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        Leila daba pequeños golpes al escritorio viendo pasar los minutos en el reloj, el constante sonido de su dedo contra la madera era lo único que se podía escuchar en la habitación, y eso le incómodaba de muchas maneras

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        Leila daba pequeños golpes al escritorio viendo pasar los minutos en el reloj, el constante sonido de su dedo contra la madera era lo único que se podía escuchar en la habitación, y eso le incómodaba de muchas maneras.

Desde la disolución de los vengadores en Alemania el cuartel había pasado a ser un lugar tranquilo y alegre, a ser un tenso y melancólico. Los agentes pasaron a ser rectos y serios, listos para cumplir órdenes y matar, Leila odiaba atenderlos en la enfermería.

Todo había cambiado, y no para mejor.

El ruido de la puerta la saco de sus pensamientos, apartó la mirada del reloj y se alivio cuando vio que se trataba de Tyler. Dos grandes bolsas colgaban bajo sus ojos, pero estás eran opacadas por la brillante sonrisa que portaba el moreno.

⎯  ¡Buenos días, alegría!⎯  Saludó el con su habitual ánimo.

⎯  ¡Hola, Tyler!⎯  Correspondió ella sin poder evitar formar una amplia sonrisa. Se apresuro a recoger todas sus cosas del escritorio, mientras el moreno se situaba en su habitual lugar.

⎯  Que lugar tan deprimente. ⎯  Expresó en voz baja al darle un vistazo al lugar.

⎯  Que bien que llegaste a darle vida. ⎯ respondió Leila de la misma forma regalandole una pequeña sonrisa.

⎯  Necesito mucha de mi energía para eso. ⎯  La castaña casi pudo ver los engranajes en su mente moviéndose sin control creando un plan para llenar de felicidad el lugar.

⎯  Buena suerte. ⎯  deseó dándole una palmadita en el hombro al pasar a su lado al salir.

⎯  Ya verás que lograre que todo el cuartel recupere su alegria. ⎯  Aseguró Tyler.

⎯  Estoy segura de que si lo harás. ⎯  Le apoyó, esperaba que así fuera.

Con una última sonrisa cruzó el umbral de la puerta, dejando aquel ambiente triste atrás y esperando llegar a casa para reír un poco con su abuelo.

⎯ Ya llegué ⎯ Gritó estando en la puerta de su departamento. 

Se descalzó los zapatos sin mucho cuidado de ver en donde caían, dejo las llaves en el cuenco a un lado de la puerta y espero respuesta de su abuelo, pero esta no llegaba.

⎯ Traje comida Tailandesa. ⎯ informó agitando la bolsa, para luego dejarla en la encimera de la cocina. ⎯  Se que dijimos que solo la compraríamos para fecha importante, pero se me antojo uno y no pude evitar comprarlo.

Tampoco hubo respuesta.

⎯ ¿Abuelo? ⎯ Preguntó elevando la voz al punto en el que se escucho en todo el departamento.

Se desespero al no conseguir respuesta alguna y se apresuro a buscar en cada una de las habitaciones al anciano. No dejo ni un rincón sin revisar, aun así no lo encontró.

Estaba entrando en pánico, caminaba de un lado a otro de la casa llamando a gritos al hombre y seguía sin respuesta. Llegó a la cocina buscando su celular para llamar a Jay y que este la ayudara, pero paro al ver una nota pagada a la nevera.

"Fui al supermercado"

⎯  Mierda.

Eso era mucho peor.

Si, era algo simple, pero para un hombre con demencia, lo simple se podía convertir en una catástrofe.

Tal vez ahora estuviese vagando por las calles buscando un supermercado sin saber dónde encontrarlo, o tal vez no supiese volver a casa, o simplemente había olvidado a qué iba y estuviese dando vueltas para recordarlo.

Fuese cuál fuese la situación, debía encontrarlo y rápido.

Marcó el número de Jay con urgencia, y luego de explicarle con rapidez la situación, este le dijo que esperara a qué el pasará a buscarla y aunque se negó mil veces a esperar sin hacer nada, él termino por convencerla.

Y allí estaba, caminando de una lado a otro como león enjaulado, maldiciendo a Jay y su lentitud.

Estuvo así por un par de minutos, hasta que quedarse quieta no fue opción, así que tomo lo necesario para encontrar a su abuelo y estuvo a punto de salir en su búsqueda.

Eso hasta que al otro lado de la puerta se escucha la inconfundible y ronca voz del anciano.

⎯  Gracias, jovencita. Hemos llegado a mi hogar.

Antes de que el hombre pudiese hacer algo Leila abrió la puerta con el corazón en la boca.

⎯  ¿Como se te ocurre salir de esa forma? Estaba muy preocupada por ti. ⎯  Dijo en forma de reclamo, pero al instante se tiró a sus brazos envolviendoló.

⎯  Exageras, Lei. Solo salí por unos minutos a comprar galletas, pero me perdí y está jovencita me ayudó a llegar a casa. ⎯  Le calmó el hombre mayor, alejándola con un movimiento de su cuerpo. ⎯  Ella es mi nieta, Leila, de la que te hablé. ⎯  La presentó hacia la otra persona.

Leila se preparó para agradecerle a la desconocida por traer sano a su abuelo, pero quedó helada en su lugar al toparse con los conocidos ojos verdes de Wanda.

No, era imposible que estuviese allí.

⎯  ¿Cómo...? ⎯  Trato de preguntar, pero la nueva presencia en el pasillo la hizo parar.

⎯  ¡Abuelo! ¡Por dios, que susto! ⎯  Exclamó Jay dramáticamente acercándose para abrazarlo.

⎯  Oh, hijo mío. No había de que preocuparse. ⎯  le calmó con palmadas en la espalda. ⎯  Déjame presentarte a la joven que me ayudó, ella es...

⎯  ¡Wanda Maximoff! ⎯  Grito en un tono muy agudo el chico. ⎯  Soy tu fan... Bueno lo que pasó con Leila cambia una que otra cosa, pero sigo siendo tu fan. ¿Cómo llegaste aquí? ⎯  Jay estrecho sus manos con entusiasmo, y la ex-vengadora solo atinó a sonreír tensa, ignorando su pregunta.

⎯  Ahora que ya todos se conocen deberíamos entrar a casa. Le prometí a Wanda un buen vaso de leche con galletas por salvarme. ⎯  Anunció el hombre, invitándolos a pasar.

Y aqui empezaba la noche más confusa e incómoda de su vida. El inicio de su fin.




𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑¹ ― W. MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora