XLIII

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        Natasha fue muy buena compañía esa noche. No intentó hablar sobre lo que había pasado, ni comenzó a verla como una loca suicida, ella solo empatizó con Leila e hizo el intento de consolarla, aunque en sí no se le daba muy bien, Leila lo agradeció de igual forma y en cuanto esta le ofreció que fuese a vivir con ellos en el cuartel no pudo negarse.

Necesitaba compañía, necesitaba algo que le hiciera saber que no estaba sola, que no era la única que sufría o que había perdido a alguien.

Así que ese día en la mañana cuando la doctora la dio de alta, recetándole nada más un par de pastillas antidepresivas y sugiriendo ir a terapia, Natasha y ella fueron directo a su departamento a empacar las cosas necesarias para su mudanza.

Solo empacó ropa y algunas prendas que se había quedado que pertenecían a Wanda, un par de objetos personales y se despidió de su casa en silencio. Natasha al ver cómo miraba todo con melancolía paso un brazo por sus hombros y le dijo en voz baja que si quería podían volver cuando ella quisiera. Leila forzó una sonrisa de medio lado y seguido de esto salió del departamento de camino al cuartel.

En cuanto llegaron lo primero que encontraron fue a Steve con expresión compasiva en medio de la sala. El capitán le pidió a Natasha un momento a solas con Leila, a lo cual esta cedió no sin antes preguntarle a la ojigris si estaba de acuerdo.

Cuando Natasha estuvo fuera, Steve la llamó y ambos se sentaron en los sofás para hablar. Aquí comenzó un largo sermón que le hizo recordar mucho a su abuelo cuando la regañaba.

Pero en este caso Steve no la estaba regañando, al contrario, estaba preocupado por lo que había pasado, entendía sus razones y no la juzgaba, pero aún así admitía que no era la mejor forma.

⎯  ... Sé, por experiencia propia, lo que se siente perder un amor, sientes que todo es una oscuridad y que ya no habrá luz no importa cuánto lo intentes. Pero quiero que sepas que no es así, Leila. Nunca lo superas del todo, pero aprendes a lidear con eso. ⎯  Habló con voz suave, que la hizo sentir consolada y tranquila. ⎯  Lo importante es salir adelante, y no quedarte hundida en ese dolor, no es fácil, y no lo puedes hacer sola, pero aquí estamos Natasha y yo para ayudarte a levantarte.

Leila no pudo evitar abrazar al capitán ni soltar pequeñas lágrimas que con suavidad él quitó de sus mejillas.

Justo en ese momento supo que estaba en el lugar correcto, que Natasha y Steve eran justo el pilar que necesitaba para sostenerse. Por primera vez en semanas se sentía segura, y con esperanzas.

Duraron en silencio un par de minutos, hasta que Leila decidida a aligerar el ambiente habló.

⎯  ¿El amor sobre el que hablas es Peggy verdad? ⎯  preguntó con tono sugerente.

Steve sonríe un poco y algo en sus ojos le dice que no es así, que no está hablando de ella, y la curiosidad comienza a picar devolviéndole algo de su antigua vida.

Al paso de los días, la curiosidad no fue lo único que volvió. Su sarcasmo, sus bromas y su gusto por la lectura también regreso, además de esa pequeña chispa en sus ojos que la hacía ser ella misma.

Aún lloraba en las noches y recordaba  cada segundo a Wanda, pero en vez de hundirse en la soledad, se alzaba y hacía otras cosas para mantener vivo su recuerdo.

Logró salir del cuartel luego de semanas, lo primero que hizo fue ir a una heladería, pidió un helado doble y se sentó a observar por la ventana. Luego de un rato saco una hoja en blanco y un bolígrafo, comenzando a escribir todo lo que quería decirle a Wanda y todo lo que había mejorado junto a Natasha y Steve, tal y como su terapeuta lo había recomendado.

Firmó la carta y selló el sobre, pidió la cuenta y dejó el dinero sobre la mesa, para luego salir del local con la carta en la mano. Camino por las calles de Nueva York bordeadas de grandes edificios, disfrutando de la vista, el clima y como los malos sentimientos iban desapareciendo lentamente de su pecho. 

Llegó a su destino luego de un par de minutos caminando, se paró frente a la alta pared de mármol y con la yema de sus dedos tocó el grabado sobre la superficie. El nombre "Wanda Maximoff" destacaba entre los demás, siendo conmemorado junto a los otro superhéroes que habían desaparecido tras el chasquido. Sonrió como no había hecho en mucho tiempo y dejo la carta en el piso. Cuando volvió a levantarse se inclinó pegando su frente contra el frío mármol y beso con suavidad el nombre de su amada.

⎯  Aquí estaré por si decides volver, te amo. ⎯  susurró con suavidad.

Sí, iba a avanzar y aprender a vivir con su ausencia, pero eso no evitaba que aún fantesease con su regreso. Wanda había hecho una promesa, y sabía que la cumpliría.

𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑¹ ― W. MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora