Una sorpresa

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   Nos encontrábamos en la sala de estar, un espacio muy reducido pero cómodo para tres. Ubicada al lado del cuarto principal, continua a la puerta de entrada. Casimiro echado en el sillón marrón ancestral (donde mi padre solía descansar al llegar fatigoso de trabajar, o nos contaba sus interesantes
anécdotas) con una grande taza en la
mano desprendiendo humo.
   —Ayer llevé siete pasajeros—, me contó mientras soplaba la taza—uno de ellos vino con un humor terrible, tú sabes, eso se contagia. Vi su cara de amargura y tuve muchas ganas de decirle: ‘’amigo… siendo pesimista no conseguirás nada’’. Al final le si dije, pero me alzó la voz diciéndome: ‘’ vengo de un velorio, AMIGO’’. Me dejó mudo.
   —Por algo será que te quedaste callado ¿eh?—murmuró Reis al pasar por el pasillo— no sé, supongo que deberías dejar de ser
tan… confianzudo con tus pasajeros ¿no? En una de esas te dejan
la cara toda roja.
   —Por favor—dije—, no comiencen tan temprano. Empecemos el día en paz.
   —Sólo estoy dando mi opinión ¿acaso no puedo? Además, soy el mayor y deben seguir mis instrucciones.
   —¿Instrucciones? —se burló Miro—no me importa que seas el
mayor, yo no me dejo dominar por nadie, menos por ti.
   —Pues te convendría, porque aunque seas mayor de edad sigues actuando igual que un niño.
   —Sólo soy una persona normal, soy sociable—rió con
descaro—en cambio tú…—soltó otra carcajada—¿con quién hablas?
   Echó a reír. Reiser irritado se marchó a su habitación, no sin antes dirigirle una profunda mirada de decepción.
   Solía ser cansador tener que soportar sus diferencias a diario, pero no podía hacer nada. Todos los días era igual; una hermandad de la discordia a la que siempre tenía que hacer frente. Al
menos permanecían juntos y estaba convencido que, aunque  no se llevaran muy bien, en el fondo se querían, sólo que su orgullo les impedía demostrarlo.
   A la tarde volvió Reis y me buscó en mi cuarto, mientras yo le algunas cosas.
    —Hoy saldré, volveré mañana
   No entró, hacía ruidos con las
llaves desde afuera un tanto impaciente.
     —Pero... ¿Dónde dormirás?
     —Veré si duermo, a lo mejor el sueño no me atrapa.
      —Ah... ¿Por qué quieres madrugar?
      —Deja de cuestionar todo ¿sí? No es necesaria tanta preocupación.
     —Hablan mal de mí, pero ni sabemos en qué se gastará el tiempo lejos de casa—interrumpió Casimiro de repente.
     Su cuarto se
encontraba al frente del mío por lo que de modo constante se
mantenía atento a todas mis conversaciones, siempre y cuando no
pusiera su música a alto volumen.
   —En algo más productivo que tú seguramente—objetó
enojado.
    —Pareces de la calle, antes te encerrabas con tus pinturas, ahora te encierras en un mundo aparte.
   —No sé qué es lo que te perjudica, eres un auténtico imbécil
conmigo, y el colmo es que me cuestiones sobre mis salidas. Sólo a Tadeo se lo puedo llegar a permitir. Sería más inteligente que te comenzaras a analizar tú mismo…
   Casimiro no sabía de qué manera emplear un cinismo ideal
para callarlo o para no verse humillado, su cabecita no le anunciaba nada, y otra vez, lo dejaban callado. Entonces se pronunció un silencio raro e incómodo. Reiser nos miraba como queriendo hablar, pero había algo que no lo dejaba.
    —¿Te pasa algo? —le pregunté.
   Estaba pensativo caminando dando vueltas, frotándose la barba en movimientos circulares. Iba y venía como ordenando las palabras en su mente.  Luego de unos segundos se detuvo donde quedó y empezó a largarlo mirándome:
    —Bueno, yo quería contarles algo. Me emociona mucho y es por eso que quiza mi mente ha estado un tanto perdida. Y siento que... que esto podría ayudar a unirnos más como hermanos, aunque todo depende de todo... lo que quiero decir es que pronto...pronto
tendrán una sorpresa que nos cambiará la vida a todos.—esbozó una sonrisa sincera.
   Nos quedamos atónitos ante esas palabras fuera de contexto. Apenas acababa de pelearse con Casimiro y de pronto salía con eso. Fue allí cuando me di cuenta que algo raro ocurría.
    —¿Una sorpresa? —pregunté tratando de adivinar de qué se podría tratar.
    ——sonrió.
    —¿Y no puedes darnos una pequeña pista al menos?
    —No creo que exista forma de mostrarte algo al respecto, quizá más adelante sí.
   Casimiro, aún sin entender, quiso hacerle sus preguntas, bien pronunció una primera letra, Reiser se marchó y lo despidió con una
enorme sonrisa provocadora mientras giraba las llaves con el índice.

1- PÜMBERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora