Juilliard

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—Mía, llego esto para ti. —anunció Sol entrando a la habitación de su hija.

—¿Qué es? —preguntó saliendo del baño envuelta en un albornoz recién bañada.

—Un sobre. —respondió sentándose en la cama.

—¡Oh, por dios! ¡Puede ser la carta de Juilliard! —exclamó tomando el sobre.

—Entonces, ábrela.

—Ahora mismo. —dijo emocionada mientras intentaba abrir el sobre— ¡Estoy tan nerviosa! —exclamó dando un brinco emocionado.

—Se nota. —dijo sonriendo Sol mirando a su hija mayor.

—¿Y si es una carta de negativa? —cuestionó de pronto deteniéndose, mirando a su madre.

—Vamos cariño, eres la mejor bailarina que conozco, claro que van a aceptarte. —la animo Sol.

—Solo lo dices porque soy tu hija. —contradijo.

—Eso es verdad. —habló poniéndose de pie— pero también soy objetiva y sé que has amado el ballet desde que naciste, también sé que eres la mejor, dejando a un lado lo de que eres mi hija. —dijo abrazándola— Así que abre esto que estoy ansiosa por visitar New York.

—Está bien. —dijo antes de hacerlo.

—¿Qué dice? ¿Mía? —inquirió Sol al ver a su hija en shock.

—¡Entre! ¡Estoy dentro! ¡Nos vamos a New York! —gritó abrazando a su mamá.

—¡Felicidades, mi amor! —exclamó feliz por su hija.

—¿Por qué tanto grito? —preguntó Ivy entrando a la habitación seguida por Calíope.

—¡Entre a Juilliard! —les contó.

—¡Oh, por dios! ¡Felicidades! —le dijo Calíope antes de abrazarla.

—¡Muchas felicidades! —exclamó Ivy abrazándolas.

—¿Por qué están todas abrazadas? —preguntó Xandro Junior desde la puerta con un videojuego en la mano, al ver a las cuatro abrazadas.

—Mía fue aceptada en Juilliard, se va a New York. —le contó Sol.

—¡Genial! ¿Ya no vivirá aquí?

—¡Oye! ¡Enano mal educado! —dijo indignada Mía.

–No soy enano, pronto seré más alto que tú. —contradijo— buen viaje. —le deseó antes de dar media vuelta.

—¿Cómo qué buen viaje? Ven aquí y felicita a tu hermana.

—Mamá, estoy en medio de una partida muy importante. —señaló enseñándole su videojuego.

—Hazlo Xandro Kalonimos Ferrad. —ordenó.

—¡Ash! Está bien. —aceptó acercándose a Mía quien la miraba muy feliz— Felicidades, espero que vivas feliz en New York ¿Puedo quedarme con tu habitación? —preguntó abrazándola.

—No, no puedes quedarte con mi habitación. —respondió sonriendo antes de darle un beso en la mejilla.

—¡Oh, que mal! —dijo separándose de ella—¿Ya puedo irme a seguir jugando?

—Sí, ya puedes, pero solo te quedan treinta minutos. —le recordó Sol.

—Pues no, porque esto me ha quitado tiempo.

—No me importa, te quedan treinta minutos. —declaró su madre.

—Está bien, adiós. —aceptó saliendo de la habitación sabiendo que no podía negociar con su madre.

MÍA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora