XLI

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          Una repentina sensación de vació en su pecho hizo que abriera sus ojos, sus mejillas estaban empapadas en lagrimas pero no sabía la razón, solo sentía la profunda tristeza inundarla haciendo que su pecho doliera como si un órgano importante estuviera faltando. Se sentía débil, tanto que le costaba moverse aún si lo que quería era huir y levantarse de la cama en la que se encontraba, reunió fuerzas para levantarse y caminar por las instalaciones buscando a la causa de su tristeza.

Sus ojos se movían de un lado a otro por cada pasillo que pasaba, buscando solo a una persona, pero por más que se esmeraba no lograba hallarla, buscó en cada cuarto, cada rincón y hasta detrás de cada pared, pero no parecía haber rastros de ella. La preocupación se extendió por su pecho haciendo que le costara respira, y la desesperación inundó sus sentidos.

Ella no está. ¿Por qué no está?

Leila lo sabe, sebe muy bien porque no la consigue, pero se niega rotundamente a recordar y aceptar los hechos. Aumenta la velocidad en su pasos hasta que se encuentra corriendo gritando el nombre de su prometida, ignorando por completo las voces que le explican la situación con cautela diciéndole que ya no está. Niega con la cabeza como si sus voces fueran zumbidos de moscas que le molestan, se restriega la cara apartando las lagrimas y sigue con su propósito gritando su nombre esperando una respuesta, aún sabiendo que no la conseguirá.

Su anatomía impactó contra otro cuerpo impidiendo que siguiera con su camino y al mismo tiempo con su búsqueda, por un pequeño instante tiene la esperanza de que sea ella, pero cuando sube la mirada y es consiente de la contextura del otro cuerpo la esperanza desaparece obligándola a aceptar la verdad aunque ella se niegue.

Steve la tenía detenida mirándola con pena, una mirada que la hace caer en cuenta de la realidad, sus lagrimas se avivan volviéndose incontrolables tanto que empapan la camisa de Steve y  sus gritos se extendieron por todo el reino y sus alrededores.

⎯ No, no puede ser. ⎯ dice casi sin aliento. ⎯ Ustedes pueden hacer algo, son los vengadores, ustedes la traerán de vuelta, ustedes pueden hacerlo. ⎯ repite varias veces mirando los ojos azules del capitán buscando al menos un poco de esperanzas en ellos. Lo que obtiene es solo más pena y disculpas.

⎯ Esta vez no podemos hacer nada. ⎯ dice con la voz baja, cautelosa. Ella negó una y otra vez.

⎯ No, Wanda no pudo irse, Wanda debe volver. ⎯ le dijo removiéndose entre los brazos del rubio. ⎯ Lo prometió.

Dejo de luchar luego de unos minutos, y se dejo caer entre los brazos del capitán, su frente termino en el pecho del más alto, sus lagrimas siguieron corriendo por su nariz hasta caer en el piso y sus gemidos lastimeros aun retumbaron en la habitación.

Por el tiempo que se quedo en Wakanda, se la pasaba en los limites de la barrera esperando que en algún momento Wanda apareciera entre los arboles anunciando su regreso. Pero esto nunca pasó.

El ultimo día antes de volver a Nueva York por ordenes del Capitán, quien aseguraba que era lo mejor, se paso el día completo frente a la barrera rogando que fuese ese día en donde ocurriese el milagro de que todos los desaparecidos regresaran. Nuevamente nada paso.

Esta vez fue el turno de Natasha de consolarla y a su vez llevarla casi a rastras de nuevo al castillo.

Esa noche todas sus esperanzas quedaron sepultadas en los limites de la barrera, llevándose consigo solo recuerdos, anhelos y promesas rotas.






𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑¹ ― W. MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora