El ojo de Adora había sanado, así que ahora podía permitirse salir a la calle sin temor a que la confundieran con Quiasimodo.
Era sábado y tenía por la tarde una sesión de fotos, así que antes de ir a su tortura con nuevos rostros y constantes toqueteos, tuvo que pasar por el mercado para poder comprar verduras y ofrecer comida a su madre. Le gustó mucho la cocina... era una lástima que no supiera hacer casi nada. Culpaba a estar siempre centrada en otros temas, pero al menos intentaba poner de su parte consiguiendo ingredientes y limpiando la cocina.
Además, el lugar donde compraba todo era muy divertido. Había puestos coloridos repartidos por las calles, con campanas de viento creando dulces melodías de vez en cuando que se mezclaba con las canciones ochenteras que se oían tenuemente por todo el recorrido. Parecía un mundo completamente distinto.
Ella cargo en sus manos bolsos de tela para llevar ahí todas sus compras, rechazando completamente el plástico, mientras esperaba en un puesto de verduras para que le entregaran lo que había pedido. Sus ojos viajaban por el lugar, sólo deleitándose por la vista y el ambiente. Siempre todo era tan tranquilo y cómodo.
―¡Billetera para hombre a quince, para mujer a diez! ―y, entonces, el chillido le sacó de su burbuja.
―¡Eso es discriminación! ―gritó la de copete, haciendo ademanes exagerados y alzando sin querer su camisa amarilla de seda. Sí, iba de seda al mercado―. ¡Maldito del sistema heteropatriarcal!
―Pero el de mujer es más barato ―comentó un señor junto a ella que hasta ese entonces había estado viendo tomates y a ella... más a ella, en realidad. El viejo ni siquiera sabía si era por toda su extravagancia de shorts vaqueros, zapatos con brillantina y cabello con copete, o si era por su extraordinariamente bello rostro.
―Es que hacen eso para atraer hombres ―le dijo su pareja, resentida tras haber notado a su hombre y haciendo gesto desdeñoso.
―¿Para qué querría atraer hombres si me gusta la vagina? ―espetó Adora.
―¡Cálmese, señorita!
―¿Ahora quiere oprimirme a mí? ¡Lo voy a denunciar! ―sus brazos estaban sobre su cabeza mientras vociferaba―. ¡Voy a denunciarlos a todos!
―Jovencita ―la vendedora volvió con sus verduras, cargándoselas en uno de sus bolsos con una sonrisa dulce porque ya estaba acostumbrada a la muchacha―. Por allá hay papaya, si gusta.
―Uy, sí ―se dirigió con aire cantarín, dejando colgar el bolso en la unión de su codo con el brazo doblado y la palma de su mano al aire, digna de la elegancia de una dama―. Me encanta la papaya.
🥑🥑🥑🥑
¿Por qué su madre estaba riendo tan temprano?
Levantó lentamente su cabeza de donde estaba sumergida entre el mar de sabanas esponjosas que le recordaban a los suéteres de Adora, abriendo apenas los ojos como si de esa manera fuera a captar mejor el sonido.
Había una segunda voz. Una muy conocida.
Ya muy despierta, bajó a trompicones de su cama y sin molestarse en ponerse las pantuflas, corrió hasta la fuente del sonido.
En la mesa del comedor estaban Adora y su madre con tazas posiblemente de té y conversando como si amigas de toda la vida se tratase, hasta con la misma pose de piernas cruzadas y dedo meñique alzado como todas unas damas de alto mundo. Parecía estar pasando un buen rato, rato que se obligó a interrumpir por lo extraño de la situación.
―¿Adora?
La de copete giró la cabeza y la miró de arriba abajo antes de esbozar una amplia sonrisa, arqueando una ceja.
―Bonita pijama.
Congelándose en su sitio, paso una mano por sus muslos sin atreverse a mirarse, confirmando así su mayor temor y mandándola a su habitación de nuevo como si tuviera puesto un petardo en el culo. Su pijama consistía en una remara vieja y con agujeros que le llegaba hasta el ombligo, y la ropa interior que tocaba usar en el día. Cuando volvió -cosa que no quería hacer por la gran vergüenza que había pasado, pero tampoco quería dejar a esas dos solas- Adora ya estaba regalándole un vistazo de su atuendo de ese día mientras le hacía una reverencia a su madre antes de sujetar la mano de Catra que parpadeaba confusa.
―¿A dónde vamos?
―Le pedí permiso a mi suegra para llevarte a mi sesión de fotos.
―Qué... Mamá, ¡mamá! ―volteó desesperadamente, viéndose arrastrada por su amiga hacia la puerta. La señora sonreía divertida desde la sala, agitaba la mano―. ¡no es lo que parece!
―Así le decía yo a tus abuelos y luego naciste.
―Así que ya sabes ―Adora dijo montándose a su moto, todavía sin casco, sin arreglar las luces y sin matrícula―, niégame y te daré un hijo.
―¡¿Qué dices?!
―O bueno ―encogió los hombros mientras Catra subía ya resignada y se agarraba a su cintura―, es más bien un niégame y haremos uno.
―¡Pero si somos mujeres! ―el chillido espantada de Catra se perdió con la velocidad del vehículo.
🏍️🏍️🏍️
El sitio donde se sacarían las fotografías era enorme y ni siquiera con la gran cantidad de personas que corrían de aquí para allá, llegando más, parecía que fuera a llenarse. Modelos de rasgos extranjeros estaban dispersas, algunas siendo maquilladas, otras mirándose en grandes espejos para asegurar la perfección, otras simplemente recostadas en grandes sillones con sus móviles en mano y sacándose selfies. Adora no había soltado su mano desde que habían bajado de la moto.
―¡Culo! ―una señora canosa con una camisa que parecía salida de la época medieval y pantalones negros llegó junto a ellas. Catra parpadeó hacía sus pies descalzos―. ¡Por fin llegaste! Oh, veo que viniste muy bien acompañada ―le guiñó un ojo a la de ojos bicolor que enrojeció apenas porque, bueno, la mujer era bien parecida.
―Sí, es mi novia ―respondió con la comisura de su labio tirando hacia arriba en una sonrisa engreída―. ¿Qué haré hoy?
―Te quiero presentar a tu compañera ―se alejó sin darle lugar a protestas, dejándola con la boca entreabierta en sorpresa.
―¿Por qué estás así? Creí que era normal modelar con alguien más ―murmuró Catra, distraída por la cantidad de gente bonita rondando.
―Porque nunca había tenido una compañera... ―su cabeza se inclinó y sus ojos parecieron repentinamente serios. El vago pensamiento de que Adora sería realmente sexy si se mostraba más de esa manera cruzaba por la mente de la chica―. Esta vieja quiere castigarme por algo.
―Espera, Adora, ¿no es eso muy...?
La representante volvió acompañada con una impresionante visión de una alta y bien moldeada chica. Dijo que era de Brasil y una de las mejores, y la mencionada se notaba complacida con tanto halago, regodeándose hasta que anunció a ella también sobre la cosa de compañeras. Su expresión tuvo un drástico cambio. Escrutó a Adora con desdén, su piel morena brillando bajo las luces fuertes que usarían para la sesión y su cabello cayendo en cascada hasta los hombros. Ella era preciosa, pero la mirada que le dedicó a Adora, no.
―Bueno, conózcanse y...
La chica le interrumpió, alzando el mentón hacía la rubia.
―Yo no hablo con escorias.
Adora arqueó una ceja y, colocando sus manos en sus caderas, lanzó:
―Yo no hablo sopa do macaco.
Un día, Catra gimió, ¿un día en paz es mucho pedir?
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LA CHICA DEL COPETE
ФанфикAdora es inteligente y tonta a la vez, es preciosa y viste horrible, es muy amorosa y en ocasiones poco empática. Ella es tantas cosas que a Catra no le alcanzarían las palabras para terminar de describirla, pero en caso de Adora, ella puede describ...