sobre todo lo que estaba pasando y decidió ayudarme hasta que consiguiera trabajo. Me pagaba por hacer cosas sencillas como enseñarle algún ejercicio de
matemáticas, por prestarle la radio o lo que fuera que necesitara. Al cabo de medio mes nos convertimos en buenos amigos, en ese tiempo cumplí al fin los dieciocho años, así que las posibilidades de encontrar un empleo crecerían. En los días finales de octubre tuve la suerte de entrar a trabajar de mesero donde ejercía Reiser. Hasta
ahí parecía verse todo bien, pero cada vez que llegaba a casa,
tenía que lidiar con la desolación de Casimiro que crecía más y más. El estrés se acentuó en mí con fuerte tenacidad, entré en un terrible estado de desesperación y ansiedad. Cuidar a un chico depresivo, visitar a un hermano inconsciente y trabajar en las noches para poder pagar la comida y la medicina que necesitaba, me destruían poco a poco, carecía de tiempo y paz. Rompí en llanto
en muchas ocasiones, en el trabajo me sugirieron que me tomara un tiempo, pero era tan grande la necesidad que no podía darme el lujo de hacerlo. Un día me sentí tan débil y llamé por teléfono a Jacob porque me sentía demasiado solo, y sabía que si seguía guardando tanto
agobio no me haría nada bien. Esa tarde llegó a casa y me recibió con un cálido abrazo, y trajo una bandeja de galletas horneadas para merendar y hablar con tranquilidad.
    —¿Tienes noticias de que hayan encontrado a ese tal Noslov?
   —No… porque la justicia es una basura, quieren esperar a que mi hermano se muera para recién hacer algo, les importa una…
   —Oye… quizá sí que lo están buscando, no seas pesimista.
He oído que tiene antecedentes y, al tenerlos, supongo que se esmerarán más en encontrarlo ¿no crees?
   —Raro no sería… y… la verdad no lo sé, no creo que justo por eso hagan las cosas más rápido.
   —La policía lo tiene registrado como un psicópata impredecible. Ayer por casualidad leí un periódico de hace una semana y media más o menos, que ese pedazo de… mató a una
mujer que se encontraba embarazada, y se estima que fue a causa de celos.
   —Hay tanto loco suelto que uno ya no puede andar en paz... es una basura, es un calvario vivir así. ¿Dónde conseguiste ese diario?
    —A mi padre se lo regaló un colega del centro.
   —Y eso que no eres de Pümber, en tu pueblo, aunque esté
cerca de este, la información que recorre es ligeramente mejor, los periódicos pueden llegar tarde, pero llegan. Lo malo es que en Rendelseí, donde tú vives, tampoco existen las computadoras para
tener una investigación más a fondo. Es seguro que el gobierno a propósito nos priva de eso, involucrando a las villas cercanas.
Nunca entenderé por qué justo éste pueblo es el más marginado de todos…
    —Al menos puedes ir al centro.
   Siempre ‘’al menos’’, ‘’al menos’’ y ‘’al menos’’ ¿por qué debía yo conformarme con lo me había tocado sabiendo que merecía mucho más? ¿acaso no podía desear un estilo de vida mejor al que ya poseía? En realidad, sí que podía, solo que era
imposible que el deseo se convirtiera en una meta cumplida,
lamentablemente… yo vivía en Pümber, y por más que lo anhelara no podía hacer nada para cambiarlo.
   Vio que me hundía en suspiros, y me ponía las manos en la cabeza como quien se siente perdido, desahuciado y no sabe qué hacer para que las cosas mejoren. Jacob acabó de beber su té,
dejó la taza y la cuchara sobre la mesada de la cocina, y desde allí (yo estaba de espaldas) me dijo, queriéndome confortar.
   —¡Ya verás que esa basura caerá tarde o temprano! Sólo hay
que tener fe.
    —‘’Fe’’ pues sí…entiendo el concepto pero jamás he sentido aquello... creo que lo equivalente sería "esperanza" —suspiré. 
   —Hmm... y... ¿Has notado algún cambio positivo en Casimiro?
    —No… él... lo desconozco...
    Se aproximó hacia mí y me palmeó el hombro.
   —Llora todo lo que tengas que llorar, eso te aliviará. Recuerda
que siempre que necesites estaré para ti.
    —Gracias…—apenas pude hablar oprimido por la angustia.
   Se quedó unos segundos mirándome apenado, y luego me dio agua fresca del grifo.
   —Cuidaré de Casimiro cuando visites a Reiser, y en la medida de lo posible, cuando estés trabajando ¿sí? No te preocupes. Pero
por favor, mantén la calma que todo irá mejorando
   Su voz era suave, cálida y reconfortante.
Antes de irse me dejó algo de dinero y extrajo de su cuello una medalla con la imagen de Jesucristo para que me protegiera a donde fuera, yo pensé: "si en todo este tiempo no me ha protegido,
¿qué garantizaba que una simple medalla fuera capaz de hacerlo?". No le negué, si bien no estaba demasiado relacionado con el tema de religiones y dogmas de cualquier índole, fui cordial y la llevé puesta solo por Reiser, él sí que creía mucho en Dios, aunque no asistía de forma recurrida a iglesias, oraba a menudo y le
interesaba mucho las citas bíblicas que me entregaban en la
escuela, por lo que acostumbraba a regalarle todo lo relacionado una vez acabados los semestres.

1- PÜMBERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora