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        Todo a su alrededor estaba negro, no sabía que sucedía, ni en donde estaba pero la punzada en su pecho le advertía que algo no estaba bien

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Todo a su alrededor estaba negro, no sabía que sucedía, ni en donde estaba pero la punzada en su pecho le advertía que algo no estaba bien.

¿Cómo había llegado allí? ¿Qué hacia allí? ¿Dónde estaba? ¿Había alguien más? ¿Dónde está Wanda?

Su respiración se aceleró y en busca de calmarse apretó los puños a los lados de su cuerpo.

Tenía miedo.

⎯ ¿Hola? ⎯ Dijo en voz alta girando sobre si misma.

Y de la nada las luces se encendieron.

Ella estaba en un comedor, con paredes tapizadas y una mesa larga con hermosos acabados, le recordaba a algún lugar, pero no sabía a cual.

Parpadeó y de un segundo estaba sentada en la mesa, con la vista en un plato frente a ella y en cuanto levantó la mirada y encontró a su padre en la misma posición en la que estaba la noche en la que murió su abuelo.

No, no, no, no, no, no.

No otra vez.

Quiso huir, moverse, evitar lo que sabia que pasaría, pero su cuerpo no parecía responder a sus ordenes.

Dirigió una mirada nerviosa al costado de la figura de su padre esperando encontrarse a su abuelo del otro lado, pero no fue así, este era remplazado por alguien.

Wanda estaba allí en lugar de su abuelo.

Su corazón golpeteaba contra su pecho con rapidez y un nudo se posó en su garganta.

No, ella no.

Pero no podía hacer nada por evitarlo.

Su padre le dirigió una sonrisa torcida que por alguna razón hizo hervir su sangre y su cuerpo cedió levantándose.

Las estelas corrieron por sus manos.

La ira dirigida directa a su padre.

Pero no lo iba a golpear a él aunque quisiese. Sabía como terminaba la historia, y no le gustaba.

Quería gritarle a Wanda que se quitara, quería evitar que ella saliera lastimada.

Pero era muy tarde ya.

La estancia se ilumino de color verde al tiempo que Wanda caía al piso y Leila soltaba un grito desgarrador.

Con sus piernas temblorosas camino hasta la otra punta de la mesa.

Sus pasos eran lentos y cada que estaba más cerca de su cuerpo inerte sentía más el vacío.

Al fin llegó a su lado, con la vista nublada por las lágrimas y su pecho comprimido en dolor.

Desplomó su cabeza sobre su pecho y ahogó un sollozo cuando sintió cada vez más leves su latidos.

⎯ Leila... ⎯ Pronunció con dificultad y la susodicha levantó la cabeza para verla.

⎯ Wanda... lo siento tanto. ⎯ Dijo tomando sus manos entre las suyas.

⎯ Todo... todo esto... es culpa tuya... ⎯ Dijo con claro resentimiento en sus ojos, acusándola con la mirada de robarle su vida.

Eso fue como una puñalada directo a su corazón.

⎯ Yo no quise hacerlo. ⎯ Intentó excusarse, pero nada de lo que pudiera decir cambiaria su opinión y eso le dolía.

Porque se suponía que Wanda debía ayudarla a levantarse, en vez de ser quien la hundiera más en su culpa.

⎯ Te odio. ⎯ Terminó por decir Wanda a la vez que sus ojos se hacían más pesados y se cerraban.

Leila se despertó llorando y abrazándose a si misma.

Wanda que estaba a un par de metros puedo escuchar los sollozos ahogados en la almohada y se acercó preocupada preguntando que sucedía. Al llegar a su lado se acomodó a su lado dando caricias en su brazos intentando calmarla.

⎯ Shh, ya. Ya pasó. ⎯ Dijo con voz suave tal y como hacía su madre cuando ella o su hermano tenían pesadillas.

⎯ Wanda... ⎯ Dijo con la voz entrecortada y como se había vuelto costumbre se hundió en su pecho en busca de consuelo.

Sus brazos era el único lugar seguro para Leila. Era como volver a casa, y era tan cariñoso como los que daba su madre, su abuela y hasta su propio abuelo.

Se sentía bien escuchar los latidos de su corazón recordándole que ella estaba allí, que en verdad estaba allí. Que estaba viva y que no la había herido.

⎯ ¿Quieres contarme lo que paso? ⎯ Preguntó mientras acariciaba su cabello ahora rubio.

⎯ Solo fue una pesadilla... ⎯ Dijo y se acurrucó más entre sus brazos.

Debía convencerse a si misma de que Wanda estaba bien, que estaba allí y que no la odiaba.

Pasaron un largo rato así, con Wanda abrazando a Leila mientras veía la televisión, su barbilla descansando en su cabeza y los pequeños brazos de Leila al rededor de su cintura.

Era la mejor sensación para ambas y darían lo que fuera por no acabar con ese momento nunca.

⎯ ¿Puedes quedarte aquí por el resto de la noche? ⎯ Preguntó la ojigris en voz baja.

Algo dentro de la sokoviana se removió con emoción y su corazón comenzó a latir muy rápido, asintió levemente con un sonrisita tirando en sus labios. Leila pudo sentir como su corazón se aceleraba, pero no entendía el por qué, así que solo lo ignoró.

Esa noche en cuanto Leila se durmió, Wanda entró en su cabeza.

Y no para averiguar sobre su pesadilla, o sobre algo más.

Lo hizo para darle un buen sueño por primera vez en semanas.

Por primera vez en su vida Wanda no uso sus poderes para mal.

Por primera vez no creo pesadillas, creo dulces sueños.

Y todo por Leila.

Ella había logrado hacerla cambiar su perspectiva de la vida, Leila había visto algo que nadie vio en ella antes, ella la había convencido de que no era mala persona pese lo que hizo en su pasado.

Y ahora Wanda solo quería devolverle el favor, quería proteger sus sueños, quería verla sonreír, y quería verla salir de ese hueco en el que se había hundido.

Porque quería a Leila con todo su corazón.




𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑¹ ― W. MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora