¿Quién eres, Reiser?

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   El alba ya nacida y aún no existían rastros de él, me hubiera gustado imaginar que estaba trabajando. Se fue un domingo, y aún así, los días de labor últimamente volvía más tarde de lo debido. Me desperté temprano esperando a que llegara para recibirlo con alguna infusión caliente y pan casero, porque con certeza volvería
voraz. Desayuné solo, y mientras bebía mi café, debía de pensar qué íbamos a comer, y al mismo tiempo, realizar actividades de la escuela. Tenía que  hacer todo al mismo tiempo; estar un rato allá y otro
acá, cocinar, limpiar, estudiar y soportar las peleas de mis hermanos. Siendo tan joven, y tan lleno de responsabilidades por afrontar el día a día, me aniquilaba, pero podía resistir, ya me había acostumbrado a la fuerza a tener mi mente hecho un completo caos. Como a las doce se despertó Casimiro listo para la comida. Se sentó a mi lado y comenzamos a hablar sobre Reiser y la supuesta sorpresa. Nos dimos cuenta que tuvo un cambio gradual, poco a poco trazaba una sonrisa que antes carecía por completo, y su mirada ya no se veía tan sombría, al contrario, disponía de luz. Me gustaba verlo un poco más feliz, pero el hecho de no saber de dónde traía tanta buena vibra me llenaba de inquietud. Sentía que aquella felicidad ‘’callejera’’ se estaba convirtiendo en algo más
importante que nosotros, sus hermanos. Tenía miedo de perderlo,
temía que encontrara una ‘’luz’’ que lo alejara de nosotros. Aunque tal vez la incertidumbre me causaba inseguridad.
   —¿A qué hora crees que regrese? —Le pregunté, y fui a dejar mi plato en el lavaplatos.
   —Es una falta de respeto que no haya venido a comer por
andar en la calle.
    —¿Qué opinas de todo esto? —me serví un sorbo de jugo. —No lo sé, es muy raro.  Lo que nos dijo ayer me dejó pensando todo el tiempo y  por eso dormí tarde.
    —Mmm... ¿Es la primera vez que tienes insomnio?
    —¿Acaso no recuerdas? Cuando nuestros padres murieron me mantenía despierto durante extensos períodos, y ustedes no sabían qué hacer conmigo.
    —Cómo no olvidar esa horrible época… pero era más comprensible, fue un episodio traumatico de tu vida. Reiser es sólo un idiota.
   Terminó de comer y guardó su plato.
   —Cuando regrese hablaré con él—comenté.
   —Ja, si es que  puedes…
   —¿Por qué lo dices? —me crucé de brazos.
   —¿Y me lo preguntas? Si su cambio es progresivo, nada raro sería que comenzara a ignorarte. Está en su mundo, no come con nosotros, sale, y ya casi me olvido de su cara… o está encerrado durante horas en su habitación o todo el día en la calle —se puso pensativo— ¿Sabes? Olvidé contarte algo—hablaba tomándose del mentón con cara de filósofo— Ayer fui a su cuarto a decirle que un amigo suyo lo había estado llamando al teléfono. Obviamente le indiqué que aquí no vivía nadie llamado Reiser Ramiro Espender. Me perturba un poco su insistencia, y lo extraño es que sabía su nombre completo pero no quería decirme el suyo.
   —¿Por qué no le dijiste la verdad? —rechisté indignado.
   —Reiser me dijo que no lo hiciera, que era algún desconocido que sólo quería molestar. Y aunque no me lo hubiera dicho no me confiaría tan fácil ¿Acaso tú sí?
   —Sí, digo, no sé... Algo me huele raro en todo esto... Hace unos días yo contesté una llamada de un tipo que, al oírme, cortó. Me enojé y esperé a que volviese a llamar para mandarlo al demonio. Por lo visto, conmigo no quería contactarse ¿Cómo era su voz?
   —Yo qué sé, sonaba más o menos como un fortachón. Realmente su voz se oía bastante ruda.
    —¿Quién demonios será?
    — Y eso no es todo…
    —¿A qué te refieres?
    Hizo un gesto para que lo dejara hablar.
    —Escribía, apenas me vio entrar escondió su escrito de forma disimulada. Noté que estaba incómodo… Alcancé a ver que su escritura consistía de llamativas letras rojas. ¿Qué decía? Ni la más remota idea.
   Se escucharon suaves pasos acercándose a la puerta principal, acompañados del ruido del bamboleo de llaves.
   —Es Reiser— murmuré.
   No obstante, cuando ingresó, los pasos se convirtieron en
trotes escandalizados. Fuimos de inmediato  a verlo, pero cerró la
puerta de su habitación con suma agresividad y le colocó el pasador. Por un momento dudamos si acercarnos a ver qué
pasaba, nunca lo habíamos visto así. Le gritábamos que abriera, y no nos
respondía por ningún motivo.
   —Llamemos a los bomberos —propuso Casimiro precipitado mientras hacía presión contra la puerta.
   Fui rápidamente a hacer la llamada. Sin embargo, Reiser
pareció escuchar y mientras abría la puerta expresó con una mirada vacía:
   —No es necesario.
   —¡REISER!
   Al escuchar su voz, corrí hacia él y le tendí un abrazo.
   —Estábamos asustados —dije entre sollozos y me brindó una sonrisa de cariño algo forzada.
   —Estoy bien, gracias.
   —Ya...No intentes ocultar nada, Casimiro y yo sabemos muy bien que algo anda mal contigo y te exigimos como hermanos que
ya mismo nos des una explicación.
   Dejó mis palabras en el aire y se volvió a encerrar. Decidí no
insistir y esperar hasta el día siguiente para poder aclarar todo en una charla más tranquila.

1- PÜMBERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora