Capitulo 14

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En el distrito Islington, en un vecindario muggle de Londres, existía una hilera de casas que parecían muy similares entre sí enumeradas consecutivamente desde el número 1 hasta el número 13

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En el distrito Islington, en un vecindario muggle de Londres, existía una hilera de casas que parecían muy similares entre sí enumeradas consecutivamente desde el número 1 hasta el número 13...con el único defecto de que el número 12 no existía...

Al menos no de la manera tradicional.

En el numero 12 de Grimmauld Place, escondido bajo el encantamiento Fidelio, se encontraba el hogar ancestral de la familia Black, donde actualmente residía la familia principal: Walburga y Orión Black junto a su pequeño bebé recién nacido.

Era la mañana de un jueves cuando bajo la fría brisa de las calles muggles Eva caminaba rumbo al hogar de los Black, lugar del cual conocía su existencia gracias a sus constantes visitas debido a la amistad entre los difuntos padres de Cygnus y Orión, Arcturus Black III y Melania Black (antes Macmillan) con sus propios padres. 

En cuanto Eva estuvo frente al conjunto de edificios, las casas parecieron ser empujadas entre el número 11 y 13, mostrando así una puerta con el número 12 y revelando un conjunto de escalones delanteros desgastados que conducen a una puerta principal maltratada. En la puerta había una aldaba plateada con forma de serpiente retorcida, sin orificios, manijas o cualquier otra cosa que indicara que era una puerta, pues solo se abría con magia. 

Ella levanta su mano y la puerta se abre inmediatamente, dejándola pasar. La puerta principal se abre a un largo pasillo iluminado con lamparas y un gran candelabro en el techo, con retratos ornamentados en las paredes. En cuanto ella hubo entrado, la puerta se cerró dando un fuerte golpe y pronto unos sonoros tacones resonaron por todo el lugar.

—¡¿Quién se atreve a venir a estas horas de la mañana?! ¡¿Quién...?!

Los gritos de una histérica Walburga se detuvieron en cuanto vio que frente a ella estaba nada más y nada menos que Eva Rosier, enfundada en un elegante vestido esmeralda entallado a su cuerpo con una gabardina negra encima que se estaba quitando con tranquilidad. En cuanto se hubo quitado la gabardina, Eva se la colgó en el brazo y miro a Walburga con indiferencia, pero asintió a modo de saludo.

—Buenos días, Walburga. Siento importunar. 

—¡Mi señora!—exclamó Walburga de inmediato.— ¡Usted nunca sería una molestia! ¡Es un gran placer...!

—Déjate de idioteces, Walburga.—pidió Eva con frialdad.— En tu puta vida te había importado antes, no vengas a hacerte la muy amable conmigo ahora que sabes que tan importante soy. 

—Mi señora —Walburga la miró con falsa exaltación— Yo siempre la considere una mujer muy poderosa. Sabía que usted lograría grandes cosas.

Dark Lady [Tom Ryddle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora