15.2

224 32 3
                                    

―¡Buenas tardes, mamá!


―¡Adora, hija!


Catra observó con la quijada casi llegando al piso, incluso su mochila se había deslizado de su hombro derecho y se encontró ya a sus pies tras haber caído con un golpe sordo. Parecía una escena cómica si no estuviera llena de asombro por cómo Adora se tomaba de las manos con su madre antes de empezar a saltar llenas de ánimo.


Ahora entendía porqué se había puesto guantes de látex a segundos de pisar el porche.


―¡¿Mamá?!


―Oh, Catra ―se apartó un momento de su adorada futura nuera para darle un abrazo de bienvenida a su pequeña, instándolas a entrar a la casa―. ¿Tienes tarea? Vayan arriba y en un rato les llevaré algo para que merienden, no quiero que se enfermen antes de tener su día especial ―canturreó en su camino a tomar un tarro con chocolate en polvo, dispuesta a hacer merienda digna de críos. Ya había adoptado a Adora como una bebé más.


―¿Día especial? ―inquirió la de ojos bicolor, masticando una de las galletas que había cogido de la bandeja sobre la mesa del comedor, mientras le tendía otra a Adora quien apartaba con su pulgar las migajas que quedaron en las comisuras de su labios, sus guantes olvidados en el bolsillo de sus vaqueros porque el contacto con la piel de Catra era algo que no quería ni iba a evitar.


―¡Claro! Cuando dejes de hacerte la difícil y le des el sí ―ahora Adora palmeaba suavemente la espalda de la chica que se deshacía en una tos violenta, pedazos de galleta volando en todas direcciones―. Ah, pero saliste a mí ―chasqueó la lengua, decepcionada―. Eso es malo.


―No se preocupe, mamá, nadie más que nosotras podremos tenerla ―afirmó Adora, guiando a su chica a su habitación como si ella no hubiera estado viviendo ahí toda su vida. Catra no atinaba a decir nada en medio de su mortificación, por lo que la rubia no vio problema en acercarse y susurrarle al oído―: Nadie más que yo.


                                                                                    🍪🍪🍪


―He estado pensando ―murmuró Adora desde la cama, apartando por fin su nariz de las almohadas que tenían impregnadas el olor de Catra. Al apenas abrir la puerta se había lanzado directa a la que sería la mayor fuente de su felicidad, luego de la misma dueña de ella, enredándose en las sabanas como un cachorro después de su baño; envuelta en su propio capullo, era tan adorable que no pensarías que discutía por gusto y gritaba obscenidades sin reserva. La de ojos bicolor levantó la cabeza desde donde intentó hacer la investigación de tarea, deleitándose momentáneamente con el espectáculo que era la de cabello rubio sobresaliendo entre montones de algodón blanco―. Y el estilo de los dementores podría ser el próximo grito de la moda ―siguió. Catra sólo la miró en silencio porque la de copete empezaba a emocionarse, sus ojos viajando frenéticamente por toda la habitación como si ideas estuvieran flotando frente a ella―. Podría incorporar en la sesión humo de fondo ―y continuó murmurando para sí, por lo que la de bicolor volvió a girar para regresar a sus asuntos hasta que le escuchó decir―: La modelo perfecta sería Scorpia porque pisa un lugar y le quita toda el aura de felicidad.


―¿No crees que te sentaría un estilo mandrágora?


―¿Eh?


―Es que chillas como para enterrarte.


Lejos de ofenderse, la chica sonrió.


―Al revés. Si me entierras es que me harás chillar. 

LA CHICA DEL COPETEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora