25. Miedos 2: Camila

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La respiración se me cortaba, un mal presentimiento me gritaba en la nuca que diera la vuelta y que me fuera a casa, talvez sea porque estamos entrando sin pedir permiso para investigar, o el aire denso del pueblo que cada día siento más pesado, como una cuenta regresiva a lo desconocido.

 No tuve que esperar mucho, un humo morado empezó a rodearnos, las luces de las línternas empezaron a fallar hasta apagarse, y dejarnos en una tenue luz que apenas nos dejaba distinguir nuestra propia mano. 

Dentro de mi pecho, aquello que pedía ser olvidado regresó de la muerte del recuerdo, ese miedo que había dejado bajo tres metros de recuerdos nuevos y mejores, no podía perder a nadie, no ahora, no a lo más similar a una familia que tengo, no de nuevo. 

Si hace un año me dijieran que estaria dispuesta a sacrificarme por salvar a alguien, me hubiera reido en su cara. —¿Apolo? —eleve la voz en busca de algo que me tranquilice. De un ancla que me de seguridad que todos siguen tan cerca de mi como yo de ellos. —Chicos tranquilos mantenganse lo más juntos posible —dijo Apolo en forma de buscar calma. Pero la calma no duró demasiado, Apolo intento comunicarse con Belisse por el walkie-talkie, pero en cambio un ruido de algo cayendo respondió. 

Si fuera posible la poca luz que alumbraba el lugar dejó de funcionar, un corte rápido que desapareció a todos de mi radar. Un solo pestañeo me dejó sola en los pasillos de un hospital diferente, uno que por desgracia conozco muy bien. Esto no es posible, no lo es.


—Fue tu culpa —una voz que pensé haber olvidado resonó como eco en una cueva.


La imagen de una niña que conocí muy bien hace su aparición al final del pasillo, Bella, la amiga de mi hermano Alex, tal y como recordaba de aquél día.


—¡¿Por qué no ayudaste?! —y un escalofrío me dejó paralizada, como pude gire mi vista al lado opuesto del pasillo.


Es su voz, porfavor no me hagas esto. Mis ojos se bañaron de lágrimas, era Alex, el día en que todo acabo para nosotros. Ambos rodeando las salidas del pasillo, apuntaban con sus dedos, gritando una y otra vez, es tu culpa, es tu culpa, es mi culpa.


David había mueto por mi culpa.


Comenzaron a avanzar lenta y tortuosamente a mi dirección, seguían apuntando y su tono de voz era cada vez alta. Cuando creí que llegarían a mi las luces vuelven a fallar un par de veces antes de dejarme en completa oscuridad por un par de segundos y regresar, esta vez era el hospital al que había ingresado con mis amigos, solo que seguía sola, lejos de ellos.


—¡Apolo! ¡Megan! —empeze a vagar por los pasillos a trote en busca de alguien, sin importar si algún guardia me escucha, no quiero estar sola, las lágrimas y culpa se apoderan de mi— ¡Yukari! ¡Hunter!


Un paso en falso en una esquina equivocada, y la pesadilla se abría paso antes los recuerdos en que fue enterrada. aquellas rejas viejas y aquellos animales que nunca debí despertar. Solo que esta vez, a diferencia de aquella tarde, estoy sola y esas bestias peludas son ahora humanoides de mis viejos amigos. Ver a esa familia desformada en algo inhumano, sin saber que pasaba a si aprender, o sin recordar lo que alguna vez fueron me marco más de lo que imaginé.


No tardaron en saltar sobre mi, y yo no tarde en responder. Empiezo a correr, esquivandolos y dando contrataque de vez en cuando, esos no son mi familia, no debo dejarme engañar de lo que sea que este jugando con mi cordura.

Himika the ghost townDonde viven las historias. Descúbrelo ahora