16. Lo que nos hace luchar

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HUNTER

Ok, eso fue algo así.

—Yukari, ¿te podría preguntar si se te ocurrió algo sobre como entrenar con la cimitarra? Digo, tu y yo tenemos armas similares y lo que le funcione a uno le puede funcionar al otro.

El Kukri que había elegido, es una cuchilla media – corta de un solo filo, lo que la diferencia de la cimitarra que Yukari empuñaba es la hoja y la longitud de esta última; la cimitarra es un sable alargado con curvatura abierta, mientras que el kukri es casi la mitad del tamaño del anterior mencionado con una curva hacia adentro.

Yukari no paró de balancear su arma, dando tajos firmes y rápidos al aire. De vez en cuando trastabillaba cuando hacia un cambio brusco o intentaba probar algo, pero es normal, está aprendiendo. Es algo adictivo verla moverse por la habitación agitando su sable con esmero y dedicación, con tanta concentración que resulta impacte, parece como si estuviera completamente dedicada a su entrenamiento.

—Sabes, puedes detenerte un segundo, mirarme a los ojos, decirme “púdrete” y me iré —Ella no demuestra ni el más mínimo interés en prestarme atención—, comprendo que a veces soy insoportable, pero estás yendo demasiado lejos ignorándome.

—¿A veces? —Nada más ni nada menos que la eminencia cuyo nombre es Apolo, ahora nuestro tutor en lucha y próximamente nuestro hospedador.

—No es necesario que te burles de mi siempre que tienes la oportunidad.

—No lo hago. Que tú te sientas inferior cuando yo hablo es asunto tuyo —Siempre con las palabras exactas para cerrar bocas, lo que provoca admiración y odio al mismo tiempo—. Dejando de lado eso, ¿por qué molestas a Yukari?

—No la estoy molestando, vine a pedirle ayuda como buen amigo que soy.

—Ah, ¿sí? Yo la veo bastante molesta.

Me tomé unos segundos para detallarla, y ciertamente así era. No solo su cien estaba arrugada por causa de cejas encogidas de enojo, también su boca esta torcida en una mueca de asco, sus labios apretados en renuencia, junto a movimientos bruscos y torpes por culpa del mal agarre que supone apretar con fuerza el mango del sable oriental.

—Tienes razón, está molesta.

—Y es por eso que decidí que todos ustedes trabajaran individualmente.

—¿Para evitar que nos desenfoquemos los unos a los otros?

—Para evitar que TÚ los distraigas.

Himika the ghost townDonde viven las historias. Descúbrelo ahora