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        Wanda jamás había visto la versión de Leila que se mostraba ahora

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Wanda jamás había visto la versión de Leila que se mostraba ahora.

Era una versión dolorosa de ver, tan pequeña y frágil que daba miedo acercarse y que se desmoronara de la nada.

Su llanto era incontrolable, y sus sollozos se hacían más fuertes por cada minuto que pasaba. No se alejó del cuerpo de su abuelo ni un centímetro, se mantuvo allí murmurando disculpas y compartiendo el último abrazo.

Oh, Matthew.

Wanda en muy poco tiempo de había encariñado con él. ¿Y como no? Si era una persona excepcional.

Cómo le hubiese gustado que las cosas no hubiesen estado tan mal la última vez que se vieron.

No dudaba en que fuera un abuelo increíble, consentidor y amoroso, no cuando ella misma había presenciado el amor que tenía por Leila.

Pero ahora sentía que ella debía seguir el camino que él había dejado. Ahora ella debía cuidar a Leila, ayudarla, apoyarla, asegurarle que no estaba sola.

Sin poder evitarlo ella también lloró.

No tenía idea de lo mucho que Leila amaba a su abuelo, ni lo inmenso que era su dolor en ese momento ante su perdida, pero podía imaginarlo ya que sabía lo que era perder a un ser querido, y podía fácilmente ponerse en los zapatos de ella.

Con cautela se acercó, agachándose a su lado junto al cuerpo sin vida de Matthew. Rodeo un brazo por su hombro y la acerco a su cuerpo.

Leila cedió ante el contacto y se aferró a Wanda. Su llanto se hizo más fuerte, su dolor crecía cada que caía en la realidad que ya nunca volverla a recibir un abrazo de su abuelo, que jamás volvería a escuchar un "te quiero" de él, que ya no compartirían bromas, que no volvería a comer con él, que no sería al primero que viera al despertar, que ya no le desearía suerte al ir al trabajo y que ya no sería testigo de sus rabietas.

Estaba tan absorda en su dolor que había olvidado a las personas a su alrededor. A su tía que lloraba asustada aún sentada en la silla del comedor, o de los brazos de Wanda que rodeaban su cuerpo y brindaban confort. Y había olvidado por completo al hombre que debía destruir.

Hasta que él se rió, burlándose de ellas.

⎯ El amor te hace débil, Leila. ⎯ Dijo entre risas. ⎯ Puedes tener mucho poder, pero tus emociones te ciegan. Un ejemplo es lo que acabas de hacer.

Y entonces Leila lo vió.

Corto el abrazo que mantenía con Wanda, aún con lágrimas en sus ojos que rápidamente limpio y se giró a ver a su progenitor.

Y allí estaba. La rabia en sus ojos.

Los ojos son la ventana del alma.

Y en este momento no había rastro del cariño, ilusión y calidez que siempre estaba reflejado en sus hermosos iris grises.

En cambio, la ira, el rencor y la tristeza era palpable, casi como un rayo que quemaba.

Wanda nunca se había sentido amenazada por Leila, pero tuvo que admitir que en ese momento lo único que quería era correr en cuanto vio esa mezcla de sentimientos en su mirada.

No ayudó ni un poco que justo entonces estos cambiarán su color a un reluciente verde y que en sus manos las estrellas verdes cobrarán más fuerza.

⎯ ¿Que vas a hacer? ¿Volver a actuar sin pensar y arrepentirte? Por favor, hija, aprende de tus errores.

⎯ No vuelvas a llamarme hija.

Su tono era de advertencia y podría dejar paralizado a cualquier persona del miedo.

Pero el hombre ni se inmutó.

⎯ Pero eso es lo que eres, muy a tu pesar soy tu padre.

⎯ No eres más que un imbécil que se robó mi felicidad.

Y antes de que el pudiese decir otro comentario las estelas verdes colisionaron en su pecho haciéndolo soltar un grito de dolor.

Esta vez no había fallado. Esta vez había logrado lo que quería.

Pero no lo disfrutó.

Al escuchar su gritos de dolor no se sintió bien.

Aún si lo que había querido por mucho tiempo era hacerlo sufrir como ella sufrió.

No le gustó ver cómo los accesos de carne se volvian más grande al punto de que el se volvió una bola de masa sin cuerpo.

Y no le gusto sentir como le robaba la vida a alguien. No importaba si se lo merecía o no, era desagradable y no se se sentía bien.

Pensó que al ver el cuerpo sin vida de su padre frente a ella se sentiría bien. Pensó que así al fin estarían a mano.

Pero no fue así.

Esa noche ella había sido causante de dos muertes.

Esa noche ella había matado a dos personas.

Esa noche ella había dejado de ser un simple mutante para pasar a ser un mounstro, una asesina, y un peligro para el mundo.

Esa noche Leila se sentido como el ser más miserable sobre el planeta tierra.

Y esa noche descubrió que ella no merecía el amor de Wanda.




𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑¹ ― W. MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora